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Ciudadanía cautiva: crisis multidimensional en Cuba.

29 de marzo de 2024

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os recientes apagones en Cuba han desencadenado una 

una nueva ola de manifestaciones en la calle. Una nota de prensa, publicada por Food Monitor Program, relata lo sucedido el pasado 17 de marzo en la ciudad de Santiago de Cuba. “Queremos corriente, queremos comida”, fue la voz que las madres santiagueras alzaron. A estas voces se sumaron otras, mayoritariamente del oriente del país, que suele ser la región más afectada por la situación económica y las medidas que toma el régimen. Este es otro episodio de una larga y triste historia de la situación que ha llevado a cientos de miles de cubanos a abandonar su tierra natal.

El Estado cubano ha alcanzado un nivel de precariedad difícil de ver en la mayoría de países latinoamericanos. Una infraestructura muy débil, decisiones gubernamentales desatinadas y una frágil balanza comercial ponen en jaque cualquier situación alimentaria y humanitaria. La dependencia de petróleo y sus derivados, provenientes de países como Rusia (en guerra) o México (con crisis de producción) ha sido uno de los grandes contribuyentes al ya estructural déficit energético, cuya provisión de electricidad no ha vuelto a superar el 80% de la necesidad interna en los últimos años.

Esto hace que la Isla sea innecesariamente vulnerable a los fenómenos naturales que padece con frecuencia y que, en gran medida, son previsibles. La pérdida de alrededor de 400 gallinas a causa de un temporal en Artemisa da cuenta de la necesidad de tener las condiciones necesarias para proteger la producción interna del país. La noticia de 14ymedio no solo indica que la tragedia ocurrió por causa del “mal estado de los techos de las naves”, evidencia también la necesidad de estructuras más fuertes, de mantenimiento y de reparación. Esto resulta impracticable para una población que hace ingentes esfuerzos por cubrir sus necesidades cotidianas, a veces sin éxito.

Este tipo de desastres, que perjudican a la población y no al Estado, ya se han visto en numerosas ocasiones. En los últimos años, el paso del huracán Ian dejó sin luz y sin acceso a agua potable a muchos residentes del occidente del país. Asimismo, el huracán Idalia también obligó a la evacuación de gran parte de la población de Pinar del Río.

Igualmente, las sequías afectan la producción total de alimentos. Por ello, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos ha tomado la decisión de realizar obras para mitigar sus efectos. El próximo verano acarreará altas temperaturas y una nueva temporada de tormentas tropicales. Con la previsibilidad de este tipo de fenómenos, se esperaría que el régimen tomara medidas más eficaces y de mayor alcance, pero, hasta el momento, las obras planificadas estarán listas para mucho después de concluida la temporada seca.

Sin embargo, la crisis energética no solo se ve afectada por este tipo de coyunturas, sino que depende en gran medida del abastecimiento de combustibles fósiles para la generación de electricidad. Recientemente, PEMEX, uno de los mayores contribuyentes en el suministro de combustibles a Cuba, cayó en una grave crisis financiera. Dada esta situación, la empresa de petróleos mexicana no ha podido enviar ni un solo barril a la Isla; cuando el año pasado envió 5,5 millones de barriles, convirtiendo a México en el segundo mayor suministrador. El gobierno cubano, maniatado, no tiene más remedio que anunciarle al pueblo la prolongación de los cortes de corrientes. A pesar del envío de 650 000 barriles que hiciera Rusia recientemente, este país no puede suplir este inmensurable déficit.

El acceso al agua potable es otro factor crucial para la situación de crisis humanitaria en el país caribeño. La calidad del líquido depende en gran medida del mantenimiento de la red de distribución que, según la nota presentada en FMP, genera una pérdida de 13,7% del abastecimiento. Asimismo, en algunas regiones del país se le califica como “pútrida”, lo que dificulta al acceso de este elemento esencial para el consumo, impactando la sed de la población cubana y los alimentos. Gran parte de esta situación se debe a las filtraciones de basura en las redes de distribución. Pensando con optimismo, se podría decir que la gente tiene la posibilidad de tratar el agua en casa. En principio, podría potabilizarse el agua mediante procesos de hervido y filtración; pero estos procesos dependen en gran medida de la posibilidad de contar con electricidad, dado que la mayoría de la población cubana tiene electrodomésticos y sistemas de cocción dependientes de este tipo de energía.

A la falta de electricidad se le suman las carencias de alimentos y agua potable. La respuesta del Gobierno, además de los cortes energéticos, es justificar la represión contra el pueblo. La falta de transparencia, el enfrentamiento no pacífico a las protestas y las manifestaciones evidencian una patente desconexión de una desinteresada cúpula que se aprovecha de los problemas humanitarios para justificar las cada vez más drásticas medidas que asume en el control de la población.

La población cubana recibe el trato de un prisionero de guerra. Sus captores, que se rehúsan a perder, cada vez tienen menos que ofrecerles a los cautivos. Para evitar el alzamiento de la población, como si de prisioneros se tratase, la represión y el silenciamiento sistemático están a la orden del día. La comunidad internacional, presunta veedora de la situación, actúa con indiferencia o con franca displicencia, asumiendo que la “buena voluntad” del gobierno cubano es suficiente para paliar una cada vez más grave situación.

La alternativa para parte de la población tampoco es la más decorosa: un exilio forzado a un escenario internacional inflamado por la migración que, tarde o temprano, dará muestras de arrebatos de una xenofobia que terminarán afectando de manera negativa a los inocentes exiliados. Quienes se quedan, deben enfrentarse a una “sequía” que poco a poco los debilita física y psicológicamente, borrando cualquier resquicio del orgullo que le es propio de toda la dignidad humana.

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