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¿Quiénes pueden comer pan en Cuba?

24 de noviembre de 2022

familias en Cuba. A los habituales problemas de antaño, respecto al peso y calidad del producto, ahora se suman las afectaciones por los continuos cortes de electricidad, la escasez de harina de trigo para su elaboración, la falta de combustible y su traslado en tiempo hasta el lugar de venta, o el aumento desmedido de su precio, tanto en instituciones estatales como en las panaderías particulares. 

 

Recientemente el medio oficialista Cubadebate publicó las declaraciones de Yanet Lomba Estupiñán, directora técnica de la empresa cubana de molinería  donde aseguraba que “La situación de abastecimiento de harina en el mercado es crítica”[1]. Según la directiva, el país no cuenta con un financiamiento estable para la compra de trigo y de tres o cuatro cargamentos mensuales de harina  que necesita para cubrir la demanda solo se están recibiendo uno o dos. 

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 l pan es una de las preocupaciones primordiales de las 

El artículo solo vino a poner “oficialidad” a una realidad que  ya era evidente a nivel popular, hace meses a los trabajadores por cuenta propia se les dificulta el acceso a la compra de harina de trigo, por lo que el pan y otros derivados  se han convertido en productos de lujo.  Una de las principales cuestiones ventiladas en los debates callejeros es la dificultad de las madres para proporcionar a sus hijos  al menos dos panes al día, uno en el  horario del desayuno y otro en la merienda, ecuación que se complica para quien tiene más de un hijo en edad escolar. 

 

Estas  familias, que habitualmente complementaban el escaso suministro de pan normado, con el que podían adquirir a través de la red de panaderías estatales o privadas, se han visto limitadas  por el aumento de precios. Al día de hoy una bolsa de ocho o diez panes oscila  entre los 180 y 350 cup sin que se mantenga estable la oferta. Aunque el precio en las panaderías estatales es menor, la estabilidad del producto está sujeta a los cortes programados de electricidad y al abastecimiento de harina. Además, las filas para comprar este producto  pueden alcanzar hasta cinco horas de duración, un tiempo impensable para las personas que tienen que cumplir con un horario laboral.

Teresa es una jubilada de 80 años de edad, vive sola y asegura que su alimentación consiste básicamente en pan y leche, dos productos de difícil acceso actualmente. Hasta hace poco compraba el pan en la panadería cercana a su casa, pero  según cuenta, las colas se han vuelto  insoportables y algunas terminan con la intervención de la policía debido a riñas violentas. En algunas ocasiones esperaba a los revendedores y compraba el mismo pan por un precio un poco mayor, todavía asequible a su chequera, sin embargo con la escasez de los últimos días y el asecho de los inspectores el precio se ha disparado y ahora apenas sobrevive con el pan de la bodega.

Un pan al día era el alimento mínimo al que podían aspirar las personas de bajos ingresos en la isla. Era también la racionalidad a la que “tenía derecho” cada miembro del núcleo familiar, lo que popularmente “toca por la bodega”. Desde la política de reordenamiento monetario, el pan normado dejó de ser un producto subsidiado por el Estado y aumentó diez veces su precio, sin que esto significara una mejora en la calidad. Esta condición ha ubicado en mayor vulnerabilidad a un rango amplio de población, cada vez más carente de recursos económicos.

 

Según cifras  reveladas en el Anuario estadístico de 2021, publicado  por la Oficina Nacional de Estadisticas  e información (ONEI) el número de beneficiarios de la asistencia social se disparó en 2021 en un 111%[2], lo que supone que más cubanos se sumaron a la lista de pobreza extrema y dependen del Estado por completo para sobrevivir.  Esto es posible constatarlo  al transitar las calles habaneras, donde aumentan las personas que mendigan en los portales o “bucean” en los tanques de basura en busca de alimentos y otros insumos necesarios.

Los reiterados cortes de electricidad que ocurren en todo el país muestran otros estragos ocacionados por esta crisis energética. Hace un tiempo han mermado aún más la calidad de los alimentos que llegan a los puntos de ventas estatales, más pequeños de lo normal, ácidos o simplemente  ausentes. Aunque el tema no es nuevo, la crisis de combustible también afecta el traslado hacia los puntos de ventas, acción que muchas veces se realiza sin las condiciones higiénicas-sanitarias mínimas, entonces el pan se traslada y se conserva en espacios sucios, expuesto a insectos y a la humedad.   

 

A todo esto se contrapone la existencia de un mercado funcional que gana más espacio en la vida de aquellas personas con familiares en el extranjero. En modalidad online y ofertando una extensa gama de productos que escasean en el resto de las tiendas de moneda libremente convertible (MLC) o en las casi extinguidas tiendas en pesos cubanos (CUP) existen hipermercados como Supermarket23 o MallHabana, donde ofrecen una manera de adquirir el pan de calidad, en la variedad que desee el cliente y sin limitaciones de cantidad. Acceder a estos productos de manera regular es impensable para los cubanos de a pie, sin embargo algunos trabajadores por cuenta propia, dueños de paladares, restaurantes o casas de rentas refieren que en ocasiones se han visto obligados a acceder a este mercado en busca de pan como única alternativa a la escasez y para no tener que cerrar sus negocios de manera definitiva.

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