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Panadero ausente: las aristas del hambre en Cuba

28 de marzo de 2023

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tra vez, el pan. Hay pocas cosas tan cotidianas, tan 

problemáticas, tan necesarias en Cuba como una hogaza de pan al día. El problema radica en que, para decirlo llanamente, los cubanos humildes no tienen otra cosa que comer entre almuerzo y cena que un pedazo de pan. El pan es como el índice Dow Jones para la economía familiar cubana. Sin pan no hay desayuno, no hay merienda escolar para los niños, no hay como quitarse el hambre de un día de trabajo en Cuba.

La misma prensa oficialista lo reconoce a fuerza de necesidad: “La situación del abastecimiento de harina a las panaderías es crítica. El país recibe uno o dos buques de trigo al mes, pero necesita tres o cuatro. En ese contexto, además de los recursos para materias primas y piezas o la situación del mercado mundial, influyen cuestiones relativas al factor humano”.[1]

Por supuesto no se habla del problema de base, que es la economía colectivista y el sistema totalitario en sí, pero se reconoce al menos que la situación es crítica. Para comprar pan “liberado” en la mayoría de las panaderías las colas comienzan a las 3 de la madrugada, no está asegurado que todo el mundo va a alcanzar una ración, que además es insuficiente pues incluso este pan, que no se vende a través de la cartilla de racionamiento, también está sujeto al sistema de asignación dirigida por el Estado. Un consumidor ofrece testimonio al periódico oficial Juventud Rebelde y lo explica:  

“Las colas a veces inmensas, detalla, y una buena parte del tiempo no alcanza el pan. En todo enero, en nueve ocasiones no pudimos comprar el pan, pues luego de ir varias veces no alcanzaba. Nada, el 30 por ciento de los días del mes. Pululan los vendedores clandestinos de pan, probablemente producido con la misma harina robada al pueblo, pregonando las bolsas con ocho diminutos panes a 150 o 200 pesos. Según la “oferta y la demanda”.[2]

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Estos “vendedores clandestinos” sin embargo, eran los que sostenían la demanda en las comunidades cubanas en los años pasados. Usualmente compraban pan al Estado y lo vendían a la población con algunos pesos de ganancia por barra. La población se beneficiaba y los precios eran justos de acuerdo con la percepción general. Con el agravamiento de la crisis estos panaderos desaparecieron del mapa económico nacional. Las personas se dieron cuenta de lo importante que eran para cubrir la demanda que la ración estatal no cubría. Aunque algunos negocios locales han tratado de producir con sus propios medios el pan, los resultados son insuficientes en calidad y cantidad, eso se debe entre otros factores a la falta de la tecnología apropiada y la escasez de insumos. Un panadero entrevistado por el periódico Escambray aclara:

“Para hacer un buen pan debes tener una harina de fuerza o de media fuerza con un gluten superior al 25 por ciento. Pero con harinas con un gluten del 20 por ciento o el 18 por ciento, como las que recibimos aquí la mayoría de las veces cuando son harinas nacionales, no se logra un pan con buena calidad. Las levaduras son microorganismos vivos, que a veces vienen también con mala calidad y el pan no explota, no crece, no hace volumen y queda achatado, con mal aspecto”.[3]

Sin embargo, algunos pequeños emprendedores se han atrevido a producir pan, con medios prácticamente artesanales, pero los precios del producto están muy lejos de la capacidad adquisitiva de la población. En estos momentos una barra de pan de unos 200 gramos cuesta 60 pesos  y los pocos panaderos ambulantes que quedan, aun así, no pueden satisfacer la demanda. Estos panaderos solían ser parte del paisaje sociocultural urbano hace algunos años; se les veía con su bicicleta y una caja de cartón distribuyendo en horas de la mañana y la tarde, cuando la demanda era más alta hacia dentro de las comunidades de la ciudad. Ahora mismo ver un panadero en una calle cubana es casi imposible, sobre todo en las provincias.

La falta de materias primas y de equipos para trabajar se suman a los pocos incentivos que existen para emprender en nuestra sociedad colectivizada. Sin lugar a dudas, el obstáculo mayor es el sistema centralizado de toma de decisiones que desmoviliza la iniciativa privada y coarta la capacidad de crear riqueza allí donde es más necesaria; función que solo el mercado puede cumplir con eficiencia y espontaneidad. La situación empeora por temporadas y las soluciones no son una prioridad del aparto estatal de toma de decisiones.

[1] Extremera, D. (2022) “El pan nuestro (II): Producción de harina en molinos cubanos, mercado del trigo, financiación y factor humano”. Disponible en: http://www.cubadebate.cu/etiqueta/panaderia/

[2] Rodríguez, J.A. (2023) “El pan nuestro de cada disgusto”. Disponible en: https://www.juventudrebelde.cu/columnas/acuse-recibo/2023-02-01/el-pan-nuestro-de-cada-disgusto

[3] Herrera, L. (2023) “Hacer pan no es como freír un huevo”. Disponible en: http://www.escambray.cu/2023/hacer-pan-no-es-como-freir-un-huevo/

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