Las crisis y la nación
22 de junio de 2023
I
nseguridad energética, hídrica y alimentaria, ¿cuál es el
es el impacto de este tríptico en el desarrollo de una nación? Aunque los apagones, el hambre o el escaso suministro de agua son los rasgos más evidentes, existen secuelas menos claras, que aunque se naturalizan o justifican como coyunturales, no son nada ligeras.
Un mirada a grupos de Facebook o Whatsapp, o un paseo por cualquier localidad cubana encuentra hartas referencias de las repercusiones que tiene el acceso incierto, fragmentado y desigual a los alimentos, al combustible limpio para cocinarlos o al agua tratada para beber. Los más notables de estos impactos con evidencias en la actualidad cubana son: la alta taza migratoria, y la precarización de la seguridad ciudadana, del desarrollo educativo y del bienestar en la salud.
Las rutas de migración subregional se han expandido según la crisis alimentaria, de combustible y financiera se profundizan, generando refugiados bajo estos principios.[1] El hastío, la incertidumbre, la desesperanza y la búsqueda de seguridades básicas y nuevas oportunidades son caldo de cultivo para el 3% de la población media cubana que decidió emigrar el pasado año. Solo hacia Estados Unidos, durante el año calendario de 2022 la cantidad de cubanos abandonando la Isla pasó de 54,818 (2021) a 313,488. La mayor parte de esta cifra corresponde a jóvenes en edad estudiantil y laboral, cuya balanza entre estabilidad, acceso a servicios básicos y emigración se decanta por esta última.[2]
Para los que deben quedarse en el país, por falta de recursos para emigrar, la realidad es más sombría al enfrentarse a otros fenómenos desencadenados por la multiplicidad de la crisis. La crisis alimentaria, como parte de los ciclos económicos del país, define el aumento de la criminalidad de forma drástica, porque uno de los factores esenciales que impulsan a delinquir es la incapacidad de cubrir necesidades básicas como la alimentación. Entonces se habla de la inseguridad alimentaria y su naturaleza “criminogénica”, término que distingue un sistema, situación o lugar que potencia o causa una actitud delictiva o criminal.[3] Hace pocas semanas, en un asalto en un domicilio en Santiago de Cuba se reportaba que los asaltantes habían sido descubiertos saqueando el refrigerador y la despensa familiar.[4] Asimismo negocios, granjas y dependencias estatales sufren de la extracción ilegal de bienes, o se nutren de transacciones dentro del mercado negro, la reventa, y el “acaparamiento”.
Ante la incapacidad de asegurar alimentos en instituciones educativas, la alimentación escolar también es un punto de retroceso generado por esta tríada. Durante el último año y medio la falta de reserva de alimentos en los almacenes estatales de la isla ha provocado la escasez de proteínas, vegetales y frutas. Actualmente, en la mayoría de los centros de educación primaria entrevistados por Food Monitor Program, se garantizan mayormente los carbohidratos, mientras que los almuerzos han llegado a componerse de arroz y pan, o harina y boniato.[5] Ante estas condiciones muchas familias optan por enviar a sus hijos con “refuerzos”, dígase una porción de proteína previamente elaborada en casa: “alguna carne, algún picadillo, una croqueta, algo para que ellos complementen el almuerzo que les dan”[6]. De igual manera la merienda escolar, y otros alimentos nutritivos y saludables que los estudiantes puedan recibir durante el período lectivo han quedado bajo la responsabilidad de sus padres. Ante esta realidad, siguen siendo mayoritarias las familias que no disponen de ingresos suficientes para garantizar diariamente “el plato fuerte” de sus hijos. Podemos encontrar al respecto testimonios en grupos como “Madres cubanas en Cuba y por el mundo” de Facebook:
“No hay pan, porque la panadería no siempre está a las 7:00 am para que puedas dar de merienda y desayuno, leche es un lujo incluso para los niños, el picadillo para niños es leyenda, el pollo ahora también está restringido, las compotas mejor ni hablar.”
“Yo tengo la dicha de poder ingresar a mi monedero casi diario más de 2000 pesos. Y no me alcanza porque la vida en Cuba se fue de nivel. Y todos los días me pregunto y rezo y pido por esas mamis q ganan 3000 o 4000 mil al mes cómo lo hacen, es imposible la cuenta no da.”
Además, la disparidad del consumo de los alimentos entre los niños que pueden traer un refuerzo de sus casas y los que no, también se nota en la comunicación entre los mismos infantes. Una cocinera de un centro estudiantil ubicado en Habana del Este comentaba para Diario de Cuba: “A veces un niño lleva algo para acompañar el almuerzo, unas chicharritas de plátano o una salchicha, y el resto de los alumnos le pide o lo mira con envidia. Da mucha pena eso”.[7] En los mismos grupos, varias madres aseguran haber tenido que decantarse por la opción más extrema, y no enviar a sus hijos a la escuela cuando no han podido asegurarles ni el desayuno ni la merienda, por falta de pan y otros alimentos.
La escasez de agua potable debido a falta de infraestructura también es un dilema presente en las escuelas. La inseguridad hídrica es palpable en estudios realizados por Food Monitor Program donde una mayoría de padres y tutores entrevistados afirman que, en la escuela de sus hijos, no existen fuentes de agua potable para beber o elaborar los alimentos, y que dependen de una cisterna no saneada para estas labores:
“Por esto, mi hijo se lleva todos los días dos botellas, que hacen en total un litro de agua. Esto le garantiza agua entre las 8:00 de la mañana y las 4:00 de la tarde, que es el horario en el que está en la escuela”.
“En general lo que se dice agua, no hay agua. No hay un lugar donde los niños se puedan lavar las manos antes de merendar, ni de almorzar, ni en cualquier otro momento que necesiten agua para asearse o para hacer cualquier trabajo.”[8]
En zonas residenciales este fenómeno también es frecuente. Una pesquisa reciente en Caimito, Artemisa, una residente aseguraba a FMP que tras los cortes de energía eléctrica y las lluvias: “El agua está llegando con mal olor y mal sabor. Desde entonces hay una ola de diarreas y vómitos. Mi esposo, que da varios viajes al pueblo en su bicicleta, trae agua potable desde allá en pomos de 5 litros, con eso cocinamos y bebemos. No podemos desconectarnos del sistema de acueducto por completo, porque una pipa de agua cuesta hasta 3 mil pesos y tampoco tenemos donde almacenar tanta agua. Por eso nos bañamos muy cuidadosamente y hervimos toda el agua con que nos vamos a bañar.” Otro vecino en la localidad comenta: “Suponemos que la contaminación proviene de las aguas albañales que corren por varios lugares del pueblo como consecuencia de los sistemas desagüe de aguas negras colapsados o mal construidos. En algunos casos las aguas putrefactas corren a lo largo de varias cuadras y en muchos casos coinciden con las tuberías de agua potable. De esta forma al no haber flujo de agua por las tuberías, las aguas negras entran por las conexiones o pequeñas fisuras contaminando las tuberías que van directo a las cocinas de la población.”
La inseguridad alimentaria, hídrica y energética también influyen directamente en el desempeño estudiantil y laboral en el país. Centros educativos o de trabajo reducen o suspenden jornadas por la falta sobre todo, de electricidad o de alimentos, entonces “dan la salida por interrupto”. Debido a la falta de combustible, varias universidades del país anunciaban el pasado mes de abril el cierre temporal de las residencias estudiantiles, el traslado a clases en plataformas virtuales, o la concentración de cinco jornadas en dos encuentros.[9]
Pasando al bienestar médico, la interseccionalidad de la inseguridad alimentaria, sobre todo en ciclos económicos con crisis periódicas como en Cuba, muestra la prevalencia de enfermedades carenciales. Las condiciones de salud surgidas o agravadas por la ausencia reiterada de proteínas y vitaminas indican en los adultos mayores entrevistados por Food Monitor Program una grave condición de vulnerabilidad. En varios casos, enfermedades como diabetes, gastritis, hipertensión, neuropatía periférica o neuritis óptica han surgido en las etapas de adultos jóvenes, hace más de veinte años, y se han agravado en la “tercera” edad, o sea, se han originado al cierre de la crisis económica de la década de los noventa con repercusión en la actual.[10]
Si consideramos que la población cubana se encuentra cada vez más envejecida por el decrecimiento poblacional y la ola migratoria, ¿qué garantías y recursos existen para el 37,5% de la población envejecida que se proyecta para el 2050 –según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe? ¿Qué profesionales estamos formando en Cuba cuando el aprendizaje se ve afectado por la falta de alimentos saludables en las escuelas, y el estrés y la incertidumbre de los padres en el hogar? ¿Cuánto civismo quedará en el entorno sociocultural del cubano donde “la lucha”, el “sálvese quien pueda” prima en las relaciones sociales más básicas y los sistemas de control y rehabilitación social se encuentran fracturados? ¿Cuánto cambiarán los índices demográficos y quiénes permanecerán para preservar lo que quede de la nación? Estas y otras interrogantes debemos plantearnos ante la crisis multifactorial que aqueja a Cuba.
[1] https://news.un.org/es/story/2022/06/1510262
[2] https://twitter.com/FoodMonitorP/status/1670165140736548864
[3] https://eltoque.com/inseguridad-alimentaria-y-delincuencia-el-que-no-roba-no-come
[4] https://www.14ymedio.com/cuba/Hieren-padres-sacerdote-asalto-domicilio_0_3545645408.html
[5] Ver Food Monitor Program,“La alimentación escolar en Cuba„ en: https://www.foodmonitorprogram.org/inicio-entrevistas-centro-de-educa//
[6] https://www.foodmonitorprogram.org/entrevista-en-la-escuela-no-hay-agua-potable
[7] https://www.foodmonitorprogram.org/columna-que-comen-los-estudiantes-en-cuba
[8] https://www.foodmonitorprogram.org/entrevista-en-la-escuela-no-hay-agua-potable
[10] https://www.foodmonitorprogram.org/copy-of-yo-no-tengo-a-nadie-que-me-//