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"La acera de enfrente”: clases sociales y alimentación en la Cuba actual

Por: Sergio Angel

05 de mayo de 2022

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política revolucionaria por más de sesenta años. Palacetes remodelados en donde residen embajadores, extranjeros o funcionarios privilegiados, junto a edificios derruidos, casas que se caen a pedazos y ruinas de lo que alguna vez fue un espacio habitable en donde residen los ciudadanos de a pie. 

El corto de Ricardo Figueredo “Rojo, amarillo y verde” (2020) retrata esta realidad en tres momentos: en rojo se presenta la historia de un padre que habla acerca de la muerte de su hija como resultado del derrumbe de un balcón en Centro Habana; en amarillo, se presenta la historia de una mujer mayor a la que se le prometió ser reubicada y que años después sigue viviendo en un edificio en ruinas; y en verde la creciente industria hotelera que construye edificios por toda la isla y brinda un paraíso solo accesible para los turistas.

 “La acera de enfrente” refleja esta paradoja de la cercanía, con la confrontación de las diferencias. Expresa la idea de que hay dos realidades enfrentadas, una de aquellos que viven con comodidad, mientras otros están al acecho de cada día. Una realidad que se encuentra de frente y que no es necesario buscarla, sino que todos pueden verla ante sus ojos; una realidad que divide a los que tienen acceso a divisas y remesas, de aquellos que solo viven de su salario, o su jubilación, y solo tienen acceso al peso cubano.

La infraestructura es el reflejo de una sociedad que vive en un entorno de carencias y que retrata la persistencia de una sociedad de clases. El socialismo que trajo la Revolución de 1959 con sus promesas de redención de los más pobres, instaló un nuevo capitalismo de Estado, en el que los funcionarios de alto rango son los privilegiados. Una casta que, en lugar de eliminar las clases, terminó por ampliar las brechas y profundizar las desigualdades, dejando como única alternativa de sobrevivencia: la migración o la dependencia de las remesas.

Aquellas palabras de Fidel Castro en la Universidad "Carolinum" de Praga con motivo del Doctorado Honoris Causa que se le otorgaría aquel 22 de junio de 1972, parecen contradecir la realidad de lo que hoy se vive en la isla. El entonces Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario sostenía que, “la actual generación tiene el privilegio de vivir en una época en que por primera vez el hombre lucha por suprimir definitivamente la sociedad de clases, por hacer desaparecer definitivamente los sistemas políticos de explotación del hombre por el hombre”.

Una sociedad de clases que, parafraseando a Rafael Rojas, entre 1954 y 1958 había invertido 92 millones de dólares anuales en la construcción de viviendas, tenía seis millones de cabezas de ganado, un consumo promedio de 2370 calorías diarias, un automóvil por cada 40 habitantes, un teléfono por cada 38, un radio por cada seis y un televisor por cada 25. Una sociedad con un Producto Interno Bruto de 2360 millones de dólares y un PIB per cápita de 356 dólares.

Una sociedad que con un poco más de 6 millones de habitantes, tenía 58 periódicos, 126 revistas, 160 estaciones de radio y 600 cines (más que en Nueva York) según anota Amir Valle, y que decidió empeñar su futuro para buscar un cambio. Un salto al vacío que se traduciría en malnutrición, destrucción del aparato productivo, rezago tecnológico y eliminación de todas las libertades, sin hablar, de la separación de familias y la migración masiva de ciudadanos hacia otros países.

Hoy, en una acera se encuentran aquellos que pueden acceder a las tiendas en MLC, pueden comprar en las tiendas virtuales, o acceder al mercado negro, gracias a que tienen acceso a divisas, mientras en la otra acera están los que siguen subsistiendo gracias a los productos que proporciona la libreta, asistiendo a los agromercados, haciendo cola por el pan y visitando las carnicerías para reclamar la cuota del mes. Las clases de antes se diferenciaban por el acceso a bienes y por los privilegios a los que se podía acceder, las clases de hoy se diferencian por el acceso y consumo de los alimentos.

“La acera de enfrente”, una iniciativa de Food Monitor Program, retrata las desigualdades de clase persistentes en la Cuba actual desde el entorno alimentario familiar a través de un recorrido fotográfico por las diferentes provincias de la Isla. La preparación de los alimentos, los espacios en los que se comparten los platos, las comidas especiales, las reservas de agua potable, los objetos y electrodomésticos que se usan para la preparación de los alimentos y los implementos de aseo son un fiel reflejo de las diferencias existentes en esta sociedad de clases que pretendió eliminar la explotación del hombre por el hombre y terminó siendo explotada por el Estado.

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as calles de La Habana son el reflejo de lo que ha sido la 

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