top of page

Fermín, un hombre que entiende de plantas

20 de diciembre de 2022

trasladar las posturas de árboles frutales de un lado a otro, mamey, naranja, limón y aguacate destacan sobre las demás. Su patio es particular, pero no niega el acceso a ninguno de los transeúntes que se interese por su trabajo. Sentado sobre una piedra, al pie de una mata de mango que le sirve para apaciguar el sol de las tardes, agrupa las bolsas con las plantas que va a injertar y ahí comienza la magia.

U

U

n cajón en la parte de atrás de su bicicleta sirve para

Pica por una parte, hace un pequeño corte por otro, empata y luego sella con un nylon, les pone agua, en caso de ser necesario y las coloca según la variedad. Frutales, cítricos o jardinería. Así una y otra vez hasta terminar la jornada. “Es cuestión de técnica y cuidado”, asegura, mientras enumera algunas de las ventajas de este proceso para los cultivos, entre las que se encuentran una mayor resistencia a las condiciones climáticas y a enfermedades o plagas de la zona. Aceleración del crecimiento y maduración de los frutos, e incluso la posibilidad de lograr un arbol de dos frutos distintos.

El municipio en que reside está ubicado al sur de la provincia Artemisa, una zona poco favorecida por las bondades agrícolas que ostenta el territorio y que lo hacen  útil en su mayoría para el cultivo de arroz y caña de azúcar, por lo que los pobladores dependen de las ferias agropecuarias estatales que se ralizan una vez por semana para obtener productos básicos para la alimentación diaria. Fermín prefirió crear una alternativa propia para dar solución al desabastecimiento de alimentos, y en un patio de unos 30 metros cuadrados aproximadamente, exhibe una amplia variedad de ciruelas, guanábanas, uvas criollas, una pequeña sección con varios tipos  de guayaba, marañón, naranja, lima, limones y por último los mangos, mameyes y plátanos. No los vende, sino que los utiliza para autoconsumo personal y del barrio en que vive. A veces intercambia parte de su cosecha por aceite u otros productos, por ejemplo, para el aseo personal.

El trabajo no ha sido fácil, en los últimos años escasean los bancos de posturas donde conseguir las muestras que desea injertar. La crisis migratoria y los casi nulos incentivos para el cultivo entre los jóvenes ha dejado muchos viveros en desuso. Así que la mayor parte del tiempo Fermín se las agencia a través de conocidos y amigos para conseguir los mejores ejemplares de lo que necesita.  La obtención de fertilizantes es puramente natural, a  través de abonos ecológicos elaborados con sus desechos. Intercala las horas de trabajo no remunerado económicamente, como  ayudante en un organopónico, que le permite además de incrementar sus conocimientos sobre las técnicas para el cuidado de sus plantas, obtener algunas semillas o muestras y de esta manera ir creando su propia provisión.

Injertar plantas ha sido su pasatiempo durante la mayor parte de su vida, ahora lo considera de suma importancia para sobrevivir a los tiempos que corren. Durante la etapa  más fuerte de pandemia y  aislamiento social dedicarse a sus plantas fue la manera en la que este hombre consiguió  permanecer en casa sin perder la cordura. Durante esos días entendió  que la batalla más importante, después de no contagiarse, era  el hambre y las políticas económicas que vinieron durante esos meses, y que hasta hoy corroboran su teoría.

Mientras labora es interrumpido sin descanso, a veces por los niños que vienen en búsqueda de una guayaba o chirimoya, un campesino que quiere contratarlo para injertar café u otras plantas , o bien por alguien que necesita un pepino o tomate para acompañar la comida. 

Con 73 años de edad, antecedentes de hipertensión arterial y diabetes, se incluye en el grupo poblacional de personas vulnerables. Por eso asegura que su mayor inversión sea un huerto donde plantó cúrcuma, jengibre, hierbabuena y una colmena de abejas que instaló en el tronco de una mata de naranja. Con estos productos suple muchas veces la escasez de medicamentos para aliviar gripes, resfriados y otras dolencias inmediatas. Confiesa que las plantas le han salvado la vida, encuetra en ellas su lugar de paz. Se nota en el amor que le pone a cada uno de los trabajos que realiza. Cada injerto se convierte en una especie de hijo que acompaña hasta el momento en que recoge su cosecha. Siempre velando que todo esté bien, le habla como si el árbol le entendiera y este responde dándole aquello que necesita.

Los injertos son una manera simple de acortar los ciclos de producción de algunas frutas y lograr variedades que de otra manera no se darían en el país. Esta habilidad se hace particularmente necesaria en un tiempos donde la comida y los insumos para producirla escasean notablemente. Aunque la práctica es asociada comunmente a las zonas rurales, las pequeñas ciudades también comienzan a incursionar en este proceso, pues el injerto puede intervenir en el proceso de crecimiento de la planta y esto ayuda cuando el espacio para cosechar es limitado.

Lea todas las columnas de Food Monitor Program  AQUÍ

bottom of page