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Alimentación ética y resiliencia: Testimonios desde Cuba

13 de abril de 2022

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a alimentación es una necesidad básica, pero se rige por 

preferencias y puede venir acompañada por motivaciones éticas, religiosas, medioambientales, o de salud. Algunas posturas provienen de tradiciones fundadas en identidades grupales, otras se desarrollan desde principios modernos, partiendo de activismos y conciencias de cambio. En momentos de desabastecimiento generados por crisis, conflictos o desastres naturales, conservar estas posturas resulta un reto. Entonces entran a jugar las bases de la cultura alimentaria, la capacidad de improvisación, ejercicios de resiliencia, entre otras formas de gestión social.

Abordar la alimentación ética en Cuba, en específico el veganismo y el vegetarianismo, puede tener varios matices. Aunque en La Habana existen colectivos que construyen estos estilos de vida con las condiciones que permiten su entorno citadino, existen muchos escollos para lograr una vida plena bajo los estándares que demandan estas líneas de nutrición. Aunque la alimentación ética trasciende la percepción de la alimentación, en Food Monitor Program nos enfocamos en el ejercicio del comer ético para revisar las condiciones que existen en la sociedad cubana para vivir en coherencia con esta conciencia y derecho. Una pesquisa entre varias personas vegetarianas y veganas, algunas activistas y otras no, con diferentes razones para seguir estos tipos de alimentación, desde diferentes sitios del país, nos permitió compilar testimonios con un fuerte contraste entre ellos. 

 

Muchos cubanos sin especificaciones alimentarias consideran que “la lucha” de conseguir comida cada día absorbe la mayor parte de su energía y recursos como para disciplinar o “restringir” aún más sus posibilidades. Sin embargo, cubanos que persiguen una alimentación ética la reafirman como una forma creativa, alternativa, pero sobre todo, como la posibilidad de vivir conforme con un estilo saludable, una política personal de vida, una actitud libre de crueldad animal que conforma un derecho político inherente a la vida cívica. 

 

Sin embargo, esta decisión no resulta fácil de sostener por diversos motivos. A la pregunta de qué productos se mantienen constantes en la alimentación, la mayoría de los entrevistados afirma no conservar muchos por la variación en la disponibilidad de productos en Cuba: “La búsqueda de alimentos para todo cubano resulta agotador, y para mi que tengo doble dieta [padece de colitis] es mucho peor. Es vivir prácticamente para sobrevivir y con la idea de qué sería ideal para comer y no poderlo conseguir porque no hay nada” (María, La Habana).

 

Los productos necesarios para una alimentación vegana o vegetariana no son consistentes en el comercio nacional ni parece existir una intención o voluntad gubernamental específica para suplir esta demanda, al menos no más allá de productos que respondan a requerimientos dietéticos (como para diabéticos o celiacos). Sobre las limitaciones en la oferta explica una habanera vegetariana: “Yo principalmente compro en las tiendas en MLC avena, leche de soya, cereales, pero como aquí nada funciona bien no es que haya variedad, y cuando la hay es sólo efímera y eventual. Antes de la pandemia existían algunos emprendimientos gastronómicos que vendían comida vegetariana de buena calidad, pero ya casi no queda ninguno.” (María, La Habana)

 

Una percepción común es la de asumir que en Cuba la comida vegetariana surge casi naturalmente por la propia precariedad en el abastecimiento, de ahí que se escuchen afirmaciones como “En los noventa los cubanos nos volvimos vegetarianos”. Sin embargo, frente a la pregunta acerca de si esta alternativa es realmente la más económica, una entrevistada responde: “De ser vegetariano, siempre se va a poder ser. Pero ser vegetariano y estar sano y alimentado ya es otra cosa mucho más compleja por diferentes factores. No se logra sin esfuerzo, porque no tienes a tu alcance la variedad de alimentos que necesitas. Yo diría que todo el dinero de un salario promedio se gasta en los alimentos, pero el desabastecimiento y la crisis no afecta solo a veganos o vegetarianos, es aplicable para todos los cubanos dada la situación en el país. Para ponerte un ejemplo, a pesar de la desarrollada comunidad de protectores y animalistas aquí, muy pocos evolucionan en esta dirección, la poca información y la escasa disponibilidad de alimentos son obstáculos difíciles de salvar” (María, La Habana). A la pregunta si el veganismo o el vegetarianismo pueden resultar opciones elitistas responden: “Para nada, en el grupo resolvemos con lo que compramos en el agro la mayor parte del tiempo. Ahora mismo en Cuba es más elitista ser carnívoro que vegano.” (Lidia, La Habana). 

 

Otros cambios en la percepción cotidiana que distinguen los tipos de acceso en esta alimentación incluyen: “No hago tanta cola, porque estas están destinadas a productos más deseados como huevos o cárnicos, pocas veces ves esas aglomeraciones en un organopónico, por ejemplo. También cuando sacas de tu dieta productos que son más caros por unidad, o cuando la carne se encarece por día o simplemente desaparece, la alimentación vegana repercute en menos estrés” (Gloria, La Habana).

 

En su mayoría los entrevistados sugieren una mayor prioridad a la producción nacional de frutas, vegetales y legumbres, tomando en consideración las condiciones climatológicas y los suelos fértiles de la isla. Ante la escasez de estos, los entrevistados dicen improvisar con lo que tienen. Por ejemplo, tratan de elaborar de forma casera los productos que consumen: “No hay, pero hay que crear, no queda de otra. Yo hago la leche vegetal con coco, por ejemplo, también con avena o ajonjolí (…) Hago hamburguesas de espinacas, de frijoles, de chícharos o garbanzos y de muchas otras cosas como zanahoria o acelgas. También hago croquetas de lentejas o de arroz y vegetales” (Lidia, La Habana). 

 

Otra forma de independencia es enfocarse en el alcance real individual: “Tampoco me permito crear expectativas muy altas, porque en Cuba tú no puedes pensar que en un mismo día vas a cocinar un plato específico y salir a buscar y encontrar todos los ingredientes. No es así, aunque peines toda la ciudad. Más bien parto de los alimentos que ya tengo a mano, y a partir de ahí reviso qué puedo hacer con ellos” (Gloria, La Habana).

 

Sobre otras estrategias de resiliencia comentan: “Es fundamental preservar, porque la mayoría de los vegetales son finitos en un espacio corto de tiempo, por eso hay que buscar formas de procesar, encurtir, secar al sol. Una de las primeras cosas que aprendí fue envasar al vacío, facilísimo, sin recursos elaborados, y muy útil para preservar tu comida” (Cintia, Matanzas). Otra estrategia ante el desabastecimiento ha sido la de intercambiar productos, ya sea ordenando un plato o recogiendo los productos normados, los entrevistados cuentan trocar productos en cafeterías, o en sus bodegas, con los vecinos – leche por yogurt de soya, por ejemplo.

 

Sin asideros de una identidad alimentaria estable en Cuba, otro obstáculo frecuente son los prejuicios que experimentan los que apuestan por una alimentación ética. Una entrevistada nos comenta: “Respecto a las falsas creencias, aquí hay mucho desconocimiento aún, sobre todo cuando sales de la Habana. Yo que me paso la vida en carretera paso bastante trabajo con ese tema. Sobre los estigmas yo estoy, por ejemplo, en un grupo de memes veganos en Instagram que es de España y ahí te das cuenta que los estigmas son universales. Lo mismo que les pasa a ellos allá nos pasa y nos dicen a nosotros acá” (Lidia, La Habana). Las falsas suposiciones que ridiculizan la alimentación ética suelen ser una fuente adicional de estrés para los vegetarianos y veganos, aunque superado por prácticas inherentes a una disciplina por el bienestar animal: “La presión social en Cuba es latente en este tema, el vegetarianismo es algo extraplanetario para el cubano de a pie. En mi caso algunas interacciones sociales sí me generaron incomodidad, sobre todo en una etapa en la que estuve vulnerable mentalmente, cuando comencé a rescatar animales en pésimas condiciones y a sufrir el dolor ajeno. Me deprimí mucho y sentí una impotencia horrible al darme cuenta de las condiciones de la sociedad actual. Pero esto me hizo reafirmarme en mi decisión y sentir orgullo de mi fuerza de voluntad (…) En Cuba no es nada fácil, eso aumenta la estima que tengo por los pocos que llevamos este estilo de vida” (María, La Habana). 

 

Hasta el momento en el país no existen programas estables que den cabida a formas de desarrollo de la alimentación ética como un derecho cívico. Son pocos los talleres, circuitos de encuentro o literatura que promueva o asista esta forma de vivir y comer en la isla. Algunos espacios y experiencias colaborativas son el grupo en Facebook CubaVegana donde se promueve el estilo de vida vegano, se comparten recetas y otro tipo de informaciones. Existen grupos de Telegram como “Veganismo en Cuba” y “Cubano Vegano”, que suman un centenar de suscriptores y donde se comparte información cotidiana, por ejemplo, cuando alguna tienda en la ciudad abastece avena o una farmacia tiene el suplemento vitamínico Polivit, también se comparten recetas y modos de suplir problemas de nutrición. Sin embargo, estos grupos tienen dinámicas inestables y no alcanzan a establecer iniciativas más allá de su actuar diario. Sobre la salud del activismo un testimonio sentencia: “No considero que sean suficientes los espacios de activismo sobre el tema, pero teniendo en cuenta que toda la energía y el ingenio del cubano se va en sobrevivir, bastante bien estamos” (María, La Habana).

 

En resumen, existe voluntad en la isla para perseguir una alimentación ética, a pesar del acceso inestable, del estrés para conseguir los alimentos necesarios y los prejuicios en torno a estos estilos de vida. Sin embargo, este interés está mayormente concentrado en la capital y ciudades cabeceras de provincias con mayor afluencia de turismo. Además, hasta ahora dada la limitada oferta a productos más específicos, las compras se concentran en tiendas en MLC y a precios elevados, lo que implica un acceso limitado a estos. Que el veganismo y el vegetarianismo logren posicionarse en la esfera pública como opciones viables e informadas para los cubanos dependerá de factores como una voluntad gubernamental para apoyarlos (en concepto de producción, importación, promoción) y una postura más activa de estos grupos como reivindicación política que comunique sus aspiraciones en un diálogo con la sociedad cubana.

 Esta información parte de un estudio de campo realizado en Cuba en los meses de marzo, abril y mayo aún en proceso. Próximamente Food Monitor Program publicará los resultados y testimonios en su web www.foodmonitorprogram.org.

 Los nombres de los entrevistados han sido cambiados según nuestra política de protección de datos.

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