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2023: Un nuevo debate para una peor gestión

24 de enero de 2022

que sea un año nuevo de verdad. Pero el panorama cubano se resiste: la herencia de 2022, uno de los peores años en las últimas décadas, sumada a la crisis generalizada que parte del problema estructural y sistémico, agrava la situación hasta límites insospechados.

El tema más recurrente en las calles, en los mercados, en los centros de trabajo, en los hogares cubanos y a la hora de servir la mesa, es el desabastecimiento y el hambre en Cuba. A la crisis alimentaria el gobierno, eufemísticamente, le pone por nombre “contexto complejo”. Los cubanos de a pie, llámenle como le llamen, sienten los efectos en el plato para comer, en el intento de mantener la dieta necesaria para los grupos vulnerables como son niños y ancianos, y en los precios de los productos que escasean cada vez más. Por ello es necesario recurrir, en los casos que aparezca la oferta, al mercado negro o al sector privado.

El año ha comenzado con el extenso análisis del plan y el presupuesto para el 2023, esta vez con una variante novedosa: hacerlo extensivo a los colectivos laborales. Durará hasta el 31 de marzo, fecha en la que habrá transcurrido el primer trimestre planificando. El Ministerio de Economía y Planificación describe ese panorama complejo como un tiempo caracterizado por el déficit fiscal, la inflación notable y vertiginosa, traducida en precios exorbitantes y la incapacidad para comprar los productos con los salarios y pensiones actuales, así como un elevado nivel de desabastecimiento. Todo ello se presenta en una lista de causas sucedidas por el recrudecido bloqueo económico, comercial y financiero considerado el principal freno para los programas de desarrollo del país. La excusa perfecta, colocada como una causa más dentro de la innumerable lista de deficiencias internas, mala gestión y puesta en práctica de políticas públicas. Dentro de ese panorama nefasto se traslada, esta vez a los colectivos laborales, el debate sobre cómo incrementar la producción. Como si se tratase de una decisión de los trabajadores organizados en un único sindicato estatal.

Es el método empleado para justificar las muchas causas no solo del fracaso de la economía cubana y de la crisis alimentaria, sino de un modelo de país: la falta de sentido de pertenencia. ¿Cómo tener sentido de pertenencia de algo de lo que no se es dueño? Mucho menos si ni siquiera son escuchadas las opiniones. Este mismo proceso de debates que se plantea ahora sobre cómo incrementar la producción, dicho sea de paso, deseo de todos, se realizó con los “Lineamientos de la política económica y social de la Revolución y el Partido ”  en el 2011 y con el borrador de Constitución de la República de Cuba en el 2019. Los resultados fueron “recogidos” en cada asamblea aunque en la práctica no se reflejaron en un cambio favorable y tangible para la sociedad ya que un elevado por ciento de contribuciones se desecharon por “no estar acordes a los principios del proceso revolucionario”.

La máxima revolucionaria de producir más con menos no ha dado ni dará resultados. Es una fórmula que ni en matemática permite tender a la positividad. Lo vemos en los planes de producción, en la calidad de los productos cuando se intenta cambiar la norma de fertilizantes, regadío o tiempo de cultivo. Lo vemos cuando se alteran las fórmulas en la industria para variar los ingredientes de los lácteos o derivados y terminamos ingiriendo productos más parecidos al consumo animal que humano.  . “Antes se comía, chico” -me dice reiteradamente mi vecina de 91 años, muy lúcida por cierto, cuando sacamos el tema de la alimentación en Cuba. Muchos creen que ellos, nuestros ancianos, han llegado hasta aquí por la base de su alimentación en tiempos de otros gobiernos que pensaban más en el pueblo y ofrecían más libertades, aunque no lo pareciera. Podemos comparar las producciones y logros cubanos antes de 1959 para, desgraciadamente, lamentarnos por no haber mantenido tales estándares de vida.

No vale el pretexto del enemigo externo cuando no hay sal ni pescado en una isla rodeada de mar. O cuando los campos reverdecen de marabú o los centrales y plantaciones de caña son fotos del ayer. No vale lanzar la pelota en el terreno ajeno. Es responsabilidad de los cubanos, y de quienes ostentan el poder, trabajar todos por una vida más digna, plena de derechos que incluyen, obviamente, el derecho a la alimentación en sentido amplio.

Más allá del debate sobre cómo incrementar la producción, que mágicamente no podemos solucionar los cubanos de a pie si no lo ha podido hacer el gobierno en décadas, podríamos abrir a consulta y debate abierto y amplio otros temas relacionados con la agricultura, las leyes de desarrollo agropecuario y las vías para empoderar al sector campesino. Estas podrían ser algunas propuestas:

• Derogación de la legislación vigente que impide la participación del sector privado (impulsor de la economía en múltiples sectores) en la agroindustria y el mercado en renglones como el tabaco, el café, el cacao, la caña de azúcar, la ganadería, entre otros.

• Aprobación de un marco jurídico que regule y organice la actividad agroindustrial y mercantil garantizando la igualdad de derechos y oportunidades. La intervención del gobierno debe ser facilitadora no impositiva.

• Creación de los mecanismos necesarios para la intervención del sector privado en todos los procesos agropecuarios desde la base, pasando por la fase industrial y la comercialización interna y externa.

• Focalizar el papel del gobierno en facilitar al máximo la producción agropecuaria del país según la comunión de intereses de los productores y consumidores a través de la flexibilidad entre la oferta y la demanda.

• Despenalizar el sacrificio de ganado mayor y de otros renglones de mar, aire y tierra teniendo en cuenta las regulaciones sobre el cuidado y preservación del medio ambiente.

Si colocamos a la persona humana en el centro de las dinámicas de la alimentación podremos pasar de los debates sobre un plan a una gestión que dignifique la vida, no que aumente la zozobra, la incertidumbre y, en resumen, disminuya su calidad.

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l 2023 ha iniciado, como cada año, con el viejo anhelo de

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