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Daniel y la ciudad

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El reciclaje de materias primas se ha convertido  en el modo de vida de muchas personas en el país, que necesitan un ingreso adicional a su pensión o al salario que reciben del empleo que tienen. Con el alza galopante de los precios algunos productos reciclados han aumentado también su valor siendo los más demandados el aluminio, el cartón, el vidrio y los plásticos, sobre todo pomos y botellas.

En vertederos y depósitos de basura se puede ver a cualquier hora a estas personas que comúnmente son llamados “buzos”, con carretillas y triciclos acopiando los materiales que luego venden por diversas vías en la ciudad.

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Daniel conoce bien la zona donde trabaja y sabe en qué horarios debe buscar en cada lugar específico. Le ha tomado el pulso a las comunidades por donde transita y es experto encontrándole utilidad a lo que otros desechan, pues hace reparaciones menores de las cosas que encuentra y les saca provecho.

A veces le sorprende el hambre en medio de la calle pero se las arregla tumbando mangos de las plantaciones que existen en algunas zonas públicas, donde la abundancia de esta fruta en los meses de cosecha atrae a personas como él y a muchos adolescentes que se trepan a las matas con la destreza que solo los crecidos en la Cuba de la escasez conocemos a fuerza de práctica y necesidad.

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A veces tiene suerte y acopia una buena cantidad para luego, asegurándose el suministro de unos cuantos días cuando otras fuentes de alimento escasean o resultan incosteables. No le gusta que le agarre la noche en la calle pues tiene miedo que le roben su carretilla, donde lleva sus materias primas y traslada otros bienes personales. A otros como él se las han robado “casi de las manos”, los malhechores han resultado ser jovenzuelos en busca de ruedas y ejes para fabricar carretillas de venta de productos del agro, porque en Cuba socialista hasta esas cosas tan elementales escasean.

Daniel vive de los despojos de la ciudad, se alimenta de sobras o de lo que puede. A veces pasa mucho tiempo sin comer, pero conoce cada árbol de frutas que existe en los linderos de la zona urbana y no es muy selectivo cuando tiene hambre. Él es uno más entre decenas de “recolectores” que han debido agenciarse por sus propios medios, una forma de sobrevivir en medio del colapso del régimen colectivista que ha abandonado a las personas como él.

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