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TESTIMONIO

Lo poco que hay va para la ciudad

Aunque el campo es el motor de cada sociedad, por su papel en el sistema alimentario nacional, pocas veces conocemos de testimonios de residentes rurales y productores agrícolas, alejados de las urbes como centro de poder. En Cuba, los campesinos son uno de los grupos socioeconómicos más silenciados. La dinámica jerárquica en el proceso de toma de decisiones, la falta de movilidad, entre otros mecanismos, subordinan e invisibilizan a este gremio justo en medio de una crisis alimentaria sin precedentes.

En la serranía central de la Isla, cerca del escenario donde se desarrolló la llamada “lucha contra bandidos”, el panorama hoy, para quienes viven de la tierra, es desolador. Un campesino del lugar nos comparte su experiencia, empezando por sus dificultades principales:

Aquí el problema principal es el agua, eso es lo más importante y sin eso no se puede hacer casi nada o nada en el campo, más en un país donde todo lleva agua porque los cultivos y los animales se han adaptado a eso desde que hay agricultura y ganadería aquí. (…) Por ejemplo las pipas que vienen de la presa aquí no alcanzan ni para empezar a regar un sembrado: ¿Cuánto tú piensas que consume de agua una caballería de plátano o de yuca o de maíz? Para no hablarte del arroz…

Sobre las oportunidades de apoyo y presiones que su gremio recibe por parte de las autoridades cubanas, que a través de la ANAP y otras instituciones burocratizan y controlan el campo, nos cuenta:

Imagínate que aquí hacen falta varias pipas al día para cualquier finca que tenga unos animales y algunos cordeles de vianda. Ahora eso te lo cobran al destajo[1] y si no puedes pagarlo te quedas sin agua. Después están los líquidos, pesticidas y plaguicidas, y el abono que no hay, y que cuando aparece está muy caro. Si tienes, lo compras cuando aparece, y si no “te quedas en eso”. El banco no te da un crédito ni un préstamo para que tú resuelvas tu problema, te lo resuelves tú mismo con lo que tengas o con ayuda de alguien.

Pregunta por aquí cuanto vale una mocha o un par de gomas de uso para el carretón. Las botas para el trabajo, la manguera para regadío; hasta los sacos se pierden para echar los granos y las viandas. Ahora tú coges y te llevas un carretón de plátano para la ciudad y le sacas unos cuantos miles de pesos, allí te compras un par de botas, unos metros de manguera, unas gomas viejas y un par de cosas más y viras sin un peso del dinero que ganaste.

Así tienes que seguir produciendo, que seguir trabajando, cuidando a tus animales, aportando y quedándote callado cuando tienes la razón. Uno debería poder tener aquí abundancia con la tierra y con el trabajo propio, pero no es así. Sin recursos no se puede trabajar, sin financiamiento no se puede aumentar una producción, aunque quieras y uno quisiera ayudar y poder hacer más, pero así es muy difícil porque prácticamente no te dejan avanzar.

Mira, el guajiro cubano es lo más noble que hay, porque sin herramientas ni condiciones te trabaja y se sacrifica mucho y hasta comparte lo que tiene, pero tú tienes que acordarte de que ese campesino también tiene necesidades y familia, y que hay que atenderlo, porque él lo necesita.

Sobre la producción y su comercialización el campesino afirma:

Casi que lo poco que se produce va para la ciudad porque dicen que es prioridad. Aquí hay campesinos que le han decomisado un camión de frijoles o de arroz y se lo llevan para la ciudad y nadie sabe que pasa con ese producto, dicen que lo venden a la población, pero cuando tú hablas con la gente de allá abajo te dicen que no ven los frijoles desde hace meses y que el arroz tienen que cogerlo en las MiPymes. ¿Entonces para dónde va? Yo no sé, pero yo pregunto.

 

[1] Valor por viaje que se cobra en el acto

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