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TESTIMONIO

Magalis y la reducción de la existencia para alimentar a los hijos pequeños

Magalis, una madre soltera que vive sola con sus dos hijos – una pequeña de 3 años y un niño de 8–, siente que tiene mucho que decir a las autoridades del país. Aprovecha la posibilidad del anonimato para expresar su sentir de madre que atraviesa una situación desesperada. Magalis tuvo un cargo hace muchos años en la dirección municipal de los CDR, pero ahora reconoce que ya todo en lo que ella creía entonces, dejó de tener sentido. Su situación personal le impide pensar en otras cosas que no sea ocuparse de sus hijos, su familia es de una provincia lejana por lo que no puede reunirse con ella más que una vez al año. En confidencia nos confiesa que ya no quiere seguir viviendo en Cuba pero no tiene vías ni dinero para emigrar, las razones nos las comenta confiando en que su identidad se mantendrá en secreto:    

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Son muchas cosas a la vez, mira el problema del círculo (guardería infantil estatal), cada vez que lo cierran por apagones o por alguna epidemia de algo, no puedo ir a trabajar porque no tengo quien me cuide a mi niña, la chiquita. Cuando no trabajo me descuentan el día y es un lujo que no puedo darme.

Ahora yo estoy sola, dependo mucho de las cosas que vienen a la bodega y lo poco que se da porque yo sí no tengo dólares ni quien me mande un combo de afuera. Por la empresa a veces venden lo que le dicen un módulo pero son carísimos y no traen cosas que relamente resulten buenas. Por ejemplo, en fin de año nos vendieron uno a seis mil pesos, que es más de lo que yo gano y lo que traía era picadillo de pescado, croquetas de pescado, un embutido de pescado también y galleticas con otras cosas que eran boberías. Con todo lo que genera la empresa, eso era para que lo dieran gratis, pero no es así. Se ha dicho en las reuniones del sindicato y nada.   

Para las cosas de la casa, imagínate que llego de la empresa, paso a recoger la niña en el círculo porque el varón me lo traen y se queda en casa de la vecina cuando es muy tarde. Tengo poco tiempo para hacer la comida si hay luz, si no hay tengo que usar el gas que me mantengo ahorrando para esos momentos. A esa hora es a inventar que voy a hacer porque el niño y yo comemos más o menos de lo que haya, pero la niña es muy mona y me pide compota y galleticas. Yo no tengo cómo comprarle galleticas y la compota es la que le dan por la bodega que no le alcanza. Le busco yogur y le doy en el desayuno un poco, las noches son las más difíciles para darles algo porque no hay de qué.

Yo gano 4600 y pico de pesos, y un cartón de huevos cuesta más de 3000 pesos. Aquí no puedo ni comprar carne, ni de pollo ni de puerco. Solo lo que sacan en la pescadería estatal, a veces claria, a veces croquetas o mortadella y eso. El huevo es así lo que más me resuelve, porque uno hace un revoltillo con un ají y un huevo y me alcanza para mí y para el niño.

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​Al ser preguntada sobre la situación del servicio básico de agua Magalis cuenta:

Mala, mala para no decirte que malísima. Aquí en esta zona llevamos mucho tiempo que no llega el agua suficiente tiempo ni para llenar los cubos, o los tanques, el que tiene tanque, porque yo no tengo tanque, no lo puedo pagar al precio que está en la calle (el tanque más pequeño, de 55 galones, cuesta en el mercado negro alrededor de 15 mil pesos).   

Ante la escasez de agua tengo que dosificar, inventar. No puedo limpiar a veces por más de una semana y paso el trillo (limpieza muy básica con poca agua), tengo que dejar el agua para la niña que aún se orina y para lavar ropita así y esas cosas. He tenido que irme al trabajo muchas veces sin bañarme, con un poco de agua para lavarme la cara nada más. A unas cuadras de aquí hay un salidero desde hace muchos meses donde se va el día entero toda al agua que hace falta aquí, pero nadie hace nada, es como si no lo vieran o como si no quisieran verlo.

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Retomando el tema del combustible para la cocción continúa:

 

El gas lo trato de ahorrar todo lo que puedo, pero muchas veces en la tarde noche tengo que calentarle el agua a los niños para bañarnos, esto más la comida y hervir el agua de tomar, que no viene limpia, no me alcanza. Lo otro lo hago con leña porque no tengo hornilla de carbón ni tengo para pagar un saco a mil pesos de carbón de ese que venden por ahí. Las ollas se pasan tiempo sin usar por los apagones, no puedo hacer frijoles ni nada que se lleve mucho gas, me da miedo quedarme sin gas como aquella vez de los apagones largos, que todo hubo que hacerlo con leña. Ahora no hay gas y lo tengo que ahorrar, además de privar a los niños de comer cosas y de hacer algún dulce que ni azúcar hay para hacerlo.

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Sobre cómo mantiene la dieta familiar Magalis reflexiona:

Arroz, alguna viandita, picadillo cuando hay, huevo cuando hay, col hervida o en salsa, boniato comemos bastante, puré de plátano. De vez en cuando una sopita de pollo que a la niña le encanta. Claria o croqueticas, el pan se los dejo a los niños para el desayuno y la merienda, yo muchas veces me voy con el café en la barriga nada más.

El caso de Magalis no es un caso aislado. Por el contrario, refleja la cruda realidad que enfrentan muchas madres trabajadoras y humildes en Cuba. En medio de la escasez, los problemas cotidianos y las crónicas dificultades económicas, se pone en evidencia la vulnerabilidad en aumento de hogares como el de ella.

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