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TESTIMONIO
Aurelio contra los avatares del trópico
Aurelio tiene 61 años y lleva casi su vida entera trabajando la tierra en una finquita. Sus padres cultivaron el mismo terreno sin ánimos de enriquecerse, pero como subsistencia familiar. No siempre dependieron de sus cosechas para sobrevivir, aunque últimamente invirtieron mucho tiempo y dinero en ello. En su opinión, el último huracán fue el peor. Yo no veía algo así desde el Charley en 2004. Arrasó con casi todo lo que teníamos, al menos mi casa se mantuvo bien. Mis matas de plátanos, que estaban a punto de dar fruto, fueron tumbadas por la ventolera la mayoría y enterradas bajo el agua y el fango. Ver todo mi trabajo y esperanza destruidos en tan poco tiempo fue un golpe que aún me estoy recuperando.
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No es solo la pérdida material lo que le duele a Aurelio. Es el sentir que todo el esfuerzo, el sudor y las largas jornadas de trabajo bajo el sol, no sirvieron de mucho. Ha intentado buscar ayuda: Fui a las oficinas del gobierno local aquí en Caimito para ver si podían ofrecerme algún tipo de apoyo. No pedía mucho, solo un poco de ayuda para volver a plantar y quizás algún préstamo, un injerto, cualquier cosa iba a ser agradecido. Pero lo que encontré fue indiferencia. Los funcionarios, me dijeron que no había recursos disponibles, que todos los guajiros estaban igual y que yo tenía que esperar.
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La espera es un lujo que Aurelio no puede permitirse. Cada día que pasa, su familia se enfrenta a más dificultades. El campesino cuenta sus esperanzas perdidas y la falta de motivación para un nuevo comienzo frente a la indiferencia burocrática y a un clima que arrasa: Me siento desamparado. La desesperanza me llega cuando miro los campos vacíos y pienso en el futuro incierto. No sé cómo vamos a sobrevivir los próximos meses sin una cosecha. Y lo que es más frustrante, es la falta de respuestas y de interés por parte de los que tienen el poder de hacer algo para el pueblo. Parece que nuestra situación no les importa, que somos invisibles para ellos.
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Aurelio remarca que no busca caridad, solo quiere una oportunidad para reconstruir lo que su familia ha perdido. Yo trabajo solo a guataca y machete, y lo haré por el resto de mi vida. No quiero enseñar mi cara, pero si te enseño una parte de lo que le pasó a mi finca. Por ahora, solo puedo aferrarme a la ilusión de que las cosas cambien. Hasta entonces, seguiremos combatiendo con lo poco que tenemos, intentando no perder la fe.