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Ernesto cría pollos a sus 78 años

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Mi nombre es Ernesto Govantes, tengo 78 años y vivo en una pequeña casa en las afueras de La Habana, en la barriada de Punta Brava. Cada día, me levanto con el sol y salgo a recoger sancocho para alimentar a mis pollos. La vida no ha sido fácil para mí, pero no me quejo.

 

Nací en una familia pobre y nunca tuve la oportunidad de recibir una educación adecuada. Estoy trabajando desde que terminé sexto grado. En aquellos tiempos, era más importante trabajar que estudiar. A pesar de las dificultades, y los problemas del país, siempre he trabajado duro para sobrevivir. Durante muchos años, trabajé en una fábrica de tabaco, pero cuando me jubilé, me quedé sin fuente de ingresos. Nunca me casé y vivo solo desde que mi hermana falleció hace diez años.

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Por las mañanas muy tempranito doy vueltas recorro las calles de aquí de la zona, buscando sobras de comida para alimentarlos. Tengo gente que me guarda solo el arroz que es lo que más les gusta a los pollos. A veces la gente me mira con lástima, pero no me importa. Yo prendo mi tabaquito, me hago el loco y sigo en lo mío.

 

Aquí todo el mundo lucha como puede. El Estado no proporciona suficiente ayuda a las personas como yo. El retiro que cobro es una miseria, se va en comprar aceite y tabacos. A veces, me siento olvidado y abandonado, no tengo familia. Pero yo sigo adelante, día tras día, alimentando a mis pollos con lo que recojo.

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Cada pollo que crío es una bendición. Cuando están lo suficientemente grandes, los mato para comer, o se lo vendo a algún vecino, también alguna gallinita para los santeros, esos son los que más me pagan. La verdad que no es mucho, pero es suficiente para mantenerme vivo, y poder mejorar mi dieta. Yo estoy fuerte como un toro, y nunca he hecho ejercicio.

 

Mi historia puede ser triste, pero no es única. Hay muchas personas en Cuba que, como yo, luchan cada día para sobrevivir. Pero yo no pido un peso, a mí nunca me vas a ver en una esquina mendigando. Mientras tenga fuerza voy a salir para la calle a resolver lo que se pueda.

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Yo sé que hay centros y lugares que se dedican al respeto y cuidado de la tercera edad. Un vecino me habló del Programa Nacional de Atención Integral al Adulto Mayor en Cuba, que busca garantizar esas necesidades. Cada pequeña acción cuenta y puede hacer una gran diferencia en la vida de personas como yo. A lo mejor me embullo un día y voy a las reuniones que se hacen en el círculo de abuelos de mi comunidad.

 

Espero que algún día la gente no tenga que recoger sancocho ni tener que criar animales dentro de su casa, ni botar basura por dinero como he visto a muchos. Hasta entonces, seguiré peleando, haciendo lo mismo. Porque a pesar de todo, tengo esperanza. Esperanza en un futuro mejor. Y mientras tenga esperanza, seguiré luchando.

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