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Los médicos recomiendan una dieta que no existe en el hospital

Masculino, 76 años, La Habana

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¿Qué diagnóstico tuvo de su padecimiento y cuánto tiempo estuvo hospitalizado?

 

Estuve veintiún días ingresado por un infarto.

 

¿Cómo valora su estancia y tratamiento en la institución de salud?

 

Tengo que decir que buena, si diría otra cosa miento. El tratamiento de los médicos fue excelente y verdaderamente me salvaron la vida. Sé que lo normal en este país es que el trato y la experiencia sea todo lo contrario, pero mi caso fue positivo

 

¿Puede describir la cantidad, composición y calidad de los alimentos que le ofrecieron durante su ingreso?

La alimentación es cierto que sí no fue tan positiva. Estaba mal elaborada, muy poca y no estaba acorde con lo que los médicos decían debía ser mi dieta. En el período que estuve hospitalizado la proteína que dieron fue básicamente pollo y en pocas ocasiones pescado, ni soñar con carne roja ni nada por el estilo. Dieron mucho picadillo de soya y sopas de arroz. Los potajes eran casi siempre de chícharo o frijol negro.

 

¿Tuvo otras alternativas de alimentación? ¿Cuáles?

 

Sí tuve otras alternativas ya que mi familia me llevaba comida y almuerzo. También en ocasiones meriendas. 

 

Al ser dado de alta, ¿necesitó de una alimentación especial para su recuperación en casa? ¿Pudo conseguirla?

 

Sí, al ser dado de alta los médicos me recomendaron comer mucha proteína y lácteos. Como es lógico para mí y mi familia, que es mi esposa también anciana y una hija de 50 años, es bastante difícil, por no decir imposible conseguir todas esas proteínas, y los lácteos ni soñar. El altísimo costo de los alimentos, y lo poco que gano como jubilado me hace eso casi imposible. Por lo tanto, tengo que seguir comiendo lo que pueda conseguir

 

¿Se ha visto afectado o empeorado su estado de salud por la dificultad en el acceso a alimentos sanos? Explíquenos su experiencia al respecto.

 

Claramente, aunque a simple vista quizás sea imperceptible, el no llevar una dieta adecuada para alguien infartado, primeramente, y luego de la tercera edad, disminuye la calidad de vida sin lugar a dudas. Lo normal sería que yo pudiera comer lo que necesito, pero la realidad impone lo contrario, y al parecer no voy a ver con vida el cambio para bien. 

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