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La vida se ha vuelto una crisis

Beatriz vive en La Habana, tiene 73 años y vive sola.

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¿Qué consideraciones tiene sobre la canasta básica que recibe? ¿Por qué?

Eso ya no es ni la sombra de lo que era. La libreta es un chiste, claro que no me alcanza. El arroz viene con bichos, el frijol es piedra nada más y el aceite, cuando viene, es un chorrito que no alcanza ni para freír un huevo.

El pan de la bodega es una cosita que se te deshace en la mano. Y ni hablar del huevo, hace meses que no lo veo. Una tiene que inventar o se muere de hambre. La calidad de los alimentos que puedo conseguir con mi pensión es malísima. El pan viene ácido, el café es chicharro. He visto azúcar con pedacitos de metal dentro. Igual hay que comerse las cosas, usarlas, no hay oportunidad de ponerse meticulosos con nada.

Lo único que te puedo decir es que algo es algo. Pero no te creas que con eso una vive. Hay que resolver por donde sea o no llegas a fin de mes. Es una lucha y un estrés constante. Si no es porque yo vendo dulces, no me da para comprar cosas por la calle. Con lo de la canasta no se hace mucho, y las cosas por ahí están súper caras. Se demoran mucho en llegar los productos, eso es lo más molesta a la población, las caras de la gente cuando salen de la bodega o la carnicería, es que se ve que están a punto de explotar.

 

Yo prefiero ni pensar en esas cosas, me sube la presión nada más que recuerdo que mi jubilación no da para comprar ni un cartón de huevos.

¿Cómo es el cuidado y las atenciones que recibe de parte de miembros del hogar, en cuanto a alimentación?

Yo vivo sola. Mi hijo está en el extranjero y mi hija vive en Pinar del Río. De vez en cuando me mandan algo, pero ya tú sabes cómo está la cosa. Así que me las arreglo como puedo. Los vecinos a veces me traen un huevito, una colada de café, hasta leche me han traído.

 

¿Recibe algún tipo de apoyo o asistencia de vecinos o miembros de la comunidad? ¿Cómo lo describe?

Bueno, aquí en el barrio nos ayudamos entre todos. Yo hago arreglos de ropa y dulces, y los cambio por otras cosas. Por ejemplo, la vecina del frente me trae huevos y yo le arreglo la ropa de los nietos. Ajunto sus uniformes y ella me comparte alguna cosita, así vamos tirando.

 

Pero del CDR ni me hables, esa gente no sirve ni para hacer bulto. Y el delegado, ese es un fantasma, aparece nada más para las elecciones, no me siento ni ayudada ni representada. Estamos a la buena de Dios.

¿Cómo es normalmente su dieta diaria? (cuántas comidas realiza, composición)

 

Aquí se come lo que aparezca. Por la mañana un pancito con café, si hay. Al mediodía, arroz con lo que Dios mande, a veces frijoles, a veces un huevo. En la noche, si sobró algo del almuerzo, sino un pan embarrado con algo. Cocino una vez al día nada más, para ahorrar gas. Y los domingos, si la cosa está buena, me hago un congrisito con un pedacito de pollo, para darme un gusto.

Yo sé que no me alimento bien, yo sé que estoy maltratando mi salud y que a mediano plazo me las cobrará, pero no hay contemplaciones, no estoy para ver si como saludable, estoy para comer y ya. Si no hay recursos para otra cosa una trata de continuar viviendo.

¿Qué sentimientos y emociones experimenta cuando piensa en su dieta diaria?

 

Te voy a ser sincera, a veces me dan ganas de llorar. Una trabajó toda la vida para terminar así. Me siento como un búcaro, estática sin hacer nada que no sea sobrevivir. He perdido peso, parezco un alambre. Para colmo, a veces me dan mareos por la falta de comida.

 

Decepción es la palabra más dura y cierta que puedes escuchar de mi boca, a mí no me gusta hablar de estas cosas, bastante he hablado. De todo esto se tiene que hablar bajito, porque aquí cualquiera para resolver una jaba, te echa pa” lante

¿Cómo se siente respecto a las políticas y decisiones del gobierno en materia de alimentación?

 

Este país está mal gobernado, no hay una sola decisión que salga bien, que una vea progreso. No hay seguridad para los ancianos, somos la mayoría en Cuba y no nos cuidan como merecemos. Es que le zumba el mango, si para los viejos no hay país qué quedará para los jóvenes, por eso todo el mundo quiere irse. Yo le tenía fe a que el Estado se iba a encargar y que esto solo era una crisis pasajera, al parecer me equivoqué, esto pinta para un segundo Periodo Especial, ya hasta peor está. Una vivió la crisis de los noventa, ahora al final de la vida vive una crisis aún peor, la vida se ha vuelto una crisis.

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