“¿Y ahora qué?” Continúa la inseguridad alimentaria en Cuba
07 de enero de 2025
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a crisis que actualmente atraviesa Cuba ha escalado a niveles
alarmantes, sumergiendo a la población en un estado de desesperación y ansiedad. Casi concluyendo el año 2024, una actualización es necesaria; sobre todo, se debe comprender que la complejidad alimentaria y de desarrollo normal para la mesa de cada cubano es una problemática constante.
Los meses de octubre, noviembre y diciembre han visto el resultado de una combinación de factores económicos, sociales y climáticos, llevando a una pregunta que resuena en cada rincón: “¿Y ahora qué?”. Luego de ciclones, apagones nacionales de más de 96 horas sin respuestas para un pueblo que tuvo que cocinar la poca comida que permanecía en sus refrigeradores o ver cómo parte cuantiosa de esos alimentos se pudría en sus propias casas, queda poco que salvaguardar... El cubano está sobreviviendo como puede.
Las personas en Occidente (Artemisa y partes de La Habana, Mayabeque y Pinar del Río) tuvieron que sufrir otro corte de electricidad a razón del huracán Rafael. Desde dos días en algunas zonas de la céntrica barriada del Vedado, hasta más de diez en Caimito, Guanajay o Artemisa. Hoy, a más de un mes del paso del huracán, muchos poblados siguen sin corriente eléctrica. La pregunta se mantiene luego de observar cómo no sucedió nada ajeno a la resignación. Si pierdes toda tu comida, si no tienes corriente para siquiera echarte aire o tomar agua fría, si las aguas albañales y la basura proliferan por doquier, y la gente no mueve un ápice, ¿qué falta para que las cosas cambien?
A lo anterior, se añade el descenso en la producción agrícola. Esto se traduce en una oferta reducida de productos básicos, lo que ha llevado a que los precios se disparen y a que muchos cubanos no puedan acceder a alimentos esenciales como el arroz, los frijoles, la carne, el tomate; pues, por ejemplo, una libra de tomate puede costar 1 000 pesos cubanos y un cartón de huevos de 3 000 a 3 500 pesos cubanos. Eso significa que, si una persona compra una libra de tomate y un cartón de huevo, estaría gastando más del doble del salario mínimo y la equivalencia a 14 dólares en el mercado informal de divisas.
Este escenario se ha vuelto aún más sombrío con el reciente paso del huracán Rafael, que devastó la provincia de Artemisa, una de las regiones agrícolas más importantes de Cuba. Las lluvias torrenciales e inundaciones arrasaron cultivos enteros y causaron daños significativos a la infraestructura agrícola. Cultivos como los del plátano, la yuca, el frijol y el arroz fueron muy afectados. Asimismo, el diario Granma afirmó que, en esta provincia, fueron dañadas diez de las once máquinas de riego y se perdió todo el tabaco sembrado. En los cafetales, se reportaron afectaciones en 357 de las 640 hectáreas sembradas, con pérdidas de 1 800 latas de café goteado. La fábrica de harina de yuca de la empresa de cítricos Ceiba perdió la cubierta y se registraron daños en la estructura de 8 de las 38 casas de cultivos.
En medio de esta crisis alimentaria, la situación se ha visto agravada por los cortes de energía a nivel nacional. Durante varios meses —e incluso años—, millones de cubanos se han visto afectados por apagones prolongados, que no solo han interrumpido la vida cotidiana, sino también han tenido un impacto devastador en la conservación de los alimentos. La falta de refrigeración ha llevado a que muchos hogares pierdan la poca comida que tenían, aumentando la desesperación en un contexto ya crítico.
Los apagones han afectado tanto a los hogares como a las pequeñas y medianas empresas. Muchos emprendedores han tenido que reducir su producción debido a la falta de electricidad; lo cual ha profundizado la crisis económica que ya enfrenta la Isla.
La crisis humanitaria y alimentaria que atraviesa Cuba es alarmante. Esto se traduce en una creciente desnutrición, especialmente entre los niños y las poblaciones vulnerables. El acceso limitado a alimentos nutritivos conlleva a un aumento en los casos de desnutrición infantil, una situación que debería ser inaceptable en cualquier sociedad.
A medida que la crisis se agrava, la frustración entre la población crece. Muchos cubanos se sienten impotentes ante la falta de soluciones efectivas por parte del Gobierno. Las promesas de reformas y medidas para abordar la crisis alimentaria han sido insuficientes. Las imágenes frecuentes muestran personas cocinando con carbón, pueblos enteros apagados como si de un apocalipsis se tratase, carteles de “No hay”, basura por todas partes y muchas otras postales deprimentes.
La situación actual en Cuba es un llamado a la acción. La población cubana merece un futuro donde no tenga que preocuparse por la falta de alimentos o la inseguridad. La pregunta “¿Y ahora qué?” no solo es un grito de desesperación; es un llamado a la unidad para construir un futuro más esperanzador. El 2024 cierra como otro año más de crisis, en el que la insuficiencia gubernamental para gestionar la situación ha sido el leitmotiv del país.