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Vendedores avispados y huevos ocultos en la basura

30 de abril de 2024

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a escasez de alimentos en Cuba es una de las grandes causas

del surgimiento de un mercado negro que funciona en paralelo e incluso mejor que las vías formales. En cada localidad, hay al menos un vecino que “busca, vende o revende” alimentos y no hay cubano que alguna vez no haya recurrido a esta ruta de acceso para su aprovisionamiento.

Sin embargo, la procedencia muchas veces ilegal de los productos, los precios no normados y/o el miedo a recibir una multa y decomiso por los inspectores estatales se han convertido en razones convincentes para que los vendedores pongan en práctica disimiles trucos para esconder su mercancía de los ojos indeseados. Los más “avispados” utilizan como ninjas cualquier ventaja de su entorno, aunque para ello se comprometa la higiene y seguridad sanitaria del producto.

Entre estos artículos se encuentra el huevo, uno de los víveres más codiciados actualmente en Cuba, con un precio creciente, aunque inferior que otras alternativas de “plato fuerte”. La carencia de otras opciones lleva a muchos cubanos a elegirlo como su principal fuente proteica, pues incluso el pollo alcanza precios que dejan de ser razonables para miles de hogares. Como cuenta un padre de familia:

“Con 3 000 pesos no te alcanza para comprar un paquete de 10 libras de pollo. Incluso si lo compras por libras, ¿cuántas comidas puedes hacer con 4 o 5 muslitos? En mi hogar somos 5, compramos huevo y tratamos de aprovecharlo al máximo. Pollo solo comemos cuando llega por la libreta porque ya ni en el módulo nos llega”.

Una vez al mes, justo cuando llegan los huevos correspondientes por la bodega, se pueden conseguir también en el mercado irregular: el cartón oscila entre los 3 000 y 3 500 pesos.

Lo normal es que cada huevo llegue sucio a los almacenes estatales, con restos visibles de excrementos de gallinas. De ahí, pasa a manos de los comerciantes callejeros y, a veces sin pregonarse, se ofrece sin haberlos limpiado; una tarea que, para ambos proveedores, toca a los consumidores.

Pero, ¿qué pasa cuando se esparce la voz de que hay un inspector en la zona y de sorpresa el comerciante debe esconder la evidencia? Esa respuesta es la denuncia recibida de una vecina de Santiago de las Vegas, quien, luego de comprar su cartón de huevos, presenció un acto cuestionable.

“Terminando de pagar los 3 000 pesos que me costó el cartón, se armó un corre corre y todos los vendedores comenzaron a recoger sus cosas. El muchacho de los huevos se guardó el dinero en el bolsillo y cogió los tres cartones que le quedaban, los puso en medio de la basura y los tapó con dos pedazos de cartón del mismo tacho. Esos huevos eran para asegurarle el desayuno a mi nieto de 5 años… No recuperé mi dinero, me tuve que comer yo los huevos porque no se los iba a dar al niño ni me podía dar el lujo de botarlos, y ahora no le compro más a ese vendedor”.

Es bien sabido que el cascarón del huevo es poroso, por lo que su manejo e higienización debe ser con cuidado para evitar la contaminación, pues incluso el jabón puede dañarlo. Pero no se trata solo de este caso puntual con el huevo. Este tipo de escenarios, en los que se manipula de forma incorrecta los alimentos, se exponen en condiciones antihigiénicas o no se conservan con las condiciones necesarias ha sido siempre uno de los grandes problemas que enfrenta el cubano al comprar por esta vía.

Ya el almacenamiento incorrecto y fuera de refrigeración del huevo puede aumentar significativamente la presencia de salmonela en el producto. También debemos sumar cualquier bacteria, e incluso hongo, que se encuentre en la basura y que llegue directamente a nuestras cocinas. Tras años de carencias, pareciese que la propia cultura higiénica del cubano ha pasado a un segundo plano. Inquiriendo a un vendedor sobre la calidad de su producto, asegura que: “Toda la vida se ha comido así y no le hace mal a nadie”.

El mercado negro ha sido durante muchos años la primera fuente de acceso al alimento para la gran mayoría de cubanos y sigue siendo la opción principal cuando se quiere comprar algo “extra” a la cada vez más escueta oferta estatal. Sin embargo, su informalidad lo convierte también en un espacio sin normas en el que, muchas veces, ni siquiera se sabe lo que se está comprando. Cuando a esto se le suma el juego del gato y el ratón que los vendedores mantienen con las autoridades, puede entenderse el hecho de esconder alimentos en la basura. Tal y como relata un testigo:

“Los vendedores de huevo no suelen mostrar su producto o suelen tener solo un cartón en sus manos. De esta manera, pueden disimular ante un inspector que los requiera. La mayoría de los productos los guardan en lugares cercanos. A veces la casa de un conocido es el lugar elegido, pero para ellos da lo mismo una casa que tras un contenedor de basura”.

Consultando con diferentes personas a pie de calle, se contrasta una realidad llamativa. Casi todos coinciden en que esconder huevos en la basura es antihigiénico; pero, al mismo tiempo, concuerdan en que, si no los compran, ¿con qué se alimentan?

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