Un año seco: el colapso de la red de distribución de agua potable y las alternativas ciudadanas
21 de enero de 2025
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l año 2024 terminó en Cuba con un negativo saldo de
problemas y soluciones que nunca llegaron para la población: escasez de alimentos de todo tipo, de medicamentos e insumos para el hogar, largos apagones de más de 20 horas durante varios meses consecutivos, inflación sostenida, sucedida por una drástica pérdida de calidad de vida para los trabajadores, pensionados y poblaciones vulnerables. Todo este panorama, agravado con un aumento de la represión y un recrudecimiento de la legalidad comunista para evitar manifestaciones públicas de descontento o actos que pudieran ser considerados como “disidentes” por el aparato represivo.
En 2024, la ciudadanía debió recurrir a prácticas medievales de cocción de alimentos y el “mercado” del carbón y la leña seca floreció de nuevo entre una famélica población, avejentada y dócil, que permanece inerte mientras el régimen comunista colapsa lentamente por su propio peso.
Sin embargo, de todas las calamidades que padeció el pueblo de Cuba en 2024, la más desafiante fue, sin dudas, la escasez de agua potable. Como todos sabemos, el acceso al agua potable es el elemento crítico de supervivencia para cualquier comunidad humana. Cuando esta comienza a escasear de manera sistemática, repuntan de inmediato en los barrios y localidades las enfermedades gastrointestinales, contagiosas y dermatológicas, entre otras. La higiene personal y de los alimentos se vuelve un reto que no todas las familias pueden vencer y, por tanto, aparecen prácticas insalubres que se extienden rápidamente a falta de otras soluciones al problema de abasto de agua.



Para que se tenga una idea, existen localidades al interior de Cuba donde no se recibe agua potable distribuida por la red desde hace más de 8 meses. Roturas graves en las conductoras, por donde se despilfarran decenas de miles de litros diarios, impiden que el servicio llegue a algunas comunidades urbanas que no tienen más remedio que depender de las pipas que el gobierno provincial despacha de forma muy esporádica hacia aquellos lugares donde la situación se ha vuelto insostenible.
Por supuesto, el abuso, la corrupción estatal y las ilegalidades están a la orden del día, pues las familias desesperadas recurren a cualquier recurso disponible para abastecerse. Se ha afianzado un mercado de ilegalidades o “zonas grises” en la legislación, toleradas como medidas desesperadas para que la población pueda acceder al agua. Algunas de estas prácticas incluyen, por ejemplo, la perforación de pozos en lugares públicos no autorizados, la instalación de redes parásitas a las tuberías conductoras, la instalación de tanques elevados ilegales conectados por medios no seguros a las tuberías de abasto y la fabricación de cisternas en zonas contaminadas o peligrosas.
Estas opciones tampoco están disponibles para toda la población necesitada, pues los precios son prohibitivos. A continuación, exponemos algunos costos que conocemos de primera mano y hemos contrastado con muchas fuentes que han “precisado” estos “servicios”:
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Perforación y fabricación de pozos: 40 000-50 000 CUP.
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Fabricación y colocación de tanque de hormigón en altura: 45 000-60 000 CUP.
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Fabricación de cisterna de diversas capacidades: 30 000-150 000 CUP.
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Colocación de tanque plástico de diferente volumen métrico en estructuras de sujeción o carga: 25 000-40 000 CUP.
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Instalación de tubería parásita: 15 000-35 000 CUP.


Estas acciones se llevan a cabo por trabajadores de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, que hacen los trabajos “por la izquierda”; mientras los albañiles y plomeros particulares contratados deben tener algún “contacto” en esta mencionada empresa para determinadas acciones de perforación o instalación en las tuberías maestras.
A plena luz del día, delante de los ojos de los vecinos que no pueden costear una instalación de más de 20 000 CUP, se realizan las labores sin que inspectores estatales o la policía aparezcan en la escena. Para una instalación común se necesita romper la calle, abrir huecos y zanjas de más de un metro cúbico en ocasiones, roturar amplios tramos de aceras y contenes, perforar tuberías de acero galvanizado de gran porte, con ruidosos equipos de construcción que, “misteriosamente”, nunca llaman la atención de las autoridades locales. Para las familias beneficiadas por este complejo engranaje de corrupción e ilegalidad tolerada, es una bendición que ocurran hechos así, ya que no tienen otra forma de asegurarse un suministro más o menos constante de agua o una fuente de depósito para almacenar.
En algunos casos presenciados de primera mano, se ha hecho patente la incomodidad de vecinos que no pueden sufragar un gasto semejante y que se sienten afectados por estas prácticas. Existen razones concretas para tal preocupación, pues, luego de algunos de estos trabajos, ocurren salideros ocasionales y caídas de presión en determinados tramos de las tuberías donde antes no ocurrían; además del daño a las aceras y calles que afectan a quienes tienen vehículos o padecen algún tipo de limitación motora por edad o enfermedad. Es un hecho comprobado que estas prácticas han creado enemistad y división en nuestras comunidades.


Además de los elementos concretos mencionados, existen factores subjetivos. Recordemos que la narrativa oficialista cacareada hasta el cansancio en los medios propagandistas del régimen asegura que “nadie quedará desamparado” y que no existen privilegios injustos en la “sociedad socialista” cubana. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario. Quien no posee divisas, negocios o ayuda desde el exterior debe conformarse a vivir con lo poco que el Estado es capaz de proveer para una subsistencia francamente miserable, en condiciones de privación y escasez permanente.
El problema del acceso al agua potable y el colapso gradual de las redes de distribución pública es una cuestión de supervivencia para todos, no solo para quienes poseen los recursos necesarios para su solución. Una vez más, se pone al descubierto cómo el igualitarismo forzado es, a la larga, ganancia para algunos y pérdida para otros. ¿De qué manera un adulto mayor pensionado, una mujer sola con hijos, una familia de bajos ingresos, van a financiar este tipo de soluciones a un problema tan grave? No tienen cómo hacerlo.
Se ha terminado un año oscuro en Cuba, que debió “ser mejor”, según la dirigencia impuesta en el país por medios violentos; un año que ha costado mucho a la población en general y de manera especial a los vulnerables y adultos mayores. Las perspectivas para el comienzo de este segundo cuarto de siglo a partir de enero de 2025 son aún peores.