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Romantización de la pobreza: el hambre detrás de la propaganda

17 de septiembre de 2024

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   uando en 2022 el teólogo brasileño y acérrimo aliado del 

régimen Frei Betto sugirió freír cáscaras de papas como un aperitivo ingenioso para los cubanos, quizás jamás pensó —o sí— que este tipo de discursos se volverían repetitivos en los medios oficiales. En el contexto cubano actual, la propaganda estatal ha promovido la narrativa de la “resistencia creativa” como una forma de destacar la innovación culinaria de la población. Sin embargo, esta perspectiva oficial contrasta marcadamente con la realidad vivida por muchas familias que recurren a estas prácticas no por creatividad, sino por desesperación.

 

La ironía de la “resistencia creativa” radica en su presentación como un logro de la inventiva popular, obviando el hecho de que es una respuesta a la escasez crónica por la que atraviesa el país y tuvo su germen durante el Período Especial en la década de 1990. La falta de alimentos básicos ocasionada por la repentina caída en las importaciones llevó a los cubanos a idear alternativas desesperadas para llevar un plato a la mesa. De ahí salieron ingeniosas recetas como el picadillo de cáscara de plátano o el pan de harina de boniato, por solo mencionar algunas.

Aunque muchas de estas prácticas nunca han desaparecido hasta la actualidad, resulta preocupante la representación de la escasez como una oportunidad para la innovación, ya que se ocultan las fallas sistémicas y se refuerza la imagen de un pueblo unido y resiliente. Dicha narrativa es una construcción que no refleja la complejidad y la dureza de la vida cotidiana en Cuba, pues existen otros modos de supervivencia que se alejan de los estándares establecidos por el Gobierno. Sobre esta temática, Food Monitor Program ha registrado casos inéditos como la racionalización de los alimentos o el uso de jarabes médicos como alternativa al azúcar.

Por otra parte, la exaltación de la resiliencia sirve para perpetuar un ciclo de dependencia y conformismo. De este modo, cuando se glorifica la capacidad de adaptación de la población, se minimiza la urgencia de cambios estructurales que podrían resolver las causas de la escasez. En este sentido, el discurso oficial, al centrarse en la creatividad individual, desvía la atención de la responsabilidad estatal en la provisión de recursos básicos.

Este fenómeno se profundiza cuando se considera el impacto psicológico de esta propaganda en la población. La constante celebración de la “resistencia creativa” busca la internalización de la escasez como una condición normal y aceptable. Lo que bien podría llamarse “romantización de la pobreza” empuja a un estado de precariedad. A su vez, le resta capacidad para exigir mejoras sustanciales en sus condiciones de vida, perpetuando la falta de soluciones efectivas.

En última instancia, este enfoque sesgado de la realidad cubana es un indicador de la capacidad del régimen para manipular la narrativa a su favor; la cual, lejos de desmerecer la capacidad de los cubanos para adaptarse a circunstancias difíciles, muestra la glorificación de esta adaptación como un fin en sí mismo. Ejemplos de este tipo de discursos, como la sustitución de la harina de trigo por harina de yuca, son frecuentemente mostrados en los medios oficiales como testimonios de la resiliencia del pueblo y no como lo que realmente son: una muestra más de su mala gestión económica.

Mas, la recepción de estos discursos entre la población es a menudo de escepticismo, resignación y, en no pocas ocasiones, son vistos como “ridículos”, pues muchos cubanos reconocen que se alejan del sentido común. Para ilustrar esta realidad se pueden citar numerosas anécdotas y comentarios de ciudadanos que, a través de redes sociales y conversaciones cotidianas, expresan su descontento con la exaltación de estas “recetas”, ya que trivializan las dificultades reales que enfrentan.

Este sentimiento de frustración es compartido por Sandro Rivera, un habanero de 43 años, quien recuerda indignado un artículo de la versión digital del periódico Tribuna de La Habana que sugería la ingesta de cáscara de plátano por sus “propiedades proteicas”: “Eso es una burla a nuestra inteligencia. Nos están diciendo que comamos basura y que además lo celebremos como si fuera lo mejor del mundo. Pero la realidad es que estamos cansados de sobrevivir con lo mínimo mientras se burlan de nosotros”. En referencia a la opinión que tenía su familia de ese tema, manifestó: “En mi casa a esas publicaciones las ignoramos porque, sinceramente, ¿te imaginas ir a trabajar después de almorzar cáscara de plátano? Yo no, para mí todo eso es comida para perros”.

En conclusión, el discurso de la “resistencia creativa” es una herramienta retórica que sirve para cambiar la atención de las verdaderas causales de la crisis en Cuba. La imagen idílica que proyecta el oficialismo donde la inventiva se presenta como una respuesta heroica a la adversidad es señal de un divorcio absoluto con la realidad cotidiana.

 

Estos factores evidencian, cada vez más, que en un país donde solo las clases privilegiadas pueden acceder cómodamente a una alimentación balanceada se promueve la normalización de la precariedad como estrategia política de los círculos de poder y sus testaferros en los medios de comunicación. Al final, la verdadera creatividad y resistencia se encuentran en la capacidad de la población para sobrevivir a pesar de más de seis décadas de políticas fallidas, no en el hecho de convertir la escasez en una virtud.

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