top of page

¡Qué rica la hierba!

03 de octubre de 2023

H

ace un par de años circulaba en Facebook un meme sobre 

una madre que iba paseando con su hijo y encontraban un cartel con la imagen de una vaca. El niño, curioso, le hacía preguntas sobre el animal y ella le iba explicando. A la mención de la leche, la carne y lácteos derivados, el pequeño ni se inmutaba, eran cosas desconocidas para él. Finalmente, le dice que la vaca se alimenta de hierba y el niño, con los ojos muy abiertos y expresión de hambre, exclama: “¡Hierba, mamá! ¡Qué rica la hierba!”.

En aquel momento, nos reíamos de un meme nacido para paliar la cruda cotidianidad del cubano. No muchos pensamos que en tan corto tiempo podría llegar a ser la realidad de nuestros hijos. Pero el tiempo demostró que los lácteos y la carne son alimentos que van quedando en el recuerdo de los más adultos y desapareciendo del imaginario culinario de las generaciones más recientes.

Sin embargo, esta ha sido una tendencia en aumento desde los mismos años iniciales de la Revolución. Quienes nacieron antes o a principio de la década de los 50, recuerdan que los establecimientos cárnicos solían estar abastecidos con diversas carnes de diferentes animales, varios tipos de corte y calidad, que iban desde filet mignon hasta falda de tercera para sopa, desde el pavo para Navidad hasta el tasajo de caballo.

De hecho, en 1958, el consumo de la carne de res en Cuba ocupó el tercer lugar en el área de América Latina, solo tras Argentina y Uruguay. Según los registros de la FAO, en esa fecha, con más de 6 millones de cabezas de reses, lo que significaba aproximadamente una vaca por habitante, el país triplicaba el promedio mundial de 0.32 bovino per cápita.[1] Y es que la ganadería, siendo extensiva, constituía el segundo rubro económico agrícola, lo cual permitía autoabastecerse y exportar el excedente.

No obstante, debido a las fallidas políticas gubernamentales y al tipo de Estado impuesto en Cuba a partir del 1 de enero de 1959, la cantidad de ganado se ha reducido no solo a la mitad, sino que es menor incluso a los números reportados hace un siglo en la Isla. Esto, por supuesto, ha provocado como consecuencia que, de pasar de ser uno de los países líderes en la ingesta de carne de res, hayamos llegado a tener un índice mucho más bajo que Haití, Etiopía y Ruanda en su consumo.[2]

Asimismo, el país se autoabastecía de carne de cerdo, pollo, pescados y mariscos; a pesar de que se culpaba a la privatización de la tierra de que fuera necesario importar casi 30% de los alimentos que se consumían. Sin embargo, las dos reformas agrarias, en 1959 y 1963, concentraron más de 75% de las tierras en manos del Estado, quien pasó a funcionar como un gran y único latifundista, por decirlo de alguna manera. Como resultado, a más de seis décadas después, Cuba se ve obligada a importar más de 80% de sus alimentos.

Sin embargo, ¿a dónde van a parar tales importaciones? Hace apenas unos días, Alejandro Gil, ministro cubano de Economía y Planificación, reconocía públicamente en el programa televisivo Mesa Redonda que los productos de la libreta de abastecimientos son importados en su totalidad. Alimentos que, como también admitió, son insuficientes y no cubren en lo absoluto la dieta de la población.

Tan es así, que José Luis Tapia Fonseca, uno de los viceprimeros ministros cubanos, declaró que, en la primera mitad del presente año, el Estado solo pudo garantizar 347 gramos de proteína animal, casi 100 gramos menos que en 2022. Sin dudas, las cifras demuestran el total incumplimiento de las promesas gubernamentales en materia de alimentación, pues, en 2019, la máxima dirigencia del país juró garantizar 5 kilogramos de proteína animal mensuales per cápita repartidos en 2 kilogramos de carne porcina, 2 kilogramos de ganado menor y 1 kilogramo de aves.

A pesar de ello, los medios de comunicación oficiales reportan con orgullo los contratos de importación de cárnicos y derivados, en los últimos años, con países como Rusia, Bielorrusia y Costa Rica, por ejemplo.

En el caso de la nación centroamericana, el eco de las negociones comenzó a llegar en abril de 2023, cuando el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Costa Rica afirmó que dos dependencias especializadas en la cría de ganado vacuno y porcino estaban siendo evaluadas por una comisión sanitaria del Ministerio de Agricultura cubano con vistas a una posible exportación. Finalmente, en el mes de agosto llegaron las primeras 24 toneladas de carne exportadas por Alimentos y Consumibles Costa Rica (Alicori) a través de la empresa cubana Consumimport. Según un despacho de Prensa Latina, es un “un producto fresco y congelado, que llegará con un servicio personalizado tal como fue solicitado por los clientes, en empaques desde 800 gramos hasta 2 kilogramos, con las correspondientes especificaciones”.

Pero, ¿quiénes son los clientes?, ¿a qué mercado llegará? Hasta ahora es una información que sigue sin ser esclarecida.

Además de los contratos firmados con Costa Rica y otras naciones latinoamericanas como Colombia, México y Brasil, el mercado de Europa del Este, al parecer, volverá a realizar exportaciones para ayudar a sostener el maltrecho sistema alimentario cubano.

Al igual que durante los años de la Guerra Fría, antes del derrumbe del campo socialista y la Unión Soviética, Cuba vuelve a asumir el papel de aliado político, ahora de la actual Rusia. La mayoría de los anuncios de estas negociaciones llegan en medio de las sanciones internacionales de la mayoría de los países debido a la invasión rusa a Ucrania. Como moneda de cambio por el apoyo de la Isla ante la opinión y los organismos internaciones de derechos humanos, Moscú ofrece el envío de alimentos que disparan, en la memoria colectiva de las generaciones nacidas antes de los años 90, recuerdos de una época de aparente bonanza económica y alimentaria.

Así, Boris Titov, director del Consejo Empresarial Rusia-Cuba, y Julio Garmendía, uno de los embajadores cubanos en Moscú, hicieron oficial Rusmarket, una empresa mixta ruso-cubana que estará dedicada a la venta de productos rusos en la Isla. En lo que va de año, ya suman 23 las empresas rusas ganaderas con permiso para exportar sus productos cárnicos al país; de ellas, 9 aprobadas en el pasado mes de agosto.

Mas, vuelven las mismas interrogantes: ¿cuál es el destino que el Gobierno cubano dará a estas importaciones y quiénes serán sus consumidores?

Para nadie es un secreto que la mayoría de los pocos alimentos que aún se producen en la Isla y los muchos importados son reservados por el Gobierno para el sector turístico. Incluso, a pesar de que los últimos años la economía generada por el turismo en Cuba sufre una continua contracción, sigue siendo el renglón más protegido. Así, no es de extrañar que incluso las donaciones de productos alimentarios por países y organizaciones internacionales y no gubernamentales, y el dinero destinado para la cada vez más inexistente canasta básica de la libreta de abastecimientos, sean desviados con el propósito de garantizar una alimentación media en los hoteles, por ejemplo.

Asimismo, son garantizados también eventos culinarios internacionales, como la más reciente edición de Varadero Gourmet, realizada en septiembre de este año 2023, en la que, entre competencias, exhibiciones y degustaciones, el derroche de comida frente al hambre oculta y otra más visible que padece una gran parte del pueblo cubano resulta un crimen demasiado cruel. Este año, bajo el lema “La salvaguarda de la comida criolla cubana”, el evento, desarrollado en uno de los hoteles más importantes de Varadero y de no acceso público, no es más que una burla a la mesa de los cubanos, quienes ya ni recuerdan cuándo fue, por ejemplo, la última vez que comieron carne de cerdo, un picadillo a la habanera o una vaca frita.

Por otro lado, es interesante destacar cómo el mismo Gobierno ha desplazado la venta de cárnicos en las tiendas MLC, donde apenas sobreviven algún que otro paquete de pechuga de pollo y, de manera muy ocasional, carne de cerdo o de res a precios impagables para la mayoría de la población, hacia los mercados online con pagos desde el exterior. No resulta difícil rastrear estos mercados, como Katapulk, Alawao, Supermarket23, para ver la oferta de productos cárnicos frescos con entrega hasta en el mismo día, dependiendo de la provincia que sea.

Una de las características más curiosas de tales productos, es que, en muchos casos, no tienen etiquetas con la información básica del productor. Esto sucede, sobre todo, con las carnes de cerdos, res y carnero; lo cual hace pensar en que, si se supone que estos negocios deben vender alimentos comprados en sus respectivos países de domicilio, de qué manera evaden entonces los controles aduanales, ministeriales y de protección al consumidor con productos no etiquetados.

¿Será acaso que el propio gobierno cubano tiene un contrato no declarado con estos negocios y le suministra esos productos cárnicos para que revendan, mientras se embolsa una parte de esas ganancias? ¿Podría hablarse de corrupción de funcionarios gubernamentales, aduanales, de los productores cubanos, que por un precio extra aseguran un suministro constante de carne fresca? ¿Cómo logran dichas ventas algunos de estos sitios, no legalizados en la Cámara de Comercio de Cuba y, por tanto, sin almacenes legales en la Isla?

Otros actores a tener en cuenta como posibles clientes de esas importaciones podrían ser las mipymes. Creadas, en teoría, para fomentar el desarrollo de las industrias locales, estas, más bien, se han abocado a importar comestibles para venderlos en la Isla a precios exorbitantes e incluso a revender alimentos de producción nacional como la malta o cerveza Bucanero, o la propia carne de cerdo. La venta de esta última, por ejemplo, fue anunciada hace menos de un mes en Facebook, en el grupo MIPYME PLAYA, donde la libra tenía un único precio de 650 CUP y era obligatorio comprar la pieza entera (entre 44 y 60 libras) pues, según ellos, no podía porcionarse. Por tanto, el comprador debía contar, mínimo, con 28 600 CUP para poder adquirirla.

Lo cierto es que, entre la profunda crisis e inseguridad alimentaria en la que vive sumida la población cubana, una galopante inflación, el desabastecimiento y la desidia estatales, además de otros aspectos no menos importantes, el consumo de carne en Cuba se va reduciendo cada vez más y, por el camino que va, se verá abocado a su desaparición.

H

bottom of page