Pensiones y poder adquisitivo en medio de la nueva crisis económica cubana
16 de enero de 2025
U
n grupo poblacional al que la Tarea Ordenamiento ha dejado
especialmente vulnerables es el de las personas de la tercera edad. Al margen de todos los retoques que desde el Gobierno se anuncian, muchos pensionados, luego de toda una vida trabajando y aportando con su esfuerzo a la economía del país, hoy se encuentran con unas pensiones que apenas les alcanzan para sobrevivir y comprar alguna cosa más allá de la canasta básica.
Entre 2020 y el 24 el golpe ha sido enorme, si no fuera por la ayuda de afuera[1] no sé qué haríamos. Nosotros mantenemos el estándar de vida por la ayuda de mi hijo mayor fuera del país. La pensión se va en una jaba de boniatos, una de plátanos, y algunas ensaladas.
Con mi pensión no puedo comprar nada que me guste comer. Por ejemplo, un kilo de queso gouda vale algo más de 1 400 pesos, si lo comprara, que es lo que me gusta, se va ahí toda la pensión que apenas sobrepasa los 1 200.
En la práctica, con ese dinero yo no puedo costearme tan siquiera una semana de mi alimentación y la de mi esposa. Yo soy el único que ingresa algo pues ella no recibe ninguna pensión ni ayuda de parte del Estado.
Tal es la situación de Ignacio, un jubilado de 79 de edad, natural de Las Tunas. Durante su vida laboral, trabajó en diferentes industrias de su provincia y de la cercana Holguín. Aunque vinculado al supuesto sector priorizado de la industria, en su vejez, Ignacio se encuentra y se siente sumamente desprotegido: “Yo trabajé cuarenta y un años. Me jubilé un año y pico antes de lo que me tocaba por una ley de los años 90. En esa época el país tenía una crisis muy fuerte y los trabajadores estatales empezamos a ser prescindibles por generar demasiados costos al Estado.


Aunque desde la tribuna los dirigentes del régimen cubano se han vanagloriado de “socialistas” y de hacer política pública pensando en los trabajadores, en varias ocasiones han aplicado planes de choque para contener las debacles económicas que provocan con su pésima gestión, con una inspiración más propia de Milei que de Carlos Marx. Para ello, se han apoyado en el control absoluto que poseen de los tres poderes del Estado y los sindicatos. Como mismo diría el actual presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel: “En Cuba no se trabaja con la división de poderes, se trabaja con la unidad de poderes a través de órganos que tienen funciones diferentes; porque el concepto de poder que se usa en Cuba, en la Revolución cubana, es el concepto de poder popular”.
Desde los primeros años del triunfo de la Revolución y hasta la década de 1970, los salarios y las pensiones se mantuvieron muy por debajo de las subidas inflacionarias que provocaron las crisis sistemáticas de esos años. La entrada del país en el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) ayudó en cierto modo a atenuar esta situación y durante unos años los salarios aumentaron un poco.


Sin embargo, con el derrumbe de la URSS y el comienzo del Período Especial, los trabajadores cubanos recibieron los años 90 con una nueva crisis total y una nueva ola de recortes que dio al traste con la pérdida de miles de puestos de empleo. Entre los trabajadores que se quedaron sin empleo, estaba Ignacio.
El sistema funcionaba así: si en tu trabajo no había materias primas para la producción, te ponían interrupto y te pagaban el 100 por ciento el primer mes y luego el 60 por ciento hasta el año, tiempo que ellos consideraban suficiente para que uno mismo se gestionara otra plaza.
Las condiciones que tenía el trabajador era que fuera o bien mayor de 60 años o que tuviera cuarenta años de trabajo. Yo cumplía con ambas condiciones y por aquel entonces me tocó quedar interrupto y luego tuve que buscarme la vida.
Ignacio hace énfasis en sentirse engañado y tiene el enfado de haber conducido su vida por un camino del que nunca pudo sostenerse. Entre promesas y promesas que solo quedaron en palabras, el sistema de trabajo y cotización para la seguridad social seguramente enriqueció al Estado, pero a él, a quien no se le ha retribuido casi nada.
Me siento estafado, robado. Por ejemplo, pagar el sindicato no me sirvió para nada, y fue dinero tirado a la basura. La seguridad social viene descontada del salario sin preguntarte si estás de acuerdo o no. Te restaban más del 13 por ciento del salario.
Hace unos años, con mi jubilación de entonces, que era de 305 pesos, más menos podía tirar con los precios de entonces, pero desde la Tarea Ordenamiento, nada. Lo que recibo es una miseria, nadie vive con eso.
Los dirigentes dijeron que eso se multiplicaba por 5 lo que recibía y que estaría de acuerdo con los precios que habría. Que nada se iba a salir de control. Nada más lejos de la realidad. Los precios han subido más de 20 veces su precio anterior. La economía se volvió loca y a mí el Estado me dio un tablazo con la transformación de mi pensión al nuevo contexto de devaluación permanente en que se vive.
Al menos, a Ignacio le queda su hijo en el extranjero, su colchón salvavidas, como él mismo lo llama. Con su ayuda, la casa se mantiene y pueden mantener satisfechas sus necesidades de alimentos, medicamentos y transporte. Pero aquellos que no tienen familiares en el extranjero o que los ayuden en el país están solos y a su suerte.


Recientemente, el primer ministro de Cuba defendió una parcial dolarización de la economía cubana para “remediar” el proceso de dolarización que a lo interno se vive en el país. ¿Acaso Marrero es seguidor de Milei en las sombras? Todo el empeño que se pone desde los medios oficiales en criticar al mandatario argentino es poco si tenemos en cuenta cómo algunas de sus ideas se acaban incorporando al discurso de los oligarcas cubanos que, al parecer, no los leen o no les hacen caso.
El problema hoy, como lo ha sido en todas las décadas de gobierno revolucionario, es que no se puede pensar una política económica que propicie el crecimiento desde la sumisión de los actores productivos, sin libertad de empresa o garantías jurídicas a la inversión sin que este pase por una red clientelar de amigos del Estado o que se flexibilice la legislación laboral y mercantil. Porque cuando se hace, el resultado no es otro que el aumento de la corrupción, la falta de motivación e iniciativa de los ciudadanos particulares y la permanencia en el estancamiento económico. Justo como ahora, cuando el país parece abocado a su peor crisis económica en los últimos treinta años.
Hoy por hoy, también en estos mismos medios se continúa repitiendo que la seguridad social está ahí para todos y que no quedará nadie desamparado. Pero Ignacio conoce esas palabras, sabe que, como entonces, no son otra cosa que mentiras y promesas imposibles de cumplir. Con el paso de los años, las pensiones no han hecho otra cosa más que perder su poder adquisitivo. Quizás el límite sea el hambre y, quizás, no estamos tan lejos de ello.