Las contradicciones del café, la bebida problemática de la nación
23 de enero de 2025
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a crisis alimentaria en Cuba ha permeado todos los aspectos de
la vida cotidiana y el café, bebida representativa de la cultura nacional, no ha sido la excepción. Durante varios meses, en la cuota mensual de la libreta de abastecimiento, ha faltado este artículo en diversas zonas del país. A inicios de 2025, en muchas bodegas ha entrado la cuota por unidad, la cual no ha sido de total agrado. La escasez y la baja calidad del café disponible, junto con los elevados precios de las alternativas en el mercado, han llevado a los cubanos a adoptar ingeniosas estrategias para mantener viva esta tradición, que constituye también el desayuno de muchísimas familias.
El café de la bodega, al que muchos lo conocen por el nombre de su marca (Hola), es sinónimo de escasez y calidad cuestionable. Tanto así, que ni siquiera ponen el nombre ya en el empaquetado; además de sufrir una notable disminución en su calidad. Normalmente, este café está mezclado con sucedáneos como chícharos tostados, lo que reduce su pureza y sabor. Asimismo, la escasez ha llevado a retrasos significativos en la distribución, dejando a muchas familias sin su ración mensual. Esta situación ha generado descontento entre la población, que ve cómo uno de los pilares de su dieta diaria se deteriora en disponibilidad y calidad.
Los más radicales, con solo oler el café, dicen que huele a “cucaracha muerta”. Esto es, sin dudas, un eufemismo crítico de la calidad en el aroma del producto en cuestión; pero también es sinónimo de la desconfianza y el disgusto.
Incluso el diario digital El Clarín se ha hecho eco de la problemática: “[…] La profunda crisis que enfrenta la isla comunista asfixia la capacidad del Gobierno para abastecer los alimentos subvencionados que la población recibe desde hace seis décadas. Ahora el pan es más pequeño, el arroz llega a cuentagotas, y productos como el aceite o el café brillan por su ausencia”. Asimismo, la agencia Infobae replicó las palabras de las autoridades gubernamentales al respecto: “La ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, advirtió entonces que este mes no habría, ‘como no hubo en agosto’, aceite ni café”.
Que la libreta de abastecimiento desaparecerá lentamente, es un secreto a voces. Esto se nota cada vez que un producto pierde gramaje o demora meses en aparecer, siendo el café un ejemplo cimero de dicha problemática. La canasta básica, baluarte ejemplarizante de la Revolución desde sus inicios, ha quedada relegada a un mero chiste y sinónimo de la crisis actual de todo el país en materia alimentaria.



Las mipymes y el café gourmet: un lujo para pocos
Ante la escasez en las bodegas, las micro, pequeñas y medianas empresas han emergido como alternativas para la adquisición de muchos productos, entre ellos, por supuesto, el café. Estas entidades ofrecen productos de mayor calidad, pero a precios que resultan prohibitivos para la mayoría de los cubanos. El llamado café “del bueno” tiene mayor calidad, mas se compra a precios sumamente elevados.
Considerando que el salario mínimo en Cuba es de 2 100 pesos cubanos al mes y que la tasa de cambio en el mercado informal supera hoy los 335 pesos por dólar, un paquete de café de 115 gramos puede equivaler a un por ciento muy alto del salario mensual de un trabajador estatal. Esta disparidad hace que el café de calidad sea un lujo al alcance de muy pocos, profundizando las desigualdades sociales en el país.
Las marcas más famosas, o de alto gramaje, superan el salario mínimo, siendo comunes los paquetes que superan los 2 000 pesos cubanos. Por ende, resulta muy complejo para las familias adquirir un solo paquete de café. La Llave, Bustello, Cubita, son marcas que, para muchas personas de a pie, resultan lujos que no pueden permitirse.


Ingenio popular: estrategias para tomar café
La creatividad y el ingenio del pueblo cubano han dado lugar a diversas prácticas para mejorar la calidad del café disponible. Una de las más comunes es “colar” el café malo para eliminar impurezas. Este proceso implica pasar el café por un colador fino o rejillas de metal antes de prepararlo, con el objetivo de retirar partículas no deseadas y mejorar su sabor. Aunque no soluciona completamente el problema de la baja calidad, esta técnica permite obtener una bebida más aceptable.
Otra práctica extendida es mezclar café bueno con el de menor calidad. Aquellos que tienen acceso a café de mejor calidad, ya sea por compras en MLC o por remesas del extranjero, suelen mezclarlo con el café de la bodega para extender su duración. Esta estrategia refleja la resiliencia y adaptabilidad de los cubanos ante las adversidades cotidianas; como mismo refleja un tercermundismo palpable.
Asimismo, podemos ver cómo muchas familias vuelven a colar café, usando la borra (residuos) de la anterior colada. Esto, además de denotar escasez, implica incluso un problema de salud derivado del café recocinado.


Testimonios de la realidad cotidiana
María, ama de casa de La Habana, de 48 años, comparte su experiencia: “Hace meses que no recibimos el café de la bodega. Cuando finalmente llega, está mezclado con chícharos, pero a mayor cantidad y sabe horrible. He aprendido a colarlo varias veces para quitarle lo sucio, pero aun así no es lo mismo”.
Jorge Ernesto, un trabajador estatal, de 37 años, comenta: “El café que venden en las tiendas en MLC es de buena calidad, pero inaccesible para mí. Gano 4 500 pesos al mes, un paquete pequeño de café cuesta casi 600 pesos y tengo que hacer mil murumacas para comprar los MLC. Es imposible permitírmelo. A veces, mi hermana que vive en el extranjero me envía café y lo mezclo con el de la bodega para que rinda más”.
Ana, una jubilada de La Lisa, de 72 años, relata: “Recuerdo cuando el café cubano era famoso por su sabor, el de la bodega estaba buenísimo. Ahora, lo que nos dan en la bodega no se puede ni tomar. He tenido que recurrir a mezclar con café que me dan los vecinos para hacer una bebida que al menos se le parezca al café”.
El gobierno cubano achaca los males alimentarios de la nación a los culpables de siempre: el embargo y la mala suerte. Pero es bien sabido que, cuando ocurre un apagón nacional, todas las industrias se detienen, los trabajadores no producen, etc. La calidad del café o de cualquier insumo depende de especialistas y recursos, transportación, almacenamiento y muchas otras variables que el Gobierno no satisface ni cumple con un mínimo de decencia.
El café no es solo una bebida en Cuba; es un símbolo de hospitalidad y un elemento central en las interacciones sociales. La escasez y la baja calidad del café afectan no solo la nutrición, sino también el tejido social y cultural del país. Las “coladas” compartidas entre vecinos y familiares se ven mermadas y, con ellas, un espacio de interacción y cohesión social. Es doloroso ver cómo en una casa falta el café del desayuno; pero en cualquier reunión o asamblea televisada, siempre hay una taza de café Cubita para los que visten guayaberas.
Además, la falta de café ha llevado a la población a buscar alternativas menos costosas y de menor calidad, como infusiones de hierbas o sucedáneos a base de chícharo tostado, que no satisfacen el paladar ni la tradición cafetera de los cubanos. Esta situación genera frustración y un sentimiento de pérdida de una parte esencial de la cultura nacional.
La solución a la crisis del café en Cuba requiere un enfoque multifacético que aborde tanto la producción nacional como las políticas de importación y distribución. Es esencial invertir en la renovación de las plantaciones, mejorar las condiciones laborales de los agricultores y garantizar el suministro de insumos necesarios para la producción. Asimismo, se deben revisar las políticas de exportación para equilibrar la generación de divisas con las necesidades del mercado interno.
La promoción de cooperativas y la participación de las mipymes en la cadena de producción y distribución podrían contribuir a diversificar la oferta y mejorar la calidad del café disponible para la población. Sin embargo, es fundamental que estas iniciativas se implementen con regulaciones que eviten la especulación y los precios exorbitantes que excluyen a la mayoría de los consumidores. Todo ello, lastimosamente, siempre depende de reglamentos, leyes y normas administrativas que muchas veces cortan, de raíz, las buenas intenciones e ideas de pequeñas empresas no estatales.
Muy difícil se vuelve el llevar a la mesa de las familias cubanas un buen café barato, si las burocracias estatales merman cualquier gestión. Mientras tanto, las familias seguirán mezclando café y usando la borra de la colada anterior.