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La otra cara de la evacuación cubana: hambre, animales y vulnerabilidad en el oriente del país

La otra cara de la evacuación cubana

11 de diciembre de 2025

uando el huracán Melissa apenas dejaba ver su nubosidad

en el oriente cubano, más de 735.000 personas fueron evacuadas.[1] La cifra, celebrada como éxito institucional, contrasta de manera dramática con la realidad material que vivieron miles de familias desplazadas. Porque evacuar no es solo mover cuerpos: es garantizar alimento, agua, refugio y dignidad. Y en Cuba, esa garantía está hoy peligrosamente erosionada.

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Evacuación “en casas de familiares”: el refugio como ficción

Las autoridades orientaron que la mayor parte de los evacuados se alojaran en casas de familiares o amistades, o en albergues escolares ubicados en zonas de menor riesgo. Sobre el papel, parecía razonable. En la práctica, generó una doble carga:

  • Quienes reciben deben alimentar a más personas con los mismos recursos.

  • Quienes llegan deben traer su propia comida, agua y utensilios, pues el Estado no garantiza la provisión inicial.

Esta dinámica se hizo especialmente crítica en las zonas rurales, donde la subsistencia depende de cultivos artesanales y animales domésticos. Allí, la interrupción fue abrupta y dejó secuelas profundas.

En la provincia de Granma, por ejemplo, los camiones con arroz, chícharos o aceite comenzaron a circular varios días después, cuando las reservas familiares ya estaban al límite.[2] Muchas personas, enfrentadas a la decisión imposible de evacuar y pasar hambre o quedarse bajo riesgo de derrumbe, optaron por permanecer en sus viviendas: “el alquiler del refugio”—como algunos lo describen—“sale más caro que el peligro en casa”

Cuando la ayuda llega tarde —o simplemente no llega

El discurso oficial insistió en una “buena atención” en los centros de evacuación.[3] Sin embargo, organizaciones independientes documentaron alojamientos sin comida, agua ni posibilidades de cocinar².

En Guantánamo, se reportó que “los centros de evacuación habilitados en escuelas no garantizaron alimentación ni condiciones básicas. Se pidió a las personas evacuar por sus medios, llevando su propia comida y utensilios”. Pocas líneas resumen tan crudamente la falla sistémica: evacuar sin asumir la responsabilidad alimentaria es trasladar a las familias a un vacío institucional.

En Río Cauto (Granma), la ayuda tardó cinco días en llegar tras quedar la zona aislada por inundaciones. Cinco días durante los cuales miles de personas quedaron sin agua potable ni alimentos básicos, dependiendo de la solidaridad —o de su ausencia—. En ese lapso, para los cubanos tener que depender del hogar de un familiar o amigo se convierte en una vulnerabilidad doble ya que además de subsistir de la solidaridad ajena se debe cargar con la angustia de que lo propio puede perderse.

Ganadería perdida: el desastre silencioso

Hasta ahora, las crónicas subrayan viviendas destruidas, hectáreas de cultivos perdidas. Pero poco se menciona el desastre silencioso entre quienes tienen animales domésticos o de autoconsumo. Las evacuaciones apresuradas no contemplan el alimento del ganado menor o el pastoreo continuo y con esto, nos referimos a las vacas, cerdos, aves que necesitan agua, sombra, pasto.

Estos hechos en la realidad rural del Oriente de Cuba, corroboran que el desplazamiento implicó que muchas familias abandonaran animales que quedaron sin pasto, sin agua y sin vigilancia, lo que para muchas representó la pérdida de su forma de subsistencia tras la emergencia.

El efecto multiplicador es claro, si la familia evacuada no puede producir alimentos (leche, huevos, carne), su autonomía alimentaria queda destruida por el huracán y por la evacuación, una realidad que a día de hoy miles de damnificados sufren. Eso sin contar el riesgo de robos, espacios vacíos, animales descuidados, familias desplazadas. Las evacuaciones apresuradas no incluyen planes mínimos para la protección del ganado menor, un elemento clave de la autonomía alimentaria rural. El resultado: animales muertos, ordeños interrumpidos, pérdidas irreparables para hogares ya empobrecidos. Para miles de familias del oriente del país, la evacuación significó perder en días lo que garantiza la subsistencia de meses o años.

Hambre, raciones y decisiones extremas

Lo que está oculto bajo los titulares de “evacuados en casas de familiares” es una realidad dramática, familias que racionaron hasta quedarse con una comida al día, otras que hicieron la opción desesperada de no evacuar “me quedo en casa, al menos con lo mío” ante la certeza de que salir significaba pasar hambre. El derecho básico a la alimentación queda opacado tras la retórica oficial de que “nadie quedó desamparado”. Pero la experiencia de las comunidades cuenta otra historia marcada por la incertidumbre alimentaria, el abandono logístico y la dependencia de la red social privada.

Para pesar de quienes dependen de la ayuda estatal, el drama de los evacuados cubanos no es consecuencia directa del huracán; más bien tiene su raíz en el modelo político-administrativo que lo ha permitido. Un sistema que delega la evacuación en casas de familiares sin asegurar reservas alimentarias mínimas, externalizando la responsabilidad del Estado al mismo tiempo que busca ponerse la medalla de “Protector”. Ese mismo Estado que monopoliza la importación de alimentos y regula la distribución para consumo interno no fue capaz de garantizar que los evacuados tuvieran arroz o alimentos no perecederos días antes del paso del huracán.

Es decir, cuando los números institucionales ya hablan de “respuesta”, en el terreno muchas personas habían pasado hambre, tenido que racionar o abandonar su producción doméstica. Esa brecha no es técnica, es política. Las evacuaciones se realizaron, sí, pero no fueron acompañadas por un sistema alimentario de emergencia que protegiera a la población más vulnerable. Se acepta el discurso de “evacuado seguro”, pero no el de “evacuado alimentado”. La diferencia es sustancial.

Desplazar personas sin excepción y sin preservar su capacidad de alimentarse dentro o fuera de su hogar es una evacuación que puede transformarse en otra forma de vulnerabilidad estructural. Está claro que el huracán se va, pero la crisis alimentaria de los evacuados queda y volverá a agudizarse si otra tormenta azota a la isla. De ahí que la conclusión sea más una pregunta: ¿está preparado el Estado cubano para proteger y alimentar a todos los que se mueven en emergencias meteorológicas, o solo para proclamar que “la evacuación fue eficaz”?

 

[1] El País (2025) Melissa’ deja decenas de muertos e inundaciones en el Caribe https://elpais.com/expres/2025-10-30/el-huracan-melissa-deja-decenas-de-muertos-e-inundaciones-en-el-caribe-y-ahora-amenaza-bahamas.html

[2] Oscar Fernández (2025) Humanitarian Aid from International Red Cross Reaches Eastern Cuba for Hurricane Melissa Victims

 https://www.cubaheadlines.com/articles/314197

[3] Sofía Valdez (2025) Díaz-Canel Claims 'Adequate Nutrition' at Holguín Evacuation Center Amid Hurricane Aftermath

 https://www.cubaheadlines.com/articles/313957

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