
La opacidad estadística en Cuba: el velo de la ONEI
26 de junio de 2025
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unque existen numerosos países enfrentando situaciones
socioeconómicas graves, pocos arrastran durante décadas una necesidad tan urgente de apoyo internacional como Cuba. Sin embargo, para que ese apoyo sea verdaderamente eficaz, el Estado cubano debería proporcionar información precisa y completa: la magnitud de su crisis económica y social exige datos accesibles, actualizados y desagregados. La desatención del aparato estadístico contrasta radicalmente con la meticulosidad con la que el Estado gestiona su diplomacia, su política exterior o sus servicios de inteligencia.
En este contexto, desde el Food Monitor Program decidimos revisar las publicaciones de la Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba (ONEI) como parte de un ejercicio de contraste con nuestra propia Encuesta Nacional de Seguridad Alimentaria. El análisis revela un patrón persistente de opacidad, omisiones y desactualización que entorpece seriamente la comprensión de fenómenos clave como la seguridad alimentaria, el empleo y el costo de vida.
A pesar de que la ONEI compila datos desde 1950, sus informes actuales apenas delinean una visión general de la realidad socioeconómica del país. El primer problema es la desactualización: varios indicadores presentan retrasos de tres a cinco años. El segundo es la tabulación de sus bases de datos: diseñadas para ser visualmente amigables, obstaculizan el análisis masivo y dificultan la evaluación precisa del impacto de reformas políticas y económicas recientes, como la Tarea Ordenamiento. Este problema se agrava ante la falta de fuentes independientes sostenidas y la circulación reciclada de datos oficiales en organismos internacionales como la FAO o el Programa Mundial de Alimentos. Verificar la fiabilidad de los datos oficiales —o identificar vacíos críticos— se convierte en una tarea titánica, cuando no infructuosa.
En rigor, la ONEI ofrece una base que permite trazar un marco general de la situación macroeconómica: población total, PIB a precios constantes y corrientes (desde 1997), número de pensionados, salario medio nominal, tasa oficial de “desocupación” y algunas cifras agregadas sobre producción agrícola y consumo final de los hogares. Analizados por separado, estos indicadores ya sugieren una situación crítica, que se intensificó tras la pandemia de COVID-19 y la aplicación de la Tarea Ordenamiento. Cuando se examinan en conjunto, estas sospechas se confirman.
Sin embargo, los grandes agregados macroeconómicos ocultan más de lo que revelan. La verdadera dimensión de la crisis doméstica y del deterioro del bienestar ciudadano reside en los detalles omitidos. En el área del empleo, por ejemplo, la ONEI reporta solo un 1,9% de personas fuera de edad laboral, y agrupa el resto en los sectores “estatal” y “no estatal”, sin mayor especificidad. Este último incluye desde cooperativas hasta trabajadores por cuenta propia, pero carece de desagregación que permita analizar el subempleo o la informalidad. En 2022, los trabajadores por cuenta propia representaban el 50% del sector privado y cerca del 7% del total de la fuerza laboral. Aunque parezca un porcentaje menor, si se considera su inestabilidad de ingresos y su vulnerabilidad ante el mercado, este grupo ilustra un segmento clave de la precariedad laboral en la isla.
Respecto al consumo final de los hogares, los efectos de la Tarea Ordenamiento son claros, pero la ONEI no publica desgloses del gasto en alimentos en términos reales. El poder adquisitivo se evalúa mediante indicadores que ignoran la inflación real. Aunque, a pesar de todo, esto se puede ver en las publicaciones de la ONEI cuando se ven las curvas ascendentes en las tendencias de inflación y el disparo de los consumos en los hogares, así como el alza de los salarios medio. En la práctica, el cubano promedio se enfrenta a una disparidad evidente entre ingresos y precios de productos esenciales, muchas familias destinan más del 50% de sus ingresos exclusivamente a alimentos, situación que no se visibiliza con claridad en las estadísticas oficiales.
Por otro lado, los datos sobre pensiones son igualmente alarmantes: en 2022 había 1 703 314 pensionados, con un ingreso medio mensual de 1 905 CUP, mientras el salario medio nacional rondaba los 4 000 CUP. Si se considera el aumento sostenido del costo de vida, es evidente que los adultos mayores no cuentan con capacidad adquisitiva suficiente, representando otro grupo profundamente afectado por la crisis.
A pesar de todo lo anterior, las publicaciones de la ONEI permiten realizar un análisis parcial mediante extrapolaciones cuidadosas de los datos publicados. En este sentido, el Food Monitor Program ha decidido desarrollar una plataforma interactiva que visibilice tanto los datos disponibles como los vacíos y omisiones, con el objetivo de apoyar a organismos internacionales, ONGs y actores académicos en la toma de decisiones fundamentadas, especialmente en el ámbito de la seguridad alimentaria.
Si Cuba aspira a superar sus desafíos estructurales con transparencia y eficacia, debe iniciar un proceso de reflexión crítica sobre su sistema estadístico. El régimen y la ONEI tienen la responsabilidad de mejorar la calidad, actualización y accesibilidad de sus cifras. Solo así se podrá evaluar con objetividad la magnitud de los problemas y fomentar un debate público basado en información veraz, condición esencial para garantizar los derechos sociales y económicos de la población cubana.