La disparidad de la “abundancia”: Tiendas MLC en La Habana y los pueblos de campo
04 de mayo de 2024
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uba enfrenta una crisis alimentaria que ha sido exacerbada por
el bloqueo económico y las sanciones impuestas por Estados Unidos. Asimismo, la deficiente gestión gubernamental ha influido en gran medida; sobre todo, luego del inicio de la pandemia de covid-19.
En 2020, los medios oficialistas declararon las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) como “la luz al final del túnel”. Muchos artículos periodísticos, ruedas de prensa y programas televisivos se encargaron de convencer que esta forma de compraventa de productos era una medida positiva. Sin embargo, su objeto siempre fue captar divisas, como afirmó el periódico Granma. Esto afectó a quienes no podían permitirse remesas o ingresos en esta moneda digital.
La brecha para comprar alimentos se había creado. La escasez de productos básicos y la elevada inflación son solo algunos de los síntomas de una crisis que afecta a todos los niveles de la sociedad cubana.
Dentro de las tiendas en MLC, Galerías Paseo es un centro comercial que no solo atiende a los residentes locales; también se ha convertido en un destino para turistas y extranjeros, quienes encuentran allí productos que son escasos o inexistentes en otras partes del país. Enclavada en una de las icónicas esquinas del vedado, se erige como símbolo de abundancia en medio de una crisis. En esta tienda, que en sus inicios fue un sitio multitudinario donde cada departamento rebosaba de cantidad y calidad en cada uno de sus productos, subirías hoy una escalera en espiral con rasgos posapocalípticos para entrar al único sitio que a algunos cubanos les interesa: la tienda de alimentos.
Con sus estantes “repletos” y una variedad que pretende satisfacer a los más exigentes, contrasta drásticamente con las estanterías vacías de sus contrapartes en los pueblos de campo. El reflejo de una disparidad, en cada uno de los renglones, es el reflejo de una crisis alimentaria que azota a Cuba y que genera una creciente y constante inseguridad entre sus ciudadanos.
En oposición, las tiendas MLC en los pueblos de campo presentan una realidad muy diferente. A menudo, están desabastecidas y no pueden ofrecer siquiera los productos más básicos. La población rural, que ya enfrenta dificultades para acceder a bienes y servicios, se ve aún más afectada por esta situación. La falta de productos en estas tiendas MLC es un espejo donde se evidencian la crisis económica que vive el país y las políticas que han priorizado la recaudación de divisas sobre el bienestar de la población.
La disparidad entre las tiendas MLC bien surtidas en La Habana y las vacías en los pueblos de campo es un claro indicador de las desigualdades que existen en Cuba. Mientras que algunos tienen acceso a una variedad de productos, otros luchan diariamente para encontrar lo esencial, lidiando con los precios de compra y venta de dólares o MLC que, hasta la fecha, equivale a más de 250 pesos cubanos, según el diario independiente elToque.
Por ejemplo, un paquete de pechuga de pollo tiene el costo de 12,50 MLC, lo cual representa más del salario mínimo de un cubano promedio; entre la poca variedad, los precios son tremendamente altos e inaccesibles. Esta situación no solo afecta la seguridad alimentaria, sino también tiene implicaciones más amplias en términos de equidad social y justicia económica, aun con diferencias de precio del mismo producto, de igual gramaje, en diferentes tiendas.
La diferencia entre las tiendas MLC de La Habana y las de los pueblos de campo es un microcosmos de los desafíos más amplios que enfrenta la nación. Es imperativo que se busquen soluciones que no solo aborden la escasez de alimentos, sino que también promuevan la equidad y la justicia para todos los cubanos.
Las tiendas MLC, aunque presentadas como una solución a la crisis económica de Cuba, han generado una brecha aún más profunda entre los ciudadanos respecto al ámbito de la desigualdad social. Al operar con moneda libremente convertible, son inaccesibles para la mayoría de los cubanos, que reciben sus salarios en pesos cubanos (CUP). Este tipo de dólar bancario se adquiere principalmente a través de remesas desde extranjero, dejando a aquellos sin familiares fuera de la Isla en una situación de desventaja. Esta dinámica ha creado una economía paralela donde los precios son exorbitantes y la desigualdad social se agrava.
La existencia de estas tiendas ha tenido un impacto negativo en la economía local. Al vender productos de primera necesidad en una divisa que no se gana con el trabajo diario, el Estado promueve indirectamente el abuso y la desigualdad. Además, la concentración de productos en estos establecimientos ha favorecido la aparición de revendedores que compran y venden a precios más altos, afectando aún más al poder adquisitivo del ciudadano común. Esta situación contradice los esfuerzos por la unificación monetaria y genera exclusión social.
Viéndolo con otra perspectiva, expertos y académicos cubanos han criticado abiertamente las tiendas MLC, argumentando que no cumplen con la promesa de eliminar la doble moneda y que, en cambio, han introducido una nueva moneda virtual que afecta de modo negativo al pueblo. Esto es algo que el gobierno cubano no ha querido aceptar. A pesar de la crisis migratoria, la falta de alimentos, los interminables apagones y la escasez de combustible, el destituido ministro de Economía del, país Alejandro Gil Fernández, explicaba en una entrevista a la Agencia Cubana de Noticias que, de no ser las tiendas de MLC una opción, la situación alimentaria y económica en Cuba estaría más afectada. Sin embargo, la desaparición del CUC y la introducción del MLC han llevado a una reducción en la diversidad y cantidad de productos disponibles para la población, exacerbando la inequidad y creando estratos sociales basados en el acceso a divisas.
Está demostrado hoy, luego de cuatro años, que la solución a la crisis económica y alimentaria de Cuba nunca residió en las tiendas MLC. Es necesario buscar alternativas que garanticen la equidad y el acceso a bienes esenciales para todos los cubanos. Las políticas deben enfocarse en mejorar la producción local y la distribución equitativa de alimentos y productos básicos. Solo así se podrá construir una economía más justa y sostenible que beneficie a toda la población y no solo a una minoría con acceso a divisas.
Este análisis apenas roza la superficie de una problemática compleja y multifacética. La crisis alimentaria en Cuba requiere de una atención urgente y una acción concertada que vaya más allá de las diferencias políticas y económicas, en busca de un futuro más próspero y equitativo para todos los cubanos en cada parte del país.