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La Cuba Kempinski

17 de octubre de 2024

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l escenario es un hotel 5 estrellas, de lujo, situado en uno de los 

cayos turísticos más emblemáticos del país. Cayo Guillermo Resort Kempinski no se deja nada para después. Las instalaciones son modernas y confortables; las habitaciones cumplen estándares del primer mundo; tiene más de 10 piscinas, varios restaurantes, salas de juego, spa; y lo mejor de todo, la paradisíaca Playa Pilar —que, según muchos expertos, es la mejor de Cuba y una de las mejores del mundo.

Obviamente, un lugar así, en la isla donde el régimen prometió enaltecer a los humildes, no tiene espacio para el cubano de a pie. La noche por la habitación más barata, cuesta desde 350 USD, con toda la comida y los servicios incluidos otras, más caras, están situadas en lugares estratégicos para disfrutar de una puesta de sol tumbado en una hamaca encima del agua cristalina.

En medio de la crisis socioeconómica estructural en Cuba, donde la escasez de alimentos es particularmente oprobiosa, cabe preguntarse cuál es el menú culinario de semejante lugar. La oferta de Kempinski no decepciona.

Para comenzar, el chef principal del hotel es un cocinero mexicano que domina un amplio rango de platillos nacionales y extranjeros. En segundo lugar, cuenta con un equipo de personas que hace realidad cualquier pedido del cliente, en cualquier momento del día, con servicio de habitación y ofertas ilimitadas. Eso, sumado a los cortes más finos de carne de cerdo, de res; todo tipo de mariscos; pescado de varios tipos; quesos; embutidos de lujo; dulces y postres gourmet; una carta de vinos razonablemente buena y gran variedad de cocteles alcohólicos domésticos e internacionales.

 

Un desayuno promedio en el hotel puede incluir: bacon, salami, cuatro tipos de jamón, cuatro tipos de queso (incluido parmesano en lonjas y queso suizo), nueces y frutos secos, tortilla, torrejas con miel, leche, jugos naturales, varias frutas tropicales, dulces finos y otras elaboraciones del chef que se hacen al pedido del cliente. En las cenas y los almuerzos, es ordinario encontrar en la carta el delicioso filet mignon, solomillo de cerdo, camarones a la diabla, langosta grillada en mantequilla, ternera guisada, filete de caña de res, pollo al vino, ruedas de pescado fritas en aceite de oliva extra virgen; por solo poner algunos ejemplos. La elaboración y presentación de los platillos cumplen con los más altos estándares internacionales, de acuerdo a la opinión de todos los comensales; algunos de los cuales poseen gran experiencia en el sector gastronómico y turístico internacional.

Luego de las cenas, bajo las pesadas volutas del humo de los habanos que se compran en la propia tienda del hotel, es imposible no comentar cómo, a solo 80 kilómetros al sur, un país hambreado por el sistema socialista se debate entre la supervivencia y la escasez, donde existen adultos mayores con pensiones de 1 500 pesos que no alcanzan siquiera para comprar 15 huevos. 

Para el turista internacional, puede resultar un choque moral encontrarse con tanta abundancia y lujo en unos peñones de tierra y agua salada alejadas de la isla principal del archipiélago cubano. Varias y largas explicaciones son necesarias para que comprendan cómo en el mismo país coexisten dos realidades tan opuestas: una para el foráneo, que puede disfrutar las bondades del trópico al máximo nivel, y otra para el trabajador cubano, sumido en la más oprobiosa miseria material.

Durante el viaje de acceso al cayo es demasiado evidente para el extranjero que el hambre y el desabastecimiento marcan la vida diaria de las personas, especialmente en las zonas rurales y los pequeños poblados. Sin embargo, la cadena logística de abastecimiento de esta y de las más de veinte instalaciones turísticas que hay en esa zona de playas paradisíacas pasa por delante de las viviendas de los famélicos campesinos que salen todos los días a trabajar de sol a sol por unas magras ganancias que el Estado autoritario les escamotea de todas las formas posibles, a través de sus instituciones corruptas y su ineficiencia proverbial.

En un país donde la cantidad de hoteles en 2019 era de al menos 381 —se han construido varios más desde entonces—, que se mantienen semivacíos durante el año, resulta paradójico esta brecha tan notable de calidad, cantidad y variedad de suministros alimenticios para la industria turística. Hospitales, escuelas, centros de trabajo, canasta básica y ofertas en tiendas en moneda nacional o MLC no son ni siquiera la sombra de lo que se consume en el sector hotelero. Una opinión informada es que una parte de esta comida sale de los hoteles a la calle para venderse en el mercado negro, enriqueciendo a unos pocos que, generalmente, ostentan puestos de dirección, a cuenta del presupuesto nacional que, en definitiva, es el dinero del pueblo, o al menos debería serlo.

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