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La crisis de alimentos, la cadena de suministros y las comunidades aisladas

09 de mayo de 2023

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n días recientes hemos tenido la oportunidad de visitar 

algunas comunidades rurales a lo largo de la región occidental del país; durante el recorrido se hizo evidente la depauperación de las condiciones de vida del campesino cubano, que se ha acentuado visiblemente en los últimos dos años producto de la escasez de medios e insumos para producir, afectando por tanto la principal o única fuente de sus ingresos.  

Para nadie es un secreto que entre el año 2021 y finales del 2022 la calidad de vida general de los cubanos cayó en picada y aún no muestra signos de recuperación. Esta crisis es multicausal pero sin lugar a dudas el grave problema de la falta de soberanía alimentaria está en el centro de la problemática. 

Según Diario de las Américas

“El Sistema Mundial de Información y Alertas sobre la Alimentación y la Agricultura (GIEWS, por sus siglas en inglés), organismo perteneciente al Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), detalla en su informe que la escasez de comida en Cuba, agudizada durante 2021 y 2022, continuará en 2023. 

En cuanto a la agricultura, el GIEWS augura que la superficie sembrada en Cuba disminuirá por cuarto año consecutivo y permanecerá por debajo de los niveles promedio, debido a la persistente falta de insumos agrícolas”.

La contracción del volumen de las tierras cultivadas en el país será un duro golpe al poder adquisitivo de la ya devaluada moneda nacional. Con la disminución de la oferta aumentarán los precios y el hambre arreciará, sobre todo en aquellos sectores demográficos más vulnerables, susceptibles al menor cambio en los patrones nacionales de producción y consumo de alimentos. 

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Resulta paradójico cómo la narrativa oficialista se empeña en señalar a los “culpables” habituales: el embargo estadounidense, los acaparadores, el intermediario etc. mientras las cosechas siguen pudriéndose en los campos cubanos producto de la pésima gestión del ineficiente y obsoleto entramado empresarial socialista, incapaz de proveer a la ciudadanía los bienes y servicios básicos que necesita para una subsistencia digna. A nadie sensato dentro de Cuba le cabe la duda sobre quien es el verdadero responsable de la crisis que tanto agobia a la ciudadanía. De acuerdo con Cibercuba:

“Un campesino cubano denunció que toda su cosecha de tomates se pudrió debido a trabas burocráticas y responsabilizó a los dirigentes cubanos a quienes “no les interesa el pueblo”.

En varios posts de Facebook, el agricultor Raúl Morales, de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CSS) Manuel Fajardo, en el municipio Encrucijada, provincia de Villa Clara relató:

“En mi Cooperativa existen 11 puntos de ventas, no es lógico que mi producción de tomate se esté pudriendo en la finca, a pesar de que yo como campesino tengo creadas las condiciones para llevarla al punto, y ninguno me acepta el tomate, teniendo que regresar con las cajas”.

A este complejo escenario hay que sumar la nueva crisis del combustible que está causando estragos en la cadena de suministros. Las filas de autos estatales y privados suman varias cuadras en casi todas las ciudades del país para comprar pocos litros racionados de gasolina o diésel. Policía y elementos de las Tropas Especiales de las FAR apostados en las gasolineras “adornan” los paisajes urbanos del país mientras los turnos en las colas se venden a 2000, 3000 y 5000 pesos respectivamente según el lugar y el horario. 

Esta situación ha afectado especialmente a las comunidades rurales aisladas y los asentamientos costeros y montañosos que dependen casi exclusivamente del sistema logístico nacional para aprovisionarse de alimentos y otros bienes considerados como necesidades básicas. En el Escambray cienfueguero la carestía de alimentos está provocando un flujo considerable de campesinos que deben hacer viajes de hasta tres días a las ciudades y pueblos situados en el llano para abastecerse de productos que no se pueden encontrar en la serranía; siendo los más demandados aquellos alimentos que requieren cierto nivel de procesamiento industrial, los enlatados, el aceite, la sal, el azúcar, la harina de trigo etc. 

En estos momentos algunas de estas comunidades recurren a prácticas de supervivencia y autoconsumo pero estas prácticas, tales como la caza de animales silvestres, la recolección de frutas, la pesca y el trueque no son sostenibles a largo plazo. Ni hablar de la presión que estas prácticas de crisis ejercen sobre los ecosistemas locales y los peligros que esto entraña para la biodiversidad endémica en algunos lugares. 

En los subsecuentes meses de primavera y verano debería experimentarse una muy ligera recuperación producto del propio ciclo natural de las cosechas y la llegada de la estación de las frutas tropicales, pero sin una cadena de suministros eficiente que sea capaz de asumir la distribución adecuada, esta oportunidad podría perderse agravando aún más la situación. La incertidumbre es la norma en estos momentos. 

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