La asistencia alimentaria a las poblaciones vulnerables en Cuba ante el recrudecimiento de la crisis estructural
10 de octubre de 2023
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rente a la nueva escalada de la crisis socioeconómica
estructural que afecta el país, algunos servicios priorizados por la seguridad social para los sectores vulnerables de la población se han mantenido funcionando y lo seguirán haciendo, según indican las autoridades oficiales, ante la incertidumbre de los ciudadanos, que temen volver a las crudas condiciones de vida experimentadas durante la pandemia provocada por el virus Covid-19. En la prensa estatal se reproduce la narrativa partidista de que nadie quedará abandonado y “la Revolución” saldrá victoriosa, una vez más, de la debacle económica progresiva que experimenta la sociedad colectivista.
Como suele ser costumbre en Cuba, se habla de que la cobertura de la seguridad social se mantendrá a pesar de los problemas y la escasez. Sin embargo, no se profundiza en el tema ni se explica cuáles son las estrategias y los procedimientos que se van a implementar para mantener los diferentes aspectos de esa cobertura, que, para algunos ciudadanos en situación de vulnerabilidad, representa la diferencia entre la pobreza y la indigencia absoluta.
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Por ejemplo, se conoce por fuentes confiables que el deterioro de la alimentación ofertada a través de los llamados mercaditos comunitarios circunscritos al Sistema de Ayuda a la Familia (SAF) llegó, en el mes de julio, a su máxima expresión. El malestar de los asistenciados se hizo sentir en las instancias gubernamentales municipales, las cuales debieron tomar medidas urgentes y sustituir algunos cargos para aplacar la situación, que ya era insostenible.
Según nuestra fuente, los almuerzos consistían en arroz blanco, picadillo de soya de muy mala calidad y alguna vianda hervida, que podía ser calabaza, plátano o boniato. La elaboración era pésima y la presentación peor. El arroz, sin sal y sin aceite; el picadillo, prácticamente hervido sin especias, sin color y sin consistencia. Esto a un precio de 20 CUP como promedio.
Ante esta situación, se trató de implementar un plan de contingencia para complementar la oferta alimenticia de los mercados comunitarios con precios diferenciados y una oferta mejorada. Pero solo sucedió en unos pocos puntos de la ciudad, justo en las cercanías de las comunidades más problemáticas y empobrecidas por la crisis.
A través de un proceso de investigación, se pudo contactar con una fuente que trabajó por más de dos meses en este sistema de ofertas diferenciadas.[1] Resulta que estos almuerzos “especiales”, vendidos a las poblaciones vulnerables fuera del régimen del SAF, comenzaron con precios relativamente módicos e incluían más de 4 platos (arroz, algún potaje, vianda frita o hervida, ensalada de estación y una fuente de proteína que podía ser pollo, cerdo, res, carnero o pescado), con un costo de alrededor de 170 CUP. No obstante, se ha ido deteriorando con rapidez y ya se ha convertido, como de costumbre, en una fuente de malversación y desvío de recursos con el que lucran administrativos y dirigentes del Estado en este sistema de distribución asignada.
Desde hace algunas semanas, la oferta se ha mantenido reducida a arroz y algún plato fuerte (en la evidencia gráfica se observa arroz amarillo y pollo)[2] y el precio se ha duplicado en solo unos meses. El gramaje de las porciones ha disminuido y la elaboración varía entre mala, regular y buena, según a quién se le pregunte. Los propios beneficiados se niegan a realizar comentarios públicos sobre el tema por miedo a perder el servicio, pero confiesan que a una porción de pollo “se le sacan hasta tres comidas porque hay que estirarlo y no puedes pagar el precio todos los días”.
En el caso del almuerzo presentado en las imágenes, el precio era de 370 CUP, lo cual equivale a un cuarto de la pensión mínima de un jubilado. Aunque los precios varían y a veces son más asequibles —sin dejar de ser caros para este segmento de la población, en realidad, un pensionado solo puede adquirir unos 7 u 8 almuerzos al mes y hay personas que no pueden permitirse ni eso.
Esta opción, que parecía buena al principio, no pasó de ser otra maniobra propagandística convertida en lucrativo negocio para trabajadores y administrativos que se benefician de los precios subsidiados de esos alimentos para luego revenderlos al mejor postor, cumpliendo solo con una mínima parte de su responsabilidad social y robándose el resto. Esto suele ser costumbre en este tipo de programas estatales “de choque” que, en función de resolver un problema, crea uno más grande.
Como se ha demostrado de muchas maneras, a lo largo de los años de la Revolución en el poder, el Estado paternalista no puede mantener un nivel aceptable de calidad de vida para sus ciudadanos vulnerables y, en algunos casos, ni siquiera para la población en general. No se trata únicamente de falta de recursos y de problemas en el mecanismo de redistribución. El problema de fondo es estructural.
El sistema colectivista no funciona porque se basa en premisas falsas y en una profunda incomprensión de los fundamentos económicos y la naturaleza humana de manera general. Sin embargo, la casta revolucionaria, que se mantiene por medios violentos en el poder, se niega a aceptar los hechos y vuelve a condenar a la población a una nueva fase de privación, carencias e incertidumbre. La consigna ante las señales inequívocas de la realidad que les demuestra la ineficacia de sus ideales permanece: resistencia a toda costa.
[1] Esta fuente prefiere mantener su anonimato por miedo a represalias por parte del aparato represivo del Gobierno, el cual vigila de cerca todo lo concerniente a este servicio, precisamente para evitar filtraciones de información.
[2] En las imágenes 5,6 y 7 se observa dos almuerzos en un mismo plato.