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Epopeya alimentaria tras el Huracán Óscar en San Antonio del Sur

10 de diciembre de 2024

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 n el ámbito de la supervivencia cuasi postapocalíptica cubana

de los últimos años, unas cuantas fechas señaladas merecen especial análisis y documentación. La experiencia vivida en San Antonio del Sur, Guantánamo, tras el embate del huracán Óscar, es una de ellas.

Los habitantes de esta pequeña localidad, ya acostumbrados a las constantes innovaciones necesarias para subsistir en Cuba, se enfrentaron a una lucha única por su supervivencia alimentaria. La historia comenzó 48 horas antes de que las primeras nubes y ráfagas de viento del ciclón se manifestaran en el horizonte.

19 de octubre de 2024: dos días antes del huracán

A las 6:00 a.m., la provincia de Guantánamo se despertaba con la noticia de la desconexión del sistema electroenergético nacional, materializada en la forma de un apagón mucho más largo de lo habitual. Este fenómeno, ya común en toda la Isla, dejó al municipio de San Antonio del Sur sin electricidad ni comunicación a través de internet o la televisión; las dos opciones mayoritarias entre la población para informarse a día de hoy.

De golpe, quedaron en la práctica cortadas, creando un caldo de cultivo para la tragedia que se avecinaba. La escasa información sobre la tormenta y la falta de acción por parte de las autoridades locales para proteger a los ciudadanos y suministrarles recursos esenciales, como alimentos, agravaron la situación.

En sucesos excepcionales como este, el protocolo habitual implica adelantar la entrega de la canasta básica de alimentos, vender combustibles fósiles como queroseno o carbón y viandas en los agromercados. No obstante, estas medidas preventivas se pasaron por alto. Las razones no quedan del todo claras; pero el contexto lleva a pensar que el municipio no contaba con reservas para ello y, desde la cabecera provincial, la prioridad era su propia demanda. El pueblo sufrió una vez más las desventuras burocráticas que le negaron su cuota mensual de arroz, azúcar y otros insumos esenciales. Testimonios como el de Vilma Gutiérrez son esclarecedores al respecto:

A nosotros, dos días antes del ciclón nos tenían sin comida ni corriente. Además, la Defensa Civil jamás avisó como en otras ocasiones, estábamos sin saber a ciencia cierta lo que venía por ahí. En mi casa la noche antes del ciclón lo que se comió fue un cambutico[1] de los que yo misma siembro en mi patio, el Gobierno no vendió nada.

20 de octubre de 2024: un día antes del huracán

Al amanecer, los habitantes de San Antonio del Sur intentaban iniciar su jornada de manera habitual. La mayoría cocinaba con leña y carbón debido a la ausencia de gas y electricidad; mientras las despensas estaban vacías de arroz y otros alimentos básicos.

Ese día, un cargamento de alimentos de la canasta básica llegó al almacén del MINCIN local; pero la burocracia y la llegada tardía impidieron su inmediata distribución a las familias vulnerables. Los sacos de arroz quedaron almacenados por orden de las autoridades, inconscientes de que estos serían arrasados por la inundación inminente.

Los vecinos, por su parte, intentaban prepararse como podían para la tormenta, desconociendo la magnitud del evento meteorológico; solo avisados por las llamadas de los familiares de fuera de la provincia. Mas, la falta de información de medios oficiales y recursos los dejaba en una situación extremadamente precaria. La preocupación aumentaba, aunque muchos no comprendían el peligro que se avecinaba.

21 de octubre de 2024: el día de la tormenta

En la madrugada del 21 de octubre, el huracán Óscar arremetió con fuerza contra San Antonio del Sur. La intensidad de sus vientos no fue su principal amenaza, sino lo lento de su paso. Las grandes lluvias que traía consigo, atípicas en una zona semidesértica, provocaron una inundación repentina que sorprendió a todos.

Las primeras cifras oficiales de la tragedia reportaron seis fallecidos. La comunidad quedaba en un estado de shock ante una tragedia que solo era equiparable al paso del ciclón Flora en 1963. Durante los siguientes días, las autoridades reconocerían algunos muertos más; pero pocos, con respecto a lo que contaban los vecinos a pie de calle.

La inundación dejó a los sanantonienses afectados sin alimentos. La inmensa mayoría de las reservas particulares y estatales quedaron inutilizables o se perdieron por el arrastre de la corriente. La mayoría de los damnificados pasaron el primer día y la primera noche sin consumir prácticamente nada, habiendo perdido sus escasas provisiones y utensilios de cocina en el agua. La falta de planificación y desinformación cobró un precio muy alto, y el pueblo pagó caro por no tener a mano las provisiones necesarias.

Aquellos que lograron cocinar, lo hicieron en condiciones extremadamente difíciles, utilizando leña y escombros mojados. La situación era desesperada y las comunidades del municipio se enfrentaban a la dura realidad de la escasez y la falta de preparación. Poblados completos quedaron aislados por los daños, sin posibilidad de acceder a primeros auxilios.

Ante la inexistente respuesta del Gobierno durante el día del ciclón, los vecinos se tuvieron que apañar con sus propios recursos y solidaridad para sobrellevar la tragedia. Muchos lo habían perdido casi todo y la mayoría desconocía incluso del estado de algún familiar o amigo debido a la incomunicación. En este aspecto, Luis Ernesto recuerda cada detalle:  

Para que mi familia y la de dos vecinos más pudiéramos comer algo debimos unir lo que nos quedaba de comida que eran algunas viandas y algo de arroz que mi hija llegó a salvar. También tuvimos que preparar un pollo que se nos ahogó en la inundación. El combustible que usamos fue gasolina que extrajimos del tanque de la plantica eléctrica de la vecina y algunos palos mojados que trajo el propio río, fue la experiencia más difícil de mi vida.

22 de octubre de 2024: primeras muestras de ayuda

El día 22 comenzaron a llegar las primeras ayudas humanitarias. familiares, vecinos, amigos y el Gobierno se movilizaron para asistir a los necesitados. La sorprendente e inusual cantidad de fallecidos impulsó al Gobierno a actuar desesperadamente para proporcionar socorro. Sin embargo, los alimentos que tanto se necesitaban llegaron tarde y de manera desorganizada a las zonas afectadas.

Tal y como relatan varios entrevistados, en un primer momento, las autoridades pusieron más empeño en enviar policías y militares para aplacar el malestar social que en ayudar a los damnificados, limpiar los destrozos o distribuir comida entre la población:

La presencia de autoridades y fianas[2] era para controlar que la gente no se quejara ni estuviera grabando tanto.

Los almacenes estatales tenían siempre al menos algún guardia rondando para que no les sacaran fotos. A los vecinos del barrio nos mandaron a uno a explicarnos que tirar fotos podía ser usado por el enemigo y que no se le podía dar esas armas a la contrarrevolución.

Algunas familias tuvieron que esperar varios días antes de recibir algún tipo de asistencia. Muchas recurrieron a los plátanos traídos por la inundación de fincas arrasadas y prepararon los animales fallecidos para aprovechar su carne, un producto ya escaso antes del ciclón. Por su mal estado y condición, estos productos no cumplirían en otra circunstancia un mínimo de salubridad, pero la elección era simple: su consumo o el hambre.

La falta de electricidad llevó a la población a conservar los pocos alimentos a su alcance mediante el ahumado o el tostado. La imagen de personas descuartizando caballos y vacas ahogadas —animales regulados— se volvió común en un intento por aprovechar su carne y evitar el hambre en medio de la crisis.

La epopeya alimentaria tras el huracán Óscar en San Antonio del Sur reveló de manera contundente la flagrante ineficiencia e ineptitud de los dirigentes locales y nacionales. La falta de planificación adecuada y la desconexión de la realidad por parte de las autoridades se manifestaron en una incapacidad alarmante para proveer los alimentos y recursos esenciales necesarios en situaciones de emergencia.

La burocracia y desinformación privaron a los ciudadanos de la preparación necesaria para esta situación; además de provocar una crisis al no distribuir a tiempo los suministros que habían llegado antes del desastre. Estas negligencias expusieron a la población a riesgos innecesarios y contribuyeron directamente a la tragedia humanitaria vivida en el humilde municipio.

El Estado cubano le debe a la población de San Antonio del Sur muchas explicaciones. La propaganda oficial hará su trabajo para encubrir y tirar las culpas a un lado. Pero su responsabilidad en el desastre queda clara para las personas. 

 

[1] Nombre regional de una especie de plátano.

[2] Relativo a la policía o miembro de los órganos de la Seguridad del Estado en Cuba.

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