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En Cuba: judío…, pero ¿kosher?

28 de noviembre de 2023

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a historia, tanto culinaria como religiosa, de Cuba se ha 

construido a lo largo de los años desde las diversas culturas que, de una u otra manera, han llegado a convivir en la Isla. Aborígenes, españoles, africanos, asiáticos, judíos, radicados en el país, aportarían sus costumbres, incluso como forma de resistencia cultural.

Así, se presume que los primeros judíos arribaron a Cuba durante la etapa de colonización española. Eran judíos conversos, benei anusim, que habían asumido el criptojudaísmo como forma de sobrevivencia, en contra de su voluntad, cuando fueron expulsados de España en 1492.

Sin embargo, no sería hasta 1906 que se constituiría de manera oficial en la Isla la comunidad judía, al fundarse la United Hebrew Congregation. A lo largo de la primera mitad del siglo XX se nutriría de manera creciente, primero, con la llegada de cientos de judíos desde Turquía, Rusia y Europa del Este, que escapaban de los pogromos; y, luego, desde varios otros países europeos, como Polonia, huyendo de la discriminación provocada por el nazismo.[1]

Para 1958, solo en La Habana existían cinco sinagogas, y había otras diseminadas en Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba. Durante esas casi seis décadas, los judíos florecieron económicamente en la industria textil, pequeños comercios, joyerías, e incluso en la industria del diamante.

De tal modo, el cálculo del número de judíos en Cuba en esos años asciende a más de 30 000; cuya mitad, aproximadamente, residía en La Habana. También existían comunidades hebreas en Cienfuegos, Guantánamo, Caibarién, Sancti Spíritus y Granma, que se sumaban a las de aquellas ciudades —ya mencionadas— que emplazaban sinagogas.[2]

La Isla, de por sí, no había mantenido nunca una postura antisemita.

Sin embargo, a inicios de mayo de 1939, ocurrió en La Habana la mayor manifestación antisemita hasta el momento, aupada por Ramón Grau San Martín; cuyo portavoz incitó a los cubanos a echar de Cuba hasta al último de ellos. Cuarenta mil personas acudieron al encuentro. Muchas de ellas, convencidos por la propaganda emitida por periódicos como Diario de la Marina, Avance y Alerta, de que los judíos eran comunistas.

Así, el gobierno del presidente Federico Laredo Brú terminó por negar la entrada al país a los casi más de 900 judíos a bordo del SS Saint Louis,[3] que habían zarpado desde Alemania. De todos esos refugiados, Cuba acogió solo a los 22 que tenían visas vigentes; pues Laredo Brú revocó los permisos de refugiados que les había vendido el director de Migración Manuel Benítez. Ante esta negativa, Lawrence Berenson, abogado del Comité Conjunto para la Distribución de los Judíos, trató de negociar con el presidente, quien exigía una fianza de 500 dólares por cada tripulante.

Niños que venían a bordo del SS Saint Louis (imagen tomada de https://infobae.com/america/cultura-america/2016/10/08/la-tragedia-del-st-louis-en-una-novela-hispana).

 

Al buque, tras tampoco poder desembarcar en Estados Unidos ni Canadá, no le quedó más remedio que regresar a Europa. Allí, terminaron siendo asesinados 254 de los judíos que iban a bordo, casi un tercio de los pasajeros.[4]

La leyenda narra que, tras este rechazo, ya saliendo de la bahía de La Habana, los judíos maldijeron a Cuba con un siglo entero de hambre y calamidades.

Leyenda o no, lo cierto es que, con el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959, la situación económica y alimentaria en Cuba cambió de la mañana a la noche. Entre las primeras medidas del recién nacido Gobierno estuvieron el canje de dinero, con un límite de hasta 10 000 pesos, por lo que toda persona que tuviera más de esa cifra vería desaparecer sus ahorros; y la nacionalización de los negocios privados, incluso por más pequeños que fueran, que culminó en 1968 con la Ofensiva Revolucionaria.[5]

Los judíos vieron desaparecer de golpe sus entradas económicas y comenzaron a emigrar hacia Estados Unidos y Europa. Así, en menos de una década, su número en la Isla se redujo a apenas un 10% de la antigua comunidad.[6]

A la situación económica se sumó la declaración de Cuba como Estado socialista y, por tanto, pasar de ser un Estado laico a uno ateo. Tan así, que en 1961 fue creado el Departamento de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y, en 1976, el artículo 54 de la Constitución de ese año proclamó que la Ley regulaba las actividades de las instituciones religiosas; así como lo ilegal y punible que resultaba “oponer la fe o la creencia religiosa a la Revolución, a la educación o al cumplimiento de los deberes de trabajar, defender la patria con las armas, reverenciar sus símbolos y los demás deberes establecidos por la Constitución”.[4]

Como consecuencia, la mayoría de los judíos dentro de las generaciones más jóvenes, del 10% que aún permanecía en la Isla, se vieron obligados a ocultar sus prácticas religiosas y, eventualmente, terminaron por abandonarlas ante el miedo de que le fueran prohibidos los estudios universitarios o expulsados de sus centros laborales.

Si bien la religión hebrea no fue la más perseguida en Cuba durante esta etapa, la abrupta disminución de sus comunidades debido al éxodo masivo tras la Revolución de 1959, la prohibición no explícita de asistir a los servicios religiosos en las sinagogas y la confiscación estatal de sus farmacias, librerías, comedores, salones de baile y teatros, fueron apagando rápidamente su cultura y sus tradiciones.

Judíos que salieron de Cuba tras el triunfo de la Revolución en 1959 (imagen tomada de https://timeofisrael.com/a-new-memoir-tries-to-mend-the-pieces-of-the-authors-broken-cuban-jewish-family/).

Pero el cambio gubernamental de aquellos años no solo los despojó de sus propiedades materiales. La economía centralizada que asumió el país provocó, desde muy temprano, también, una carencia de alimentos y su pronto racionamiento a través de la libreta de abastecimientos.

Esto significó que, a aquellos judíos que seguían una dieta kosher, se les presentaba un problema aún mayor.[8]

Esta palabra, kosher, significa “apropiado” y califica a todos los alimentos que permite comer la ley judía; contraria a la comida taref, que es aquella no permitida. O sea, esta dieta está basada en sus principales textos sagrados: la Torá y el Talmud.

Por ejemplo, solo se considera kosher la carne que proviene de los animales que tienen más de un estómago y partida la pezuña, como la vaca, el cordero o el chivo. Es imprescindible que reúna ambas condiciones para que sea permitida. De otra manera, se considera no apropiada, como sucede con el cerdo, que, a pesar de tener la pezuña partida, no es rumiante. Asimismo, dentro de la comida marina, solo es posible ingerir la que posea escamas y aletas a la vez: esto incluye a la mayoría de los peces; pero excluye los mariscos, crustáceos y tiburones. Tampoco está permitido comer anfibios, reptiles, gusanos ni casi ningún insecto.

Mas la prohibición no se limita solo a la carne. Alcanza también todos los productos derivados de los animales taref, excepto la miel.

Ahora bien, no basta con que la carne provenga de los animales reconocidos. Para que sea kosher debe cumplir, además, otros requisitos: no están permitidas todas las partes, no se puede comer ningún pedazo si está vivo, no puede estar enfermo y tiene que haber sido sacrificado de manera misericordiosa.

Esto implica, por ejemplo, que las reses tienen que ser meticulosamente lavadas antes, tanto para limpiarlas como para observar que su comportamiento sea el de un animal sano. Luego, se les hace un corte específico en la garganta, llamado shejitá, con un cuchillo largo y en extremo afilado. Una vez muerto, se desuella y se eliminan las partes no permitidas. Por último, se revisan las vísceras y se inflan los pulmones a través del esófago, pues, de encontrar alguna perforación, dejaría de ser kosher para convertirse en taref.

Para ello, el shojet, o carnicero, debe no solo conocer bien la anatomía de estos animales con el fin de darle una muerte rápida, separar las partes que se pueden comer de las que no y asegurar que cumpla con todas las condiciones sanitarias. Tiene también, antes de degollar al animal, que cumplir con el debido ritual para que su vida tenga significado a través del sacrificio.

De modo similar, los huevos no deben contener manchas de sangre y las verduras y vegetales no pueden tener rastros de insectos.

Mas estas no son las únicas restricciones. Está estrictamente prohibido mezclar los lácteos y cualquiera de sus derivados con las carnes. De igual modo, cualquier alimento no kosher que se mezcle, convierte la comida en taref de manera automática.

Pero las prohibiciones no se limitan solo a los ingredientes. El hecho de no poder mezclar los alimentos implica que las casas deben tener dos menajes de cocina, dos juegos de cubiertos y dos juegos de vajillas, dos esponjas para fregar, etc. Estos elementos duplicados evitan el riesgo de una contaminación indirecta y mantienen kosher la comida. Además, se debe velar por los materiales en que se cocinan y guardan los alimentos; así como no cocinarlos a elevadas temperaturas o almacenarlos por largo tiempo, ya que esto los vuelve taref.

¿De qué manera, entonces, pueden los judíos en Cuba cumplir con todas estas observancias?

Algo, por ejemplo, que pudiera parecer tan simple a nivel de infraestructura, como tener dos juegos de cazuelas, se vuelve casi una misión imposible. El racionamiento que trajo como consecuencia el triunfo de la Revolución no se limitó solo a la alimentación, sino que alcanzó muchas otras áreas de la vida cotidiana.

Durante largos años, las ollas que utilizaban las familias cubanas eran Preston, compradas antes de 1959, e Inpud, adquiridas un poco después. Con el tiempo, su deterioro fue incrementándose, a la par que disminuía la posibilidad reemplazarlas. Más tarde, los precios que alcanzaron las ollas en las tiendas en CUC y actualmente en MLC tampoco hacen que sea fácil. Con precios que rondan sobre los 50 MLC para las ollas de presión o las batidoras, por ejemplo, reponer una dañada se traduce en el salario medio de tres años de una persona.

Por otra parte, el tema de los alimentos representa una dificultad aún mayor.

Ahora mismo, con un cartón de huevos costando alrededor de 3 000 CUP, romper uno y desecharlo por presentar alguna mácula de sangre es un lujo que apenas algunos pueden permitirse. De igual manera, el desabastecimiento y los altos precios del aceite vegetal en la Isla dificultan la cocción de los alimentos kosher, pues los judíos no pueden sustituir este ingrediente por manteca de cerdo.

El tema de las proteínas animal también es crítico. Si bien Fidel Castro permitió que los judíos mantuvieran una carnicería kosher en la Habana Vieja, la cantidad de reses que sacrificaba el shojet estaba limitada a la cuota de carne correspondiente a la libreta de abastecimientos. La cual nunca ha sido suficiente para ningún núcleo familiar.

Si a esto le sumamos la disminución de los suministros de pescado y el aumento de los precios por parte de los vendedores particulares y sitios online, las opciones para la comida kosher disminuyen aún más. Incluso en las pescaderías estatales, cuando hay ofertas, no son asequibles. El pasado mes de octubre, por ejemplo, algunos comercios en La Habana vendieron la libra de pargo entero a 350 CUP.[9] Normalmente, el peso mínimo de estos peces suele estar cerca de un kilogramo. O sea, que un pargo entero podría costar fácilmente más de 700 pesos, casi la mitad de la jubilación más baja en la Isla.

Por otra parte, más allá de la carnicería kosher en La Habana, los judíos no tienen ninguna seguridad de que el resto de los alimentos que consumen hayan cumplido en su transportación y refrigeración los requisitos necesarios para que no hayan vuelto taref. Lo mismo sucede con las verduras y vegetales adquiridos en los agromercados a lo largo de la Isla.

Jacob Berezniak, shojet a cargo de la carnicería kosher en La Habana (imagen tomada de https://shalomisrael.es/judios/la-dificil-situacion-de-los-judios-en-cuba-para-conseguir-alimentos-kosher/).

No obstante, es necesario reconocer la ayuda de alimentos, entre otros productos, que llegan en forma de donaciones desde las diferentes comunidades judías en varios países, en especial aquellas residentes en Estados Unidos. Esta ayuda, que comenzó desde la década de 1960 y tuvo un auge importante en los años 90, resulta un aliciente para los judíos que quedaron en Cuba, pero no llenan todos los aspectos imprescindibles para mantener una dieta kosher.

Productos de donación que realizan las comunidades judías en el exterior a las que radican en Cuba (imagen tomada de https://www.bbc.com/mundo/noticias-57073836).

El Estado y gobierno cubanos tampoco han visto nunca la necesidad de abrir un mercado kosher, ya que los judíos son una minoría poblacional en la Isla. Ni siquiera cuando Eusebio Leal inauguró el Hotel Raquel, concebido para un turismo internacional hebreo, se tuvo en cuenta este tipo de alimentación. Las instalaciones, si bien sirven recetas judías, ninguna es kosher.

En contraposición, también en La Habana, se encuentra Chateau Blanc, un hostal particular que, según sus dueños, una familia judía cubano-americana, reavivó el servicio de comida kosher para el turismo judío internacional, cerrado desde 1959. En su página web,[10] se autodescriben como la única instalación que sirve comida kosher a base pescados, vetales y lácteos. A pesar de que la mayoría de los ingredientes y alimentos que ofrecen son comprados fuera de Cuba, es notable incluso para ellos la falta de acceso a los cárnicos de res y aves. Y, aunque tienen recetas con carne anunciadas para las fiestas de Pascua del próximo 2024, especifican en letra pequeña que el menú podrá variar según la disponibilidad.

Invitación a la apertura de Chateau Blanc (imagen tomada de su página de Facebook).

Enclavado en Nuevo Vedado, la casa está equipada con un juego doble de refrigeradores, fregaderos, hornos y menajes de cocina, tal como dictan las observancias judías. Este entorno está certificado por el International Kosher Mehadrin, que dirige el rabino Berel Simpser.

A pesar de que un número creciente de personas tienden en el mundo a consumir comida kosher por considerarla sana e incluso compasiva debido a la forma en que se sacrifican los animales, en Cuba es algo que resulta desconocido para la mayoría de la población. El declive cultural impuesto por la migración y las carencias alimentarias que sufren los judíos en la Isla han menguado sus tradiciones culturales, incluida la culinaria.

La maldición de los pasajeros del SS Saint Louis no solo alcanzó a los cubanos; también se instaló en la comunidad judía que permaneció en la Isla. La comida kosher permaneció en aquellas familias que emigraron, ya fuera a inicios de la Revolución o más tarde, a finales de los años 90, a través de la ley de repatriación de Israel; y mucho más reciente, orientada de manera privada al turismo hebreo.

¿Se puede ser judío en Cuba? Sí, no resulta fácil; mas, sin dudas.

Pero, ¿puede un cubano judío comer kosher? Eso será ya un milagro de Janucá.

 

[1] https://www.shavei.org/es/blog/2020/01/15/los-judios-en-cuba/.

[2] http://www.jewishcuba.org/hatikva/comunidad.html.

[3] Además del SS Saint Louis, otros dos navíos zarparon rumbo a Cuba en 1939 con refugiados judíos: el Flandre, con 104 pasajeros, y el Orduña, con 72. A estos tampoco se les permitió desembarcar en la Isla (https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/voyage-of-the-st-louis).

[4] https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/voyage-of-the-st-louis.

[5] https://amilat.online/wp-content/uploads/2020/01/Margalit-Berajano-6-249.pdf.

[6] https://www.gabitos.com/Cuba_Eterna/template.php?nm=1451672166.

[7] Yoana Hernández: “Religión y Revolución cubana: Un diálogo desde la norma jurídica y la praxis social”, en https://www.iberpapers.org/jour/article/download/235/151.

[8] https://itongadol.com/latinoamerica/el-desafio-de-encontrar-comida-kosher-en-cuba.

[9] https://www.cubanoticias360.com/llego-el-pescado-a-la-habana-pero-a-que-precio/.

[10] https://www.chateau-cuba.com/.

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