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EL QUE REPARTE Y REPARTE…
El uso de los alimentos como incentivo laboral y discriminación ideológica

25 de abril de 2023

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n anteriores trabajos hemos abordado la temática de la 

asignación diferenciada de alimentos con fines políticos y de control social. Esta práctica es realmente antigua dentro del esquema totalitario de gobierno cubano pero ha adquirido diferentes connotaciones a lo largo de las etapas por las que ha atravesado el régimen; etapas en las que el desabastecimiento de productos de alta demanda ha sido un problema crónico consustancial a la debacle del sistema productivo del país. 

En estos momentos la economía doméstica atraviesa, una vez más, una crisis sistémica de la que al parecer, el aparato de producción “socialista” saldrá superado por una especie de economía mixta regulada, con un alto nivel de intervención estatal y de control por parte del poder político centralizado. La escasez de alimentos ha vuelto a golpear a la familia cubana y los productos de primera necesidad o alta demanda han multiplicado su precio exponencialmente, dejando a una parte importante de la ciudadanía con muy poco poder adquisitivo frente a la inflación y los desajustes estructurales que ha provocado el mal llamado Ordenamiento Monetario.  

Uno de los productos alimenticios más solicitados por la población durante todo el año es la papa. Largas filas que duran varios días en algunos casos, se pueden observar en casi todas las comunidades cubanas en estos meses en que se distribuye de manera racionada la cosecha nacional y lo que se importa de otros mercados internacionales. El consumidor espera con ansiedad la llegada de los camiones de carga que suministran a los agromercados estatales locales, las llamadas placitas. En la madrugada se observan grupos de personas soñolientas, en su mayoría adultos mayores, que pasan la noche entera al lado de estos establecimientos en espera del tubérculo. 

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Por supuesto, a la mañana siguiente aparecen las ofertas en los grupos de venta de alimentos por redes sociales, tales como el archiconocido Revolico, donde no hay límites para comprar la cantidad de quintales que el cliente requiera, con servicio a domicilio incluido; eso sí, a precios exorbitantes. Hace apenas un mes (cuando comenzó la distribución) el saco de papa estaba costando nada menos que diez mil pesos cubanos, lo que equivaldría al cambio actual a unos 56 dólares aproximadamente. En estos momentos se puede conseguir el mismo saco por la mitad de precio si se tiene suerte de encontrar un proveedor piadoso, pero ese precio volverá a subir en unas semanas cuando finalice el proceso de distribución. 

Dentro de este contexto, es necesario preguntarse de dónde sale este producto que una cantidad considerable de personas vende a través de las redes sociales a precios prohibitivos para el trabajador cubano. Existen varias vías por las cuales revendedores y traficantes adquieren la papa para luego comerciarlas en el creciente mercado negro nacional. Una de ellas es el conocido desvío de recursos, practicado históricamente por los trabajadores estatales de medio nivel, que tienen acceso a productos altamente demandados por la población, otra es la corrupción administrativa a gran escala que ocurre en los niveles más altos de acceso, los cuales sustraen toneladas del alimento y lo conservan en neveras para su posterior venta en los momentos de mayor demanda, cuando el precio de la libra alcanza valores ridículos en comparación con los actuales, y otra vía es la asignación diferenciada de recursos. 

Como se observa en las imágenes, el Estado sistemáticamente “estimula” a los trabajadores pertenecientes a las diferentes ramas del aparato central con envíos de alimentos que los cubanos conocen como “jabas”. La frase –Apúrate que van a vender una jaba– se escucha con frecuencia en estos días en organismos subvencionados como es el caso de los Bufetes Colectivos de Abogados, las Contralorías, Fiscalías, instituciones del gobierno y el Partido Comunista y otros centros laborales donde generalmente se encuentran los cubanos más comprometidos con el sistema totalitario. Esta asignación quirúrgica de recursos cumple su función a las mil maravillas, diferencia a los “leales” del pueblo llano, los estimula y los provee de recursos alimenticios altamente estimados por la ciudadanía en lo que se pudiera llamar una discriminación económica ideológicamente motivada. 

Algunos de estos trabajadores y a veces directivos de estos centros, que tienen acceso a una mayor cantidad del producto, luego los revenden mediante las redes sociales a la población común, generalmente a nombre de algún familiar o amigo cercano, contribuyendo de esa manera al floreciente mercado negro de alimentos del que viven tantos cubanos. Una vez más queda en evidencia el sistema colectivista de distribución que ofrece prebendas a sus fieles seguidores, mientras penaliza al resto de la ciudadanía. El mito de la sociedad igualitaria no resiste el más mínimo análisis serio, que pueda exponer la cruda realidad que se vive todos los días en Cuba, magistralmente oculta detrás de la propaganda y la narrativa revolucionaria. 

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