top of page

Cría de animales en los hogares cubanos: ¿estrategia de supervivencia frente a la crisis alimentaria?

02 de noviembre de 2023

T

T

odavía perduran en el imaginario colectivo cubano las 

las anécdotas y testimonios de las familias que lograron sobrevivir, en la década de los 90 en Cuba, criando animales para su alimentación dentro de sus propios hogares. Las razones de que los ciudadanos se vieran obligados a compartir su espacio habitable con cerdos, aves de corral, conejos, carneros y chivos fueron muchas: primeramente, el hambre; luego la falta de patios, fincas o espacios adecuados para la cría de animales comestibles; y, no menos importante, los robos.

Por increíble que parezca para el ciudadano de un país corriente, en Cuba existen ladrones que son capaces de llevarse en plena madrugada, con sigilo y rapidez, un cerdo de 200, 300 y hasta 400 libras. Existen leyendas urbanas sobre cómo lo hacen. Algunas parecen inverosímiles; pero lo cierto es que, como medida de seguridad preventiva, las personas decidieron en aquellos momentos de crisis convivir con los animales que luego se comerían o venderían para comprar otros alimentos.

En los tiempos que corren, esta tendencia de criar animales dentro de las casas ha vuelto a manifestarse con relativa frecuencia en la sociedad cubana. Las razones son las mismas, así como el problema de fondo. El comunismo es absolutamente incapaz de generar la riqueza suficiente para que el país pueda mantenerse por sí mismo y, por tanto, la pobreza y la escasez son problemas estructurales crónicos que no cambiarán hasta que este sistema sea sustituido por un Estado de derecho con libre mercado y garantías para los emprendedores e inversionistas foráneos.

Un caso documentado muestra cómo un cuarto habitable fue reformado parcialmente para criar cerdos de ceba con la esperanza de ser luego comercializados al detalle y procesados para obtener carne para el sustento familiar. La evacuación de los excrementos resulta un problema, pues los criadores, en la mayoría de los casos, no tienen los recursos económicos para fabricar redes hidrotécnicas de alivio o tanques de deposición de sólidos.

Esto crea un problema de higiene no solo a nivel del hogar, sino también en la comunidad, por la aparición y el incremento de vectores asociados a la transmisión de diferentes tipos de enfermedades. Asimismo, la escasez de agua en las comunidades no ayuda con el problema y los olores muchas veces molestan a vecinos y a los propios criadores, quienes deben aprender a convivir en esa situación durante muchos meses.

Con respecto a las estrategias para la alimentación animal, hay mucho que decir. Primeramente, no existe pienso, soya, miel de purgas, maíz, granos ni otro tipo de alimento necesario en la red de tiendas estatales y negocios particulares que puedan proveer a estos animales del sustento alimenticio necesario para la ceba. Los criadores han tenido que innovar soluciones una vez más y “entrenar” a los animales para que sean capaces de comer cualquier cosa que aparezca en el mercado negro.

El almidón de yuca diluido en agua es una de las soluciones que estos criadores particulares han podido implementar con relativo éxito. Vale recalcar que esta vianda no está disponible todo el tiempo y, encima, los precios de un saco de yuca no apta para el consumo humano son altos, entre 150 y 250 pesos cada uno. Muchos criadores han recurrido a la controversial moringa, a la harina de boniato, las cáscaras procesadas parcialmente de viandas y el chícharo molido para poder alimentar a sus animales sin obtener los mismos resultados que con los alimentos tradicionales como la soya, el pienso o el memorable palmiche.[1]

Además, la posibilidad del robo de los animales siempre es una amenaza para los criadores. Por ello, extreman medidas de precaución con el objetivo de evitar una pérdida de capital irreparable, puesto que muchos han invertido todos sus ahorros en esta empresa y esperan amortizar las inversiones con la venta de los animales en pie o procesados.

La voluntad de sobrevivir en medio del proceso de descomposición que experimenta el fallido modelo de desarrollo cubano es un acicate para estos emprendedores, a los que el Estado no les ha dejado más opción que arriesgarlo todo, incluso la salud de su propia familia en busca de un alivio a su situación económica. Resiliencia es la palabra de orden para todos ellos, el cambio de sistema es un anhelo al que no renuncian, pero que parece dilatarse en el tiempo. Mientras tanto, luchar es su única salida.

Una vez más, como en los 90, el pueblo debe recurrir a medidas extremas para asegurarse una precaria supervivencia ante la soberbia de quienes prefieren inmolarse en la defensa del fracasado socialismo y arrastrar a un país entero con ellos.

 

[1] Fruto de la palma real. Alimento tradicional de los cerdos en los campos cubanos desde tiempos fundacionales.

bottom of page