top of page

Arroz de/con pastillita

04 de enero de 2024

S

S

i uno tuviera que enumerar los alimentos básicos en la dieta 

de los cubanos, el arroz, sin duda, no faltaría en la lista: arroz, blanco, arroz congrí, arroz amarillo, arroz con pollo, arroz imperial, arroz frito, arroz con leche… Sin embargo, en el último año, su imagen se ha vuelto difusa; a veces se siente como un recuerdo diferente en la memoria emocional y gastronómica de los cubanos.

Introducido en Cuba por los colonialistas españoles, el cultivo del arroz comenzó en la Isla a mediados del siglo XIX. No obstante, nunca llegó a satisfacer la demanda nacional.

Los factores para su baja producción han sido variados a lo largo de la historia: desde la pérdida de hectáreas ante el cultivo de la caña de azúcar hasta su falta de rentabilidad ante los precios de compra en el mercado internacional. Antes de 1959, los gobiernos de Gerardo Machado y Fulgencio Batista trataron, sin éxito, de aumentar la producción nacional; así como Fidel Castro en los años 70.[1]

Como resultado, la demanda del consumo de este cereal ha tenido que suplirse siempre con importaciones, ya fuera antes o después de la Revolución. Con una ingesta per cápita de 60 kilogramos aproximadamente, mercados como China, Vietnam, Estados Unidos, Uruguay y Brasil, entre otros, han estado sus más importantes proveedores.

Hasta aquí, todo estaría bien si el acceso de la población al arroz no fuera deficiente.

Sin embargo, este alimento encabezó la lista de productos alimenticios normados a través de la libreta de abastecimiento, instaurada a inicios de la década de 1960. Ya en una fecha tan temprana como 1966, debido a desavenencias políticas con China, la cuota per cápita fue reducida, y seguiría siéndolo en las siguientes décadas.

A la reducción normada se suma su desaparición en los establecimientos de venta liberada y tiendas MLC; mientras su precio en el mercado negro y las mipymes aumentan de manera acelerada. Así, por ejemplo, una libra de arroz en La Habana cuesta, como promedio, 250 CUP; es decir, 16% de la jubilación mínima actual. Teniendo en cuenta que solo se distribuyen 3 libras a través de la libreta de abastecimiento, para suplir el déficit de las restantes 8 libras mensuales se necesitaría un presupuesto de 2 000 CUP, lo que se traduce en la mitad del salario promedio de un trabajador en Cuba. Por tanto, un jubilado o pensionado mínimo no podría nunca adquirir, por sí mismo, las 11 libras de arroz que debería poder comer al mes.

Por si estos precios no fuesen ya lo suficientemente altos, los que reflejan las tiendas online de pago en el exterior son aún peores. Sitios como Alawao exhiben 5 libras de arroz criollo a 7.95 USD y Supermarket23, el doble del peso, por 14.71 USD. Estos productos y precios, son para que los cubanos en el exterior compren a los cubanos en la Isla. Además, hay que añadir casi siempre el costo de envío, que, en el caso de Alawao, asciende a 18 USD. Así, la libra de arroz criollo en este sitio viene costando en realidad casi 20 USD; lo que representa, al cambio de divisas reflejado por El Toque, más de 5 000 CUP.

Pero el arroz no es el único producto en crisis en la Isla. La grave crisis alimentaria por la que atraviesa Cuba y las pésimas decisiones económicas tomadas a nivel gubernamental han dado como resultado que casi todos los demás alimentos tengan precios inasequibles o hayan casi desaparecido. Esto significa que, si comer arroz blanco ya se ha vuelto casi un lujo para muchas familias cubanas, cocinar entonces un arroz compuesto es casi una misión imposible.

Al pensar en otro alimento básico como los frijoles, es muy probable que venga a la mente la imagen de un congrí o arroz con moros.

Pero una libra de frijoles negros oscila sobre los 600 CUP, tanto como una libra de carne de puerco. Si bien es cierto que su precio en la bodega es mucho menor, la cuota que tiene uno derecho a comprar apenas llega a media libra mensual por persona y muchas veces son sustituidos por chícharos. Esta cantidad, si acaso, alcanza para dos comidas.

Así que no queda más remedio que acudir a los agromercados, carretilleros, mipymes y el mercado negro, donde incluso no hay un abastecimiento constante. Sin embargo, resulta difícil no encontrar en las tiendas online con pago en el exterior. Hay que visitar Alawao para encontrar 5 libras de frijoles negros a 13.95 USD; o Supermarket23, para 2.50 USD la libra más barata.

Incluso el propio Gobierno se aprovecha de los altos precios en la calle para establecer los suyos cuando decide vender algún extra a la población. Tan así, por ejemplo, que la oferta estatal para este fin de año en Las Villas incluyó dos libras de frijoles adicionales por la libreta de abastecimiento: la primera, de producción nacional, cuesta 270 CUP; la segunda, de importación, a 375 CUP.[2]

Esto significa que, para un jubilado mínimo, el costo de cocinarse un plato de congrí, solo en concepto de arroz y frijoles, sin tener en cuenta los demás ingredientes, es de 850 CUP. Teniendo en cuenta que el retiro mínimo es de 1 528 CUP, el plato de congrí cuesta un poco más que la chequera mensual de estas personas.

Ni hablar de los otros ingredientes principales para un arroz amarillo, o con pollo, o frito, o con leche. De platos corrientes en las cocinas cubanas, se han vuelto recetas gourmet.

Sin embargo, la grave crisis alimentaria que los cubanos llevan sufriendo por décadas los han convertido en los reyes de la sustitución. ¡Pero cuidado con esta idea! Los cubanos buscan alternativas en la cocina no por elección propia, sino por necesidad.

Y justo una de las alternativas más socorridas son las conocidas pastillitas, calditos o sazones con distintos sabores. Frente a los 49.41 USD en los que Hugo Cancio vende un combo para hacer congrí en Katapulk, mucha gente utilizará una pastillita con sabor a congrí que puede comprar en la Güinera a 70 CUP. Así puede ahorrarse los frijoles, la cebolla, el ají, el ajo, as empellitas. Ese pequeño cuadrado, envuelto en papel plateado y disuelto en el agua donde se cocina el arroz, ayudará a mantener vivo este plato.

La historia se repetirá para el arroz amarillo: las pastillitas con sabor a pollo, chorizo o costilla ahumada desbancan el lugar del pollo, la carne, los embutidos. No importa si no uno revuelve una y otra vez el arroz, buscando en vano las antiguas “sorpresas”; lo importante es el sabor artificial que engañará al paladar, a la mente y al estómago, haciéndoles creer que no comían solo arroz con arroz.

Sin embargo, las pastillitas mágicas no vienen sin precio. Y el costo negativo se refleja en la salud. En una población con un alto índice de hipertensión, problemas cardiacos y enfermedades cancerígenas, su alto uso continuado envenena al cuerpo debido a su composición química. Cada pastilla o sazón no natural contiene elevados niveles de sodio, saborizantes y colorantes artificiales, grasas y glutamato monosódico suficientes para causar alergias, elevar la tensión arterial y engrosar las arterias.

Siempre habrá alguien que aplauda la inventiva del cubano, la “cocina de resiliencia” y pedirá respeto para quienes comparten recetas sustitutas. Pero también, siempre, esas personas olvidarán los costos asociados que conlleva.

Las medidas para el nuevo año, anunciadas por el Gobierno a finales de 2023, incluyen aumentos de pagos de los servicios básicos y el transporte, entre otros, que, inevitablemente, se reflejarán en un alza de precios de los productos alimentarios. En adición, no se vislumbra un programa viable para disminuir la galopante inflación ni alcanzar una seguridad y soberanía alimentarias en la Isla; tampoco para paliar el desabastecimiento de comida. Mucho menos aclararon de qué manera el Estado no tiene presupuesto para incentivar la producción agropecuaria nacional y vender sus productos a la población; pero las tiendas online con pago en el exterior tienen y venden arroz y frijoles cultivados en Cuba.

Hace pocos meses, circulaba por las redes sociales y medios de prensa independiente una receta donde el arroz era sustituido por col. No sería de extrañar, pues, que el año 2024 nos contemple a los cubanos que no tengamos familiares en el extranjero comiendo col con pastillitas de arroz.

 

bottom of page