Hablar en voz alta de pobreza menstrual

31 de mayo de
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Monitor Program, los Derechos Humanos se entienden como un conjunto de prerrogativas reconocidas a las personas, que no se deben confundir como medidas otorgadas por los Estados sino reconocidas por estos. Y que a su vez, se comportan como un conjunto indivisible e interdependiente que gira alrededor de lo que es la dignidad humana.
Precisamente es este punto, en la dignidad humana, es donde encontramos el llamado a la garantía de los derechos de manera integral y no de cualquier manera, sino de forma adecuada; no es simplemente asegurar unas medidas básicas, sino el goce adecuado de una calidad de vida. Entender que es como si se tratara de una bolsa en la que cada vez vamos agregando más responsabilidades institucionales que son ineludibles, ya que vamos entendiendo que la dignidad tiene más dimensiones.
De esta manera es que empezamos a entender otros elementos que son básicos de la vida diaria y reconocemos la interdependencia que existe entre los derechos políticos y civiles y los derechos económicos, sociales y culturales. Sin embargo, es preciso considerar que, sin tener en cuenta una perspectiva de género y un enfoque diferencial, dejamos de lado elementos esenciales que deben ponerse en los primeros lugares de la agenda política y social. Sí, es cierto, todos los seres humanos somos iguales pero en la práctica existen diferenciales sustanciales para la garantía de los Derechos y es aquí en donde el Estado debe actuar para asegurar la equidad.
Es justo aquí, sobre las diferencias y enfoques particulares de la protección que quiero llamar la atención sobre un tema, a propósito de la conmemoración del pasado 28 de mayo, del Día Internacional de la Higiene Menstrual. Fecha que fue seleccionada de forma muy especial, ya que hace alusión a los 28 días en promedio que dura el ciclo menstrual y crear consciencia sobre dificultades que se atraviesan mensualmente y sobre las cuales producto de la ausencia de una perspectiva de género y de los estigmas sociales, poco o nada se habla.
Con esta conmemoración se busca hacer especial énfasis sobre varios temas: primero, analizar las acciones públicas sobre salud menstrual; segundo, tener en cuenta que precisamente los temas de salud menstrual son atravesados y condicionados por la pobreza; y tercero, recordar que probablemente estamos dejando fuera de muchas políticas algunas otras personas, como los hombres transgénero y las personas no binarias que también menstrúan.
Adicional a estos tres puntos, por supuesto, también se encuentra el querer combatir los estigmas en sociedades donde aún ni siquiera la palabra “menstruación” se puede decir en voz alta sin evitar que las personas (en especial los hombres) se sonrojen, recordando que la educación sobre este tema no debe ser solo para las mujeres.
Pensar acciones para la gestión y garantía de la higiene menstrual no es algo opcional, es una cuestión de salud pública y de Derechos Humanos, siendo este un momento en el mes en el cual se requiere de unos productos mínimos necesarios para tener una vida digna y poder llevar a cabo la mayoría de las actividades diarias. Sin mencionar aquellos casos en los cuales se puede requerir algún tipo de medicamento para controlar los fuertes cólicos y el malestar general y que ante las dificultades económicas se acude a remedios caseros.
Es por ello, que los productos de higiene menstrual deben pensarse como parte de la canasta básica de cualquier núcleo familiar, productos como toallas higiénicas, tampones, copas menstruales, medicamentos, controles médicos y por supuesto el acceso a agua potable, son imperativos para la salud de las mujeres. No por nada en varios países ya se empieza discutir sobre las medidas que deben ser tomadas para gestionar el denominado impuesto rosa.
Ahora, en contextos de profundas crisis y pobreza no es un secreto que las mujeres tienen que a elegir entre la alimentación de sus familias y su propio bienestar. Siendo ellas quienes administran las finanzas dedicadas al cuidado de sus familias, toman la decisión de sacrificar estos productos en sus compras, como si la gestión adecuada de la menstruación se tratara de un lujo personal.
Como era de esperarse, de esta situación no escapa el caso cubano. Si bien el régimen se jacta en señalar que fue uno de los primeros en firmar y ratificar la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, en la práctica las acciones y la constante vulneración de la dignidad de las mujeres y niñas muestran todo lo contrario, la violencia institucional se ha convertido en una práctica generalizada.
No resulta nuevo que en el caso de Cuba las mujeres tengan que acudir al uso de gasas médicas o incluso en los peores casos tengan que usar trapos viejos para improvisar una especie de almohadillas o toallas sanitarias que deben lavar con los pocos productos que tienen a la mano, produciendo en muchos casos irritaciones e infecciones o simplemente vivir la incomodidad que ello significa y aun así tener que salir a sortear los retos que implica sobrevivir en la Isla.
Nuevamente, en este caso no estamos frente a una decisión ética- ecológica, en donde han dejado por cuenta propia de usar productos desechables o acudir a técnicas de antaño, es una cuestión del ejercicio de las libertades. Y es que finalmente contar con la información necesaria, los recursos económicos suficientes y la posibilidad de acceder a los productos de higiene menstrual que se deseen es una cuestión de dignidad.
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al como he manifestado en publicaciones anteriores de Food