Testimonios de la inconformidad: Lo que no se cuenta de las mipymes
07 de noviembre de 2023
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ún no se sabe si las llamadas mipymes llegaron para quedarse
definitivamente o no. La incertidumbre es un elemento consustancial a las medidas que se toman desde el nivel central del gobierno cubano. Algunos consumidores que tienen acceso a los productos que comercian estas entidades económicas confiesan que temen que las “quiten de un día para otro, como han hecho con otras cosas”. Para un sector de la población, las mipymes, sobre todo aquellas del tipo agropecuario y agroindustrial, ofertan una serie de productos a la población que, de otra forma, sería muy difícil adquirir en las tiendas en MLC o en el mercado negro.
El aceite, algunas carnes, ciertos tipos de embutidos, el queso, las especies, viandas y condimentos están entre los alimentos más demandados por la población a los que se puede acceder en el mercado creado por las mipymes, aunque los precios no son para todo el mundo y la oferta es escasa e intermitente.
El pasado sábado recogimos algunos testimonios de consumidores que frecuentan el área urbana que ha sido designada por las autoridades para que estas empresas privadas vendan sus productos a la población, que hace filas desde horas muy tempranas en la mañana para conseguir las mejores ofertas de alimentos que se suelen agotar rápido y solo se encuentran en este lugar, ubicado en la calle La Calzada, al que se le ha bautizado como La Feria.
Reproducimos aquí la opinión que tres consumidores de diferentes niveles adquisitivos nos han compartido sobre los mercados mipymes. Las preguntas a los entrevistados fueron muy sencillas:
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Nombre, edad y empleo.
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Por qué viene a comprar a La Feria.
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Cuál es su opinión de los precios.
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Qué tipo de productos compra.
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Cuál es el promedio de su gasto en cada compra.
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Qué le gustaría que mejorara o cambiara con respecto al mercado de las mipymes.
Mirta (67 años, con bajos ingresos):
“Soy jubilada de educación.
A mí me conviene muchísimo la feria, de aquí es de donde único yo saco para el aceite del mes, los vegetales, las especies, cosas así que no cuestan mucho, menos el aceite pero que te sale mejor que en la calle (mercado negro) porque te cuesta unos 100 o 200 pesos menos. Hay que venir temprano porque las colas son tremendas y las cosas baratas se acaban rápido. […]
Entre los productos que más compro están el aceite, las viandas, la ensalada, cebolla, ajo y ají cachucha, puré de tomate, sazón (comino, pimienta, pimentón), vinagre y arroz. A veces puedo comprar un pollo o croquetas de sustancias y es lo que puedo pagar, no me da para otras cosas. El frijol está muy caro y con lo que te gastas en una libra te da para otras cosas que hacen más falta. Yo me gasto de unos 500 a unos 1 000 pesos cuando vengo, que es una vez al mes o a veces dos veces si lo necesito, pero vivo un poco lejos y no puedo venir tan seguido.
Lo que me gustaría que mejorara son los precios, siguen siendo muy altos y hay cosas que son impagables para el cubano de a pie, trabajador o jubilado. Ya se van viendo productos que hacía rato no se veían como el chorizo y el carnero, y a veces pescado, aunque muy caros todavía”.
Diego (52 años, con ingresos medio-altos):
“Yo soy barbero y vivo aquí al doblar. Vengo cada vez que hay feria porque siempre se encuentran cosas.
Los precios me parecen normales para como está la cosa, pero hay cosas que sí están caras: la carne, los frijoles, la manteca y algunos enlatados. Hay otras cosas aquí que sí están baratas: el pollo, las viandas, […] los encurtidos, el refresco, el pan, galletas de sal... Entre los productos que compro están la carne de cerdo, la manteca, las viandas, frijoles, aceite, refresco y confitura para los niños.
Me gasto unos 2 000 o 3 000 pesos cada vez que vengo; a veces más, a veces menos, depende de lo que hay y lo que necesito. Si compro aceite y carne, ya ahí solo se van 2 000 pesos o más y a eso, ponle lo otro. Lo malo son las colas, que a veces se hacen desde la madrugada. La gente espera aquí en los portales para comprar una ristra de cebolla a 300 pesos porque no te la encuentras a ese precio en otras partes y eso es lo único que se llevan.
Me gustaría que bajaran los precios un poco más de las cosas básicas, que traigan más productos del campo y otras cosas que no se ven casi. También que esto se haga permanente. Aquí mismo en el agro, que dejen a las mipymes vender permanente y no nada más los fines de semana, para uno tener la posibilidad de planificarse mejor”.
Oscar (41 años, con altos ingresos):
“Soy cuentapropista, tengo una brigada de la construcción desde hace cuatro años.
Vengo aquí porque hay de todo o casi todo lo que quiero comprar. Siempre venimos la familia entera en el carro y hacemos una compra grande a fin de mes; a veces venimos más durante el mes si algo se acaba. Como tengo nevera grande compro para el mes entero la carne, el helado, pescado, leche cuando hay.
Los precios están altos, no te voy a mentir, pero son los que hay, si vas al MLC están más caro y a veces con menos calidad. Aquí hay cosas que a uno le gusta y que uno conoce, cosas que hacía rato no se veían. Lo que pasa es que están muy caras y no todo el mundo puede comprarlas. Un tubo de jamón te puede costar 11 000 pesos; un bloque de queso criollo, 7 u 8 000 pesos, una sierra (pescado) grande como esta, 25 000. El camarón, cuando aparece la caja, te la venden en 2 000 o 3 000 pesos.
Yo compro esas cosas porque puedo. Pero si sacas la cuenta, en una compra de esas se te van 40 o 50 000 pesos como si nada. El helado lo compro en cantidad para tener para todo el mes, para la casa y los muchachos, ¿Cuánto vale la tina de 4 litros?: 2 500, 2 600 pesos y más, depende del helado que sea. Saca la cuenta para que veas.
Lo que me gustaría es que bajen los precios, que abran más posibilidades, que dejen a los pescadores vender también. Somos una ciudad rodeada de mar y el pescado es carísimo cuando aparece. No te venden casi más nada del mar, excepto camarones y masa de cangrejo en mayo y junio.
Me gustaría que permitan a los productores competir de verdad y tú verás cómo bajan los precios, porque hace falta competencia para eso. Mira la papa, ¿dónde tú ves una papa? Ni pagándola al precio que sea te la encuentras. Para comer papa tienes que ir a La Habana.
Faltan todavía muchas cosas y la mayoría de la gente no puede permitirse estas cosas porque los salarios son una miseria y no te dan para nada”.
Aunque estos tres casos no son del todo representativos, muestran una tendencia que parece crecer con el tiempo en los segmentos de consumidores que pueden acceder a las mipymes. El pueblo trabajador, el profesional jubilado, el adulto mayor común y corriente, tienen un acceso muy limitado a los productos que se ofertan en estos mercados. Los precios de muchos productos siguen siendo prohibitivos para la mayoría de las personas; entre ellos, algunos de los más demandados como el queso, la carne de cerdo, el pescado, los embutidos, los frijoles y otros.
Se muestran grandes asimetrías en la capacidad de compra de la población y en la elaboración de la oferta, pues algunos productores se niegan a vender porciones pequeñas de productos como el embutido y los quesos. Motivados por la escasez, tienen la certeza de que cualquier producto que traigan se va a vender al precio que sea; eso sí, solo un pequeño grupo puede pagarlo. La propia manera en que funcionan las mipymes, dentro de un marco regulatorio bien estrecho, donde la competencia es injusta, no permite a este mercado evolucionar hacia formas más horizontales de gestión que, generalmente, benefician a aquellos con menos poder adquisitivo.
Esto ocurre por la poca competencia que tienen los grandes productores de queso, carne, pescado, leche, embutidos, frutos y vegetales procesados, y otros productos de corte agroindustrial. En esto también influye el modelo socioeconómico que está impulsando el Gobierno con las mipymes, diseñado para mantener el control de la distribución y de los productores a través de las prebendas y de la exclusividad de los contratos a personas afines al Gobierno y a testaferros de la clase dirigente.
Las mipymes siguen siendo un espejismo. Son una vitrina, más útil para la propaganda estatal que para satisfacer las necesidades del mercado doméstico. A la fecha no se ha visto una mejoría sustancial en la capacidad de compra de la población ni se observa una mejora de la calidad de vida en general, más bien lo contrario. Lo que se observa es una profundización de la brecha socioeconómica entre “ricos y pobres”. Una leve mejoría en los sectores adinerados que ahora pueden comprar con más facilidad y una depauperación de los estratos de menos ingresos que deben competir con los nuevos “ricos” por los mismos productos en condiciones desiguales.
Solo la competencia verdadera y la apertura económica —que implicaría una gran apertura política— podrían cambiar este escenario. Sin embargo, el gobierno totalitario se mantiene anquilosado en un discurso de guerra fría, sin dar señales de cambio.