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La historia sin fin del combustible

12 de septiembre de 2024

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a crisis de combustible y los apagones en Cuba ponen de 

manifiesto la fragilidad del sistema energético y alimentario del país una vez más. Mientras los cubanos enfrentan desafíos diarios para obtener alimentos y otros recursos básicos, la necesidad de soluciones sostenibles se vuelve cada vez más urgente.  

Directamente, la crisis energética es un fenómeno casi tan cubano como la más arraigada tradición nacional. Durante los últimos treinta y cuatro años, la falta de combustible, la poca disponibilidad para su compra y los cambios de estrategia de los países que exportan dicho recurso fósil a nuestra nación han supuesto piedras difícilmente franqueables en el camino.

La noticia de que La Habana volverá a tener “apagones solidarios” de forma continuada y diaria hace saltar las alarmas nuevamente. La Empresa Eléctrica de La Habana informó en Facebook que se afectará el servicio en la capital por emergencia debido al déficit de generación en el sistema eléctrico nacional, demostrando que existe una gran crisis energética. Esta reciente medida de implementar apagones de dos horas en la capital ha generado una fuerte polémica en las redes sociales.

Durante el verano, el déficit de generación aumenta a la par que el consumo debido al uso intensivo de equipos de refrigeración y climatización. En adición, la crisis que vive Venezuela desde las pasadas elecciones ha calado y seguirá calando en la sociedad cubana:

El intercambio comercial entre Cuba y Venezuela ha caído del 21% del PIB cubano en 2012 al 8% en 2022. La reducción se atribuye sobre todo a la caída de los precios del petróleo, los desaciertos en la política económica venezolana y la excesiva intervención estatal, y las sanciones internacionales que han llevado a una contracción significativa de los ingresos petroleros y del PIB venezolano desde 2014. […] La vulnerabilidad de la economía cubana ante un escenario sin Venezuela sigue siendo alta, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.

Eso, sumado a la guerra en Rusia y la contraofensiva ucraniana —sabidas naciones exportadoras de combustible para Cuba desde hace muchos años—, denota que han llegado nuevamente tiempos oscuros para la población cubana.

En una sociedad tan dañada como la de la Cuba actual, el cubano de a pie solo pretende comer; no precisa de lujos extravagantes o beneficios más allá de los que su realidad amerita. Por eso, una nueva crisis energética asusta, con razón, a la población.

A estos problemas se suma la incapacidad del sistema eléctrico para producir la energía que precisa el país por las averías en las centrales y la falta de combustible. Desde febrero, entre 20% y 45% de la isla queda a oscuras cada día en el momento de máxima demanda. En algunas provincias, los apagones suelen ser de más de 14 horas al día; en otras, casi 20 horas, en dependencia del déficit.

Según informó el medio independiente La Joven Cuba:

Las principales centrales termoeléctricas cubanas utilizan el petróleo crudo nacional, que es de baja calidad y tiene un alto contenido de azufre, mientras otras más pequeñas emplean gas asociado al petróleo crudo en los pozos petrolíferos como es el caso de las plantas de la empresa mixta Energas. Asimismo, los Grupos de electrógenos emplean combustible diésel y fuel oil, derivados del petróleo, lo que supone un gasto de importación al país.

Las llamadas patanas, por su parte, son lo que se conoce como generación móvil. Utilizan combustibles fósiles, fuel oil específicamente, y su tecnología completa es importada. El pasado año se generó por estas fuentes 4 493.8 GW/h, representando el 22,7% del total de generación eléctrica en el año. Fue casi el doble de lo generado en 2022 que representaba el 14%.

Las carnes se deben comer rápido; la leche de los niños se corta con extrema facilidad; los huevos se pudren por los cambios de temperatura tan bruscos y constantes. Tener un refrigerador no basta para garantizar la calidad y conservación de los alimentos. La cocción, además, se ve afectada también, pues muchas viviendas cocinan con electricidad porque supone un gasto muy elevado comprar balitas de gas licuado. Muchas personas prestan sus frízeres, que aguantan más tiempo el frío, para almacenar comida, la cantidad más imprescindible.

La crisis se incrementa exponencialmente y no existe mentalidad positiva alguna. Es lastimoso que estas noticias sean recurrentes. El Estado cubano sigue pretendiendo que el pueblo aguante más. Pero el pueblo está agotado del calor, de que su dinero cada día valga menos, de las enfermedades que dan los mosquitos por culpa de la falta de corriente y la falta de petróleo para los carros de la basura. Por esto, las quejas y los malestares son cotidianos.

Marelis, de 45 años, madre de dos hijos, residente en Artemisa, cuenta que los apagones han sido devastadores para su familia. Sin electricidad, los niños sudan, no pueden ni dormir del calor. Cocinar se ha vuelto un desafío diario, ya que dependen de una cocina eléctrica. Y, para colmo, se les ha echado a perder la poca carne que tenían guardada.

En Artemisa también, José Ángel, un agricultor de 60 años, relata que se ha afectado gravemente su capacidad para producir y distribuir alimentos. La cosecha puede estar días y días recogida, y a nadie le importa. Solicitó varios litros de petróleo para llevar al menos una parte al centro del pueblo, pero no había en el Cupet, hasta septiembre; se ha vuelto muy complicado. Eso significa que muchos de sus productos no llegan frescos al mercado; posiblemente, ni llegarán.

Por su parte, Anabell, una trabajadora de 30 años en Mayabeque, declara: “Trabajo en una fábrica de alimentos y los apagones han interrumpido nuestra producción. Este mes ya nos pasamos de megawatts, para colmo. Sin electricidad no podemos operar las máquinas y esto ha reducido nuestra capacidad de producir; ahora trabajamos la masa de trigo manual. Esto no solo afecta mi trabajo, sino también la disponibilidad de pan y otros productos derivados”.

En resumen, los apagones en Cuba afectan gravemente la conservación de alimentos, ya que la falta de electricidad impide la refrigeración adecuada, lo cual lleva a la pérdida de productos perecederos o disminución de su calidad. Además, la producción agrícola y de las fábricas de alimentos se ven interrumpidas, complicando aún más la distribución; por ello es común, por ejemplo, que debido a la falta de combustible el pan no llegue a las bodegas. Las familias enfrentan dificultades para preparar sus comidas, pues muchas casas dependen de efectos electrodomésticos para cocinar; esto las obliga a buscar alternativas menos eficientes o más costosas. Como resultado, la salud, sobre todo de niños y ancianos, reciben un impacto negativo por la falta de acceso a alimentos frescos.

La electricidad es uno de los pilares básicos de vivir como cualquier persona. Sin embargo, el gobierno cubano ha hecho de este derecho, un lujo.

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