¿DE QUIÉN ES LA CULPA?
21 de diciembre de 2021
E
E
n la primera semana de diciembre el ministro cubano de
economía, Alejandro Gil Fernández, admitió tener evidencia de que varias tiendas estatales, comercializadoras de productos alimenticios y otros de primera necesidad, vendían en dólares sin autorización. En el encuentro del Consejo de Ministros se condenó esta práctica, así como la circulación inflada de la divisa en el mercado negro, entre otros intercambios en el mercado ilegal.
A diferencia del mercado negro, el mercado gris denomina lo que el gobierno cubano condena como “desvío de bienes”, o sea, la compra-venta de mercancías fuera de los canales autorizados por el proveedor, siendo estas mercancías legales. En la isla, desde los pequeños negocios privados dedicados a la gastronomía hasta la administración de cooperativas y otras entidades estatales están sujetas a este tipo de intercambios. Más que con “enriquecimiento” y “corrupción” estas prácticas parecen estar relacionadas con “la lucha”, la subsistencia y la resistencia frente a salarios insuficientes y obstáculos fiscales.
A la hora de conseguir trabajo una pregunta común es, ¿y que se resuelve allí? Para muchos trabajadores estatales, los activos y accesos de sus empresas son una forma de completar sus salarios insuficientes. La percepción social de esta práctica implica dos cosas. Primero, con un mercado gris de tanta escasez como el cubano, el acceso a productos alimenticios incluye a menudo alimentos de pobre factura, mala calidad, incluso pasados de su fecha de vencimiento. En las redes pueden encontrarse por estos días recetas caseras de aprovechamiento para reutilizar la leche en polvo vencida que los usuarios han adquirido en algunos establecimientos. Otros se preguntan cuáles son los ingredientes reales de una salsa de tomate o de una barra de guayaba adquiridas en los agromercados estatales, y que se asemejan más a sopas de zanahoria o membrillos de remolacha.
Segundo, la inconformidad de la población es utilizada por el discurso oficial para redirigir las exigencias sociales a la pieza más cercana en la cadena de distribución, al eslabón más débil: el “revendedor”, el “acaparador”, el “negociante”. Mientras la crisis avanza, la prensa oficial expone caricaturas que ridiculizan o demonizan a productores y vendedores agrícolas, como únicos culpables de la inflación en los precios de las verduras y la carne.
Habría que considerar cuál es realmente la cadena de interpelación pertinente, ¿Es más responsable el tendero que agrega un margen de ganancia, que quien limita los productos de venta a un mercado en la moneda en la que no se pagan salarios, y a las que pocos tienen acceso a través de remesas? ¿Es más responsable el vecino que “acapara” con la compra de 5 botellas de aceite de cocina, que quien no garantiza una
5 de Septiembre, 17. Enero. 2020.
importación y distribución adecuada, que luego impone al producto hasta un 120% su impuesto aduanal? ¿es más responsable el vendedor de la esquina que eleva el precio de la carne de cerdo, que quien no importa insumos para el cebo del animal, y luego vende en mercados online su carne importada?
Las relaciones informales en Cuba, si bien no son positivas para sus habitantes, parten de llenar vacíos creados y perpetuados por la administración económica del país, que no está exenta de inequidades en su sistema de gobernanza, de corrupción y clientelismo. Un paso importante sería no naturalizar estas inequidades, y no dejar que sean instrumentalizadas en los más débiles.